Fuente: Alice Schwarzer
http://www.aliceschwarzer.de/artikel/editorial-312913 ¿Voluntariamente? ¡Basta! En el debate en torno a la prostitución está adquiriendo cada vez mayor relevancia un concepto que parece estar aniquilando de raíz toda crítica al engranaje de la prostitución. Nos referimos a la voluntariedad. No se trata aquí de la voluntariedad del traficante de personas, ni la del traficante de inmigrantes ilegales, ni la del proxeneta, ni la del explotador de un burdel, es decir, de ese tipo de personas que obtienen sus ganancias multimillonarias a costa de otras personas en las que tiene puesto el punto de mira la nueva ley. No. Aquí estamos hablando de la «voluntariedad» de las mujeres en la prostitución. A nosotras, las mujeres críticas, nos dicen que hablamos de víctimas. Bueno, dicen, quién sabe si esas mujeres son verdaderamente víctimas. ¿Quién sabe? ¡A lo mejor hasta les gusta ser víctimas! Un argumento práctico. Práctico para los autores del delito, pues donde no hay víctimas, tampoco hay autores de un delito. Este argumento procede de algunas mujeres, por supuesto. Ese asunto, dicen, lo arreglamos entre nosotras. Sin embargo, no son muchas esas mujeres, en total no llegan a la docena. Eso basta para la maquinaria de los medios de comunicación en Alemania. Desde hace algunas semanas leemos, oímos y vemos en todos los canales a las mismas tres o cuatro «prostitutas voluntarias». Tienen nombres fascinantes, nombres como Felicitas Schirow, Amber Laine o Undine de Riviere. Y son felices de poder hacer felices a los hombres ejerciendo una «profesión elegida por ellas mismas». Ahora bien, ¿quiénes son en realidad estas mujeres? Una de ellas, por ejemplo, es la madame de un burdel en Berlín; otra, una madame de otro burdel en Wuppertal. Las dos se ganan la vida con el sudor de otras mujeres, más jóvenes y la mayoría de ellas, extranjeras. Con unos excelentes honorarios, la tercera de ellas trabaja como «ama» o «dómina» en la Reeperbahn de Hamburgo, allí donde hace veinte años la famosa Dómina Doménica se había empleado como educadora social «para sacar a las chicas de la calle», después de haberse ganado la vida en la misma durante décadas. De segunda profesión, Undine trabaja como «portavoz de prensa» en la «Asociación profesional de servicios eróticos y sexuales». Esta asociación fue fundada hace unas pocas semanas, y tiene apenas unos cien socios, de los cuales algunos son madamas o explotadores de burdeles tanto declarados abiertamente como ocultos. Pero incluso si las mujeres que pertenecen a esa asociación fueran exclusivamente prostitutas activas, ello significaría entre el 0,025 y el 0,05 por ciento de las prostitutas en este país (cuyo número oscila entre las 200.000 y 400.000 personas), es decir, una cifra ridícula. Sin embargo, eso no impide a los medios de comunicación citar con toda seriedad y con todo lujo de detalles a la «portavoz de prensa de la asociación profesional» y calificar de «expertos» a los miembros de ese grupo de presión de la industria de la prostitución. En efecto, mujeres como Felicitas, Amber o Undine, no son víctimas; son autoras del delito, o bien cómplices porque, o bien explotan ellas mismas a otras mujeres, o bien contribuyen a la minimalización de la prostitución o a su propagación. Y lo hacen para que cunda la alegría, y bueno, sí, alguna vez también por encargo de quienes sacan tajada del negocio. Y luego están las damas de los suplementos culturales de los periódicos. Se llaman Meredith o Stefanie, han estudiado con devoción carreras como «Estudios culturales», se desenvuelven en el entorno de la cultura pop y viajan por ahí con la etiqueta de «jóvenes feministas» desde hace ya bastantes años. También ellas hacen ondear bien alta la bandera de la voluntariedad de las prostitutas. Para demostrar esa voluntariedad dejan que su imaginación brote sin descanso. Escriben sobre «mujeres gitanas» que se prostituyen «por determinación propia». O escriben que en el capitalismo no sólo la prostituta vende su cuerpo, sino también la periodista (lo cual puede ocurrir figuradamente, en efecto, pero no al pie de la letra). Sus reflexiones están alejadas de la realidad desde un punto de vista político, y son un disparate desde un punto de vista intelectual, aparte de que no demuestran ningún conocimiento de la materia. Y sin embargo, la prensa las imprime. Y las imprime porque son útiles. Y porque adquiere reconocimento el rótulo de «feminista joven» y guay, frente a la pesada «feminista caduca y moralizante». Mientras las damas y los caballeros de los suplementos literarios de los periódicos (al frente de los cuales se encuentran los suplementos de los diarios de izquierdas y los periódicos liberales) difunden este tipo de ideologías afirmativas, la mujer gitana de Rumanía, autodeterminada, paga en el burdel como mínimo 160 euros por el alquiler de su lugar de trabajo. Al día. A cambio tiene que servir a cuatro clientes a la mejor tarifa; cuando las cosas van mal, incluso a entre ocho y diez clientes. Y entonces no le queda ni un céntimo para comida o para ropa, y no digamos para pagarse un alojamiento fuera de la fábrica del sexo. Duerme en la misma cama en la que atiende a los clientes puteros. Y, por regla general, esa mujer suelta la pasta, además, a un tipo que anda fuera holgazaneando, una persona que puede ser hasta el propio hermano, y aún envía al mes algunos cientos de euros a casa. De ellos vivirá toda su familia, en ocasiones hasta el hijo que dejó allí en Rumanía. Esta es la variante más optimista. La variante más pesimista es que la mujer rumana autodeterminada vaya a parar entretanto a una «autocaravana del amor» o tenga que hacer la calle para abrirse de piernas por 10 euros entre los arbustos o en algún automóvil en un espacio habilitado a tal efecto, y cada vez con mayor frecuencia sin condón. Si se queda embarazada, quizás tenga a su criatura. De una manera completamente autodeterminada, claro, ¿o quizás porque así lo quiere su chulo? Y es que existe un mercado especial para prostitutas embarazadas, y también está floreciendo el mercado del sexo para bebés. Pero regresemos desde los oscuros bajos fondos de la vida a las cumbres luminosas de los suplementos culturales de los periódicos. Así pues, recapacitemos de nuevo sobre la voluntariedad, a la que, dicho sea de paso, se le pone freno en nuestro país en nombre de la moral o de las leyes. En Alemania, por ejemplo, está prohibida la maternidad subrogada, en ocasiones por buenos motivos, a pesar de que los motivos de los mandantes sean absolutamente lógicos e incluso muy comprensibles (como los motivos de algunos clientes puteros). En Alemania está prohibida la venta de órganos, pese a los buenos motivos también. En Alemania intentamos impedir que los suicidas se quiten la vida e intentamos salvar de la muerte por hambre a quien padece un trastorno alimentario. Contra su voluntad. El dudoso rol de las damas de la «asociación profesional» y de los suplementos culturales de los periódicos. Tan sólo en la prostitución dejamos de preguntarnos de pronto por los motivos y por las consecuencias, a pesar de que hay estudios internacionales que demuestran que dos de cada tres (ex)prostitutas tienen trastornos postraumáticos comparables a los de los veteranos de guerra o a las víctimas de torturas. Voluntariedad. ¿Desde cuándo se ha puesto en relación este concepto con la prostitución? Desde comienzos del Nuevo Movimiento Feminista en los años 70, con la misma lógica con la que desde el fin de la Guerra Fría, en los años 90, se están pervirtiendo conceptos como «derechos humanos» y «democracia». En nuestro mundo moderno, en el que, por lo menos en el «Occidente libre», ya no puede existir ninguna opresión ni ninguna explotación abierta, la cosa funciona estupendamente mediante la interiorización. Y allí donde los explotados mismos no pueden hablar o han sido enmudecidos, se resuelve todo representativamente por ellos: con «prostitutas voluntarias», por ejemplo, y con las «jóvenes feministas». Tras ellas se ocultan quienes verdaderamente sacan tajada del negocio, y presumiblemente se ríen a sus anchas de la cortina de humo de los suplementos culturales de los periódicos. En realidad, la cosa es muy simple. Imagínese usted por un momento desnuda encima de una cama, en un «estudio» o en un burdel con habitaciones que usted alquila. O imagínese medio desnuda apoyada en un árbol entre los matorrales de una salida de la autopista. El hombre le dará a usted después un billete. 50 euros, si hay mucho trajín. 10 euros, si hay poco. Él le dirá «hola, cariño». O también: «coño viejo» o «pedorra». Él la podrá tocar a usted. Por todo el cuerpo. Penetrar en usted. Por todas las aberturas. El anal tiene un precio extra. Correrse en la cara, también. Traducción del alemán de Jorge Seca. Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
2 Comentarios
F. Javier Sierra
8/12/2017 09:40:54 am
Me gustaria recibir motificaciones
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Traductoras
14/12/2017 09:39:18 pm
Hola puedes seguirnos en esta pagina de facebook
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