Autor: Mickey Z. Traducción del inglés: Atenea Acevedo Enlace al original: http://worldnewstrust.com/let-the-sex-workers-speak-for-themselves-mickey-z Original publicado por World News Trust el 27 de noviembre de 2015 La cosa es así: escribes un texto crítico (respaldado en un sinfín de pruebas y datos) sobre pornografía y/o prostitución y teóricos y teóricas liberales feministas/queer salen, como termitas, a apoyar en manada a los aliados de la pornografía y la prostitución. Te cuelgan el cartelito de “puritano” y pretenden callarte mientras exclaman al unísono: “¡Dejemos a las trabajadoras sexuales hablar por sí mismas!” Decidí poner a prueba su receptividad y entrevisté a una sobreviviente, pero eso no satisfizo a las masas posmodernas que prefieren oír únicamente a “trabajadoras sexuales” como la mujer que apareció en un artículo de Cosmopolitan titulado: Una trabajadora sexual responde todas tus preguntas sobre cómo es trabajar en un burdel legal. Esta “trabajadora sexual” o, como ella lo llama, “terapeuta que tal vez también te toque la salchicha”, es Sarah Greenmore. De ella aprendí que:
Bueno, “dejar” a esta “trabajadora sexual” hablar por sí misma no fue tan liberador como lo prometían las feministas liberales y, ciertamente, no respondió a “todas mis preguntas”. No tenía más opción que buscar los testimonios de otras “terapeutas que tal vez también te toquen la salchicha”. A continuación, presento algunas de las respuestas de diversas sobrevivientes a mis preguntas. Debo decir que no necesité de un grado académico en estudios de género (ni de formación alguna, en realidad) para encontrar estas voces, ¡fue muy sencillo! (Advertencia: los siguientes textos pueden desatar síntomas de estrés postraumático en sobrevivientes de violación y abuso sexual) ¿Cómo se empieza en este negocio? Linda Lovelace: “Mi iniciación a la prostitución fue una violación multitudinaria a manos de cinco hombres, arreglada por el Sr. Traynor. Fue el punto de inflexión de mi vida. Amenazó con dispararme con su revolver si no lo hacía. Nunca antes había tenido sexo anal, me desgarraron por dentro. Me trataron como si fuera una muñeca hinchable, me levantaban en vilo y me colocaban donde y como les daba la gana. Separaron mis piernas de todas las maneras posibles para penetrarme y acercarme sus “cosas”, usaron diferentes partes de mi cuerpo para hacer el juego de las sillas. Nunca me sentí tan asustada, tan desgraciada y humillada en toda mi vida. Me sentí basura. Participé en actos sexuales con fines pornográficos en contra de mi voluntad con tal de que no me mataran. También amenazaron con matar a mi familia”. Ayesha: “Para ‘doblegarme’ fui violada varias veces cada noche durante casi un mes antes de que la proxeneta empezara a venderme a cambio de dinero. Por lo general, tenía de 10 a 12 prostituidores cada noche. Solían ser violentos, me trataban como si fueran dueños de mi cuerpo. Tengo una profunda cicatriz en el cuello por un corte que me hicieron con una navaja mientras trataba de evitar que una chica muy joven fuera violada multitudinariamente en la casa. Estuvieron a punto de matarme”. Pero, ¿acaso no es una vida que “eliges”? Seguramente puedes ir y venir a tu antojo, ¿no es así? Ayesha: “Intenté salir de ese calabozo muchas veces. Los recuerdos aún asaltan mi mente, cómo tiraban de mi cabello, cómo la dueña del burdel me arrastraba por las sucias calles después de cada intento fallido por escapar. Lloraba y gritaba para que la gente me ayudara, pero nadie lo hacía, se quedaban ahí, mirando, ni siquiera me veían con compasión. Las lágrimas siguen corriendo por mis mejillas mientras lo recuerdo. Mi vida habría cambiado si tan solo un hombre hubiera tratado de salvarme, pero todos actuaron como espectadores mudos. No puedo evitar reírme cuando la gente dice que las mujeres elegimos esta vida. ¿Acaso saben cuántas como yo hemos intentado escapar, solo para ser golpeadas hasta tener el cuerpo lleno de perdigones? Para los hombres que nos compran no somos más que carne. Para el resto de la sociedad ni siquiera existimos”. Ya, pues no suena muy “transgresor”. Apuesto que la cosa va mejor en el glamoroso y bien remunerado mundo del porno. ¿Cómo se empieza en ese negocio? Jenna Jameson: “La mayoría de las chicas tiene su primera experiencia en películas gonzo… las llevan a algún estudio cutre en Mission Hills y un imbécil violento las penetra por todos los orificios posibles, convencido de que la chica se llama Puta”. Alexa James: “Mi primera filmación fue con un tipo de unos 40 años, grueso como una lata de refresco. Me agarró con fuerza y me penetró hasta el fondo sin ningún tipo de lubricante, y desgarró mi vagina. Cuando empecé a desgarrarme y a llorar, me dio vuelta y siguió penetrándome desde atrás para que la cámara no registrara mis lágrimas. Tiraba de mi cabello y me ahogaba, a pesar de que yo le decía que me dolía y casi no podía respirar”. Alexa Milano: “En mi primera película estuve con tres tipos que fueron bastante rudos conmigo. Me golpearon, me ahogaron con sus penes y me lanzaron de un lado a otro, ¡como si mi cuerpo fuera un balón! Acabé adolorida e irritada, prácticamente no podía caminar. Algo me quemaba por dentro, dolía muchísimo. Apenas podía orinar e intentar defecar era imposible”. Espera, ¿se trata de una opción laboral o de una violación fotografiada? ¿No podías opinar durante la filmación? Corina Taylor: “Al llegar al estudio esperaba hacer una escena de penetración vaginal hombre-mujer, pero mientras grabábamos con una estrella del porno el actor me violó analmente y nada lo detuvo. Le grité que parara, grité ‘no’ una y otra vez, pero nada le importó. El dolor se volvió insoportable, entré en shock y mi cuerpo se quedó sin fuerzas”. Jersey Jaxin: “Tipos que te golpean el rostro. Tienes semen de varios hombres embarrado en tu rostro, sobre tus ojos. Te desgarran. Sientes que las entrañas se te salen. No para nunca”. Jessi Summers: “Hice una escena con un actor masculino que estaba en mi lista de personas con las que no quería ‘trabajar’. Quería complacer a los productores, así que accedí. Este hombre me puso un pie en la cabeza, literalmente me pisó mientras me penetraba por detrás. Perdí el control y empecé a llorar a mares; detuvieron la filmación y me mandaron a casa con paga reducida porque no pudieron grabar la escena completa”. ¿Qué hay de los cineastas y actores masculinos? ¡También son trabajadores sexuales! ¿Qué opinan de esta forma de tratar a las mujeres? Max Hardcore (pornógrafo): “Nada me encanta más que una chica que insiste en que no dejará que se la metan en el culo porque… ¡claro que lo hará!” Bill Margold (veterano de la industria del porno y miembro de la Free Speech Coalition): “Me gusta mostrar lo que creo que los hombres quieren ver: violencia contra las mujeres. Estoy absolutamente convencido de que cumplimos con un propósito al mostrarla. La mayor violencia que podemos conseguir es la eyaculación en el rostro. Los hombres tienen orgasmos cuando ven eso, porque es una forma de vengarse de las mujeres que no están a su alcance. Tratamos de inundar el mundo con eyaculaciones en el rostro. Mi única razón de estar en esta industria es satisfacer el deseo de los hombres del mundo a los que, básicamente, las mujeres les importan un bledo y quieren ver a los que estamos en la industria vengarnos de las que no pudieron hacer suyas cuando estaban creciendo. Estoy totalmente convencido de ello… por eso eyaculamos en el rostro de una mujer o la violentamos sexualmente de otra manera: somos vengadores de sueños perdidos. Así lo creo. He escuchado al público vitorearme cuando hago algo repugnante en pantalla. El público me aclama cuando estrangulo o sodomizo o brutalizo a otra persona, y el público aplaude cuando satisfago mis deseos más retorcidos”. ¿Cómo es que existen personas, en especial mujeres y niñas, capaces de sobrevivir cotidianamente en el mundo de la prostitución o la pornografía? Jessie Jewels: “Las personas en la industria del porno están anestesiadas, no reaccionan a la vida real, son como zombis caminantes”. Loreta: “Estuve en la prostitución de los 15 a los 19. Mis amigas y yo vivíamos en un departamento con la proxeneta. Trabajábamos de las cuatro de la tarde hasta tarde por la noche o incluso las primeras horas de la mañana, teníamos de tres a cuatro prostituidores al día. A veces usábamos condón, a veces no. La mayoría de los prostituidores eran extranjeros, no hablaban mi idioma y no les importaba mi edad. No sabía cómo contactar a la policía y tampoco sabía si a la policía le importaría. Quería huir, pero tenía miedo de que la pandilla me encontrara y me matara. Me odiaba cada vez más, así que empecé a inyectarme drogas. Intentaba adormecerme para no sentir el dolor, para no sentir absolutamente nada. ¿Y a los prostituidores no les importa si una “trabajadora sexual” es menor de edad? Rachel Moran: “He respondido suficientes llamadas en el suficiente número de burdeles para afirmar que la consulta más frecuente siempre es: ‘¿Cuál es la chica más joven que ofrecen?’” Sin embargo, las y los teóricos posmodernos dicen algo muy distinto. Hay tantas historias distintas en el tema de la prostitución y la pornografía. ¿Saben cómo describen los liberales su vida? Anita Cannibal: “Sí, se maquilla muchísimo la realidad. Es un mundo de tragedias, pletórico de horrores”. Bueno, estas afirmaciones definitivamente responden a muchas más de mis preguntas que Cosmo. ¿Y tú? Si necesitas escuchar otras voces en primera persona te sugerimos este enlace con testimonios de sobrevivientes de prostitución y este otro con testimonios de sobrevivientes de la pornografía. También puedes consultar más de 100 testimonios sobre “el daño o los efectos negativos de la pornografía, la prostitución, el desnudismo, la esclavitud sexual (sic), la trata con fines de violación, el acoso sexual, el abuso sexual y nuestra pornografiada sociedad”
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Un reportaje de Elizabeth O’Malley Texto original: http://www.thejournal.ie/turn-off-the-red-light-2982934-Sep2016/ Traducción del inglés de Atenea Acevedo Mujeres anteriormente prostituidas exhortan al gobierno a aprobar la propuesta de Ley de Delitos Sexuales que haría ilegal la compra de sexo. A PRINCIPIOS DE ESTA SEMANA la campaña Turn Off The Red Light llevó a cabo un acto para exhortar al gobierno a aprobar la propuesta de Ley de Delitos Sexuales. Dicha propuesta penaliza la compra de sexo, actualmente legal en Irlanda. Se calcula que, como mínimo, mil mujeres y niñas forman parte del "comercio sexual" en el día a día en Irlanda. Cuatro mujeres que fueron prostituidas narran sus vivencias. Fiona Broadfoot La ciudad de Leeds, donde fui comprada y vendida cuando niña, como les sucede a tantas, ahora cuenta con una zona denominada ‘legal’ donde los hombres pueden comprar niñas y mujeres. En el año piloto de la legalización una joven polaca de veintitantos años fue golpeada y asesinada. Desde entonces, el Ayuntamiento de Leeds ha respaldado el período piloto por considerarlo un éxito y procedió a legitimar la ‘zona de tolerancia’. Muchas mujeres se encuentran tan dañadas por lo que han vivido que bien podríamos describirlas como muertas vivientes. Muchas padecen problemas crónicos de salud mentales, emocionales y físicos. Se automedican para anestesiar los abusos que han sufrido. Los hombres que compran y venden mujeres son, por supuesto, invisibles. Su cotidianidad no se ve afectada en lo más mínimo. Sus socios, parejas, hijos, compañeros de trabajo y las personas de su círculo social no tienen idea de que son prostituidores. No rinden cuentas de sus actos y la sociedad los protege. Violan y maltratan mujeres en la más absoluta impunidad. Los abusos y las situaciones traumáticas que viví no se evaporaron al salir de ese mundo de violencia y vejaciones, dejaron secuelas de por vida y tanto yo como las niñas y mujeres que he conocido en este camino fuimos privadas de una transición natural entre la infancia y la adultez. Las relaciones íntimas son difíciles y las más diversas situaciones en el supermercado, el cine, en un momento romántico o cualquier otra ocasión se convierten en desencadenantes de episodios de estrés postraumático. Han pasado cuatro años de la primera vez que vine a Irlanda para promover la aprobación de la propuesta de Ley de Delitos Sexuales. En esos cuatro años, miles de mujeres y menores de edad han sufrido las vejaciones de la prostitución en este país. Estamos en un punto crítico, no podemos darnos el lujo de esperar un minuto más. La legislación debe entrar en vigor de inmediato. Ne’cole Daniels Con tan solo siete años me enseñaron que mi valía radicaba en mi entrepierna. ¿Cómo aprendí eso? Un familiar me violó una y otra vez cuando tenía esa edad. Mi madre, una mujer prostituida, se encargó de reafirmar ese mensaje: yo valía por lo que tenía entre las piernas. No me faltaría dinero mientras tuviese una vagina. Me lo creí. A los 15, otro familiar me violó; para entonces yo ya había sido entrenada en el autoengaño y seguí siendo prostituida hasta que mi propia hija sufrió violencia sexual. Hoy entiendo que haber crecido en un hogar disfuncional es la razón de la vida que llevé y que yo no la elegí. Como parte del personal de salud en primera línea, soy testigo directo de los daños que causa el llamado comercio sexual a las mujeres que son sometidas a operaciones de compraventa. Hablamos de la industria delictiva de más vertiginoso crecimiento en el mundo. Está a la vista, en nuestras paradas de autobús, a unos pasos de los restaurantes que más nos gustan. Es un negocio multimillonario, apenas superado por el narcotráfico y la venta de armas. La edad promedio en que las víctimas son iniciadas en la trata con fines de explotación sexual en los Estados Unidos es de 12 a 14 años. Muchas son obligadas o coaccionadas para formar parte del llamado comercio sexual. Algunas sufrieron violencia sexual desde niñas. Los traficantes y prostituidores son maestros de la manipulación que saben ganarse la confianza de su víctima antes de obligarla a someterse a la explotación, forzándola y manteniéndola dócil con violencia o drogas. La esencia de la trata es económica y sigue el modelo de la demanda. Los hombres son la demanda que promueve la trata y los prostituidores operan como distribuidores de mujeres y menores de edad. A algunas personas les gusta diferenciar entre prostitución y trata; sin embargo, la realidad es que en casi todos los casos de quienes dicen haber entrado a la prostitución ‘por voluntad propia’ encontraremos alguna forma de coacción. La cruda realidad de la prostitución es que no solo es incapaz de funcionar sin violencia: colapsaría sin las diversas formas de coerción que la sustentan. Bridget Perrier Fui perversamente atraída a la prostitución cuando tenía 12 años, vivía en un hogar comunitario. Fui esclavizada y prostituida durante 10 años. Me paseaban como al ganado frente a hombres capaces de comprarme. Ninguna niña debería de ser obligada a soportar las cosas que me hicieron. Por culpa de esos hombres no puedo tener hijos como cualquier mujer, pues sufro de traumatismo cervical. A la fecha tengo pesadillas y a veces duermo con las luces encendidas. Siento que no valgo nada, como si fuera un objeto roto. Me prostituyeron en establecimientos legales, en esquinas y bares de desnudistas. Lo más aterrador que viví fue haber sido secuestrada por un depredador sexual que abusaba de niñas explotadas. Me violó y torturó durante 43 horas; yo tenía 14 años. La primera persona que me prostituyó era una mujer, dueña de un burdel clandestino. Me entrenó para decir que era la hija de una amiga suya en caso de que la policía hiciera preguntas. La segunda persona en prostituirme me obligaba a venderme. Se hacía pasar por mi guardaespaldas, pero la verdad era otra muy distinta. Aquella mujer y ese tipo siguen libres, explotando a otras niñas. No creo que la prostitución sea una decisión. La falta de opciones es lo que mantiene la esclavitud de mujeres y niñas. La mayoría fuimos niñas olvidadas, descuidadas, violentadas, sin nadie que nos protegiera. La enorme mayoría de las mujeres y menores de edad en el mundo de la prostitución ha sufrido violencia a manos de sus prostituidores. Es una realidad que no tiene nada que ver con la imagen rosa que suele difundirse. Hemos vivido con miedo, hemos sido violadas, golpeadas, vendidas y desechadas. Tenemos que hacer rendir cuentas a las personas que compran sexo de la violencia y los daños físicos que infligen en los seres más vulnerables. Rachel Moran La noción de ‘comercio sexual’ sugiere que es posible comprar y vender sexo sin ninguna implicación para el individuo que es objeto de la transacción. La verdad es que es imposible comprar sexo, lo que se compra es el acceso al sexo. La diferencia reviste una profunda importancia. Es la diferencia entre una experiencia sexual compartida y una situación donde el sexo es soportado por una persona coaccionada. Todavía hay personas que se niegan a reconocer en la prostitución una forma de violencia sexual al tiempo que, de manera muy reveladora, se niegan a contemplar la idea de que sus seres queridos ‘trabajen’ en los burdeles y las llamadas ‘zonas rojas’. Es muy simple: nadie quiere ver a sus seres queridos degradarse para poder vivir. Si hubiese existido una salida viable cuando yo era una indigente de 15 años no habría permanecido presa de la prostitución ni una semana, ya no digamos siete años. Puedo asegurarle, sin lugar a duda, que habría aprovechado cualquier apoyo a mi alcance. Al igual que todas las adolescentes y adultas que conocí en aquella época, no quería que mi cuerpo fuera utilizado por hombres que no conocía ni me agradaban, hombres casi siempre tan viejos como mi abuelo o bisabuelo. Si cree que exagero, tenga en cuenta que uno de los hombres que me utilizó constantemente durante los primeros años de mi adolescencia tenía 83 años.** La prostitución es la máxima expresión de la injusticia social. El hecho de que siete adolescentes en mi esquina vivieran en hogares del Estado debería bastar como evidencia de que las personas prostituidas no están ejerciendo su autonomía ni libre decisión; por el contrario, son personas que nunca tuvieron la oportunidad de ejercerlas. Quienes padecen mayor vulnerabilidad social son arrastradas a la prostitución. Exhorto a los políticos irlandeses a dar el crucial paso decisivo y aprobar la propuesta de Ley de Delitos Sexuales. |
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