Por CORDULA MEYER, CONNY NEUMANN, FIDELIUS SCHMID, PETRA TRUCKENDANNER y STEFFEN WINTER Texto original: http://www.spiegel.de/international/germany/human-trafficking-persists-despite-legality-of-prostitution-in-germany-a-902533.html Traducción del alemán: Christopher Sultan Traducción del inglés: Atenea Acevedo Hace poco más de diez años, cuando se legalizó la prostitución en Alemania, los políticos esperaban que la medida generara mejores condiciones y más autonomía para las trabajadoras sexuales. Sin embargo, no ha sido así. La explotación y la trata de personas siguen siendo problemas importantes. Sânandrei es una ciudad marginal de Rumania donde predominan las casas derruidas y los caminos de barro. Alrededor de 80% de sus jóvenes carecen de empleo y las familias que poseen un huerto donde cultivar papas y verduras pueden considerarse afortunadas. Alina está parada frente a la casa de sus padres, una de las más antiguas de Sânandrei. Viste vaqueros y calza botas de pelo sintético. Cuenta por qué quería huir de su casa hace cuatro años, cuando acababa de cumplir los 22. Habla de su padre, un hombre que bebía y golpeaba a su esposa, y a veces también violentaba a su hija. Alina no tenía trabajo ni dinero. Por el nuevo novio de una amiga se enteró de las posibilidades que ofrecía Alemania. Le dijeron que allá las prostitutas podían ganar fácilmente €900 ($1,170) al mes. Alina empezó a considerar la idea. Cualquier cosa parecía mejor que vivir en Sânandrei. “Pensé, tendré mi propia habitación, un baño y no demasiados clientes”, dice. En el verano de 2009, Alina y su amiga subieron al auto de aquel hombre y atravesaron Hungría, Eslovaquia y la República Checa para llegar a la capital alemana… no al vibrante barrio de Mitte en el corazón de la ciudad, sino cerca del aeropuerto Schönefeld, donde el nombre del local ya decía algo sobre el propietario: Airport Muschis (“Coños de Aeropuerto”). La especialidad del burdel era el llamado sexo por tarifa plana o fija. Por €100 ($129), el “cliente” podía tener sexo con la frecuencia y durante el tiempo que quisiera. Alina dice que todo sucedió muy rápido. Había otros rumanos que conocían al hombre que las había dejado ahí. Le exigieron entregar su ropa y le dieron reveladoras piezas de lencería para que se las pusiera. A unas cuantas horas de haber llegado tuvo que recibir a sus primeros prostituidores. Dice que cuando no se mostraba complaciente, los rumanos reducían sus ingresos. Los prostituidores en Berlín pagaban al ingresar al local. Muchos se drogaban para mejorar su desempeño sexual y podían durar toda la noche. Era habitual ver una fila de hombres esperando afuera de la habitación de Alina. Dice que en algún momento dejó de contar al número de hombres que se metían en su cama. “Mi mente bloqueó el número. Eran demasiados, día tras día”. Encerradas Alina narra que ella y sus compañeras debían pagar a los proxenetas €800 por semana. Compartía cama en una habitación con otras tres mujeres. No había más muebles. Lo único que vio de Alemania fue la estación de gasolina Esso a la vuelta de la esquina, donde podía comprar cigarrillos y golosinas, pero solo si iba acompañada de un escolta. El resto del tiempo la tenían encerrada bajo llave dentro del club. Los fiscales se enteraron de que las mujeres prostituidas en ese local tenían que ofrecer sexo vaginal, oral y anal, y atender a varios prostituidores al mismo tiempo en sesiones denominadas gangbang (sexo tumultuario, varios hombres con una sola mujer). Los hombres no siempre se ponían preservativo. “No se me permitía negarme a nada”, cuenta Alina. Cuando menstruaba, insertaba esponjas al fondo de su vagina para que los prostituidores no se dieran cuenta. Cuenta que rara vez le pegaron y tampoco a las otras mujeres: “Nos decían que conocían a mucha gente en Rumania que sabía dónde vivían nuestras familias. Eso bastaba”. A veces llamaba a su madre desde un celular, mentía y contaba lo bonito que era todo en Alemania. En una ocasión, un proxeneta le dio €600 y ella consiguió enviar el dinero a su familia. La historia de Alina es muy común en Alemania. Las organizaciones de apoyo y los especialistas calculan que hay hasta 200,000 mujeres que ejercen la prostitución en ese país. Según varios estudios, incluido uno a cargo de la Red Europea para la Prevención del VIH/ETS y el Fomento de la Salud entre Trabajadoras Sexuales Migrantes (TAMPEP), entre 65 y 80% de las niñas y mujeres prostituidas vienen del exterior. La mayoría son rumanas o búlgaras. La policía poco puede hacer por las mujeres como Alina. Ella narra que los proxenetas están preparados en caso de que haya redadas e incluso presumen de conocer a los policías. “Sabían cuándo habría una redada, por eso nunca me atreví a confiar en ningún policía”. Los proxenetas les dicen a las chicas cómo actuar frente a los policías: deben decir que estaban navegando en Internet en Bulgaria o Rumania, y así se enteraron de que era posible ganarse un buen dinero trabajando en un burdel alemán, de manera que se habían comprado un billete de autobús y un día se habían aparecido en el club por voluntad propia. Una sarta de mentiras Es muy probable que todo oficial a cargo de vigilar el cumplimiento de la ley que trabaje en un ambiente de prostitución oiga la misma sarta de mentiras una y otra vez. El objetivo de esa ficción es encubrir todo indicio de trata, del mecanismo mediante el cual las mujeres son trasladas y explotadas en Alemania. Se convierte en una serie de frases que presenta a las mujeres como Alina en prostitutas autónomas, empresarias que eligieron una profesión libremente y a quienes Alemania ahora desea ofrecer buenas condiciones laborales en el sector del sexo dentro de la industria de los servicios. Esa es la imagen de ‘la puta respetable’ que parece haber cautivado a los políticos: libre como el viento, protegida por el sistema de seguridad social, con un trabajo que le encanta y una cuenta de ahorro en el banco de la localidad. Los científicos sociales las llaman “trabajadoras sexuales migrantes”: ambiciosas proveedoras de servicios que están aprovechando las oportunidades de las que gozan en una Europa cada vez más unificada. En 2001, el parlamento alemán o Bundestag, con los votos de la coalición en el gobierno conformada por el Partido Socialdemócrata y el Partido Verde, aprobó una ley de prostitución cuya intención era mejorar las condiciones laborales de las prostitutas. En el marco de la nueva ley, las mujeres podían presentar demandas legales para exigir un salario y aportar a programas de seguro de salud, desempleo y jubilación. El objetivo de la legislación era hacer de la prostitución una profesión como la de cajero de banco o asistente dental, una profesión reconocida en lugar de estigmatizada. Los defensores del comercio sexual autónomo estaban felices con la aprobación de la medida. Se vio a la entonces Ministra de la Familia, Christine Bergmann (SPD), alzar una copa de champaña con Kerstin Müller, líder parlamentaria del Partido Verde, y con Felicits Weigmann (hoy Schirow), operadora de burdeles en Berlín. La imagen mostraba a tres mujeres celebrando el hecho de que, en Alemania, los hombres ya podían acudir a los burdeles sin el menor escrúpulo. Actualmente, muchos policías, organizaciones de mujeres y políticos familiarizados con la prostitución están convencidos de que la bienintencionada ley es, de hecho, poco más que un programa que subsidia a proxenetas e incrementa el atractivo del mercado a los ojos de los tratantes de personas. El supuesto fortalecimiento de los derechos de las mujeres El código civil alemán fue enmendado al tiempo que se promulgo la ley de la prostitución. La frase “promoción de la prostitución”, catalogada como delito, fue reemplazada con “explotación de prostitutas”. La compra de sexo es un delito punible cuando tiene un carácter “explotador” o “dirigista”. Los policías y fiscales están atados de pies y manos, ya que resulta muy difícil probar estos elementos en caso de delito. Puede considerarse al proxeneta como explotador, por ejemplo, si se queda con más de la mitad de las ganancias de una prostituta, algo que prácticamente nunca es posible demostrar. En el año 2000, 151 personas fueron condenadas por compra de sexo, mientras que en 2011 fueron tan solo 32. El objetivo de los promotores de esta ley era, de hecho, fortalecer los derechos de las mujeres y no de los proxenetas. Esperaban que los operadores de burdeles aprovecharan, por fin, la oportunidad de “brindar buenas condiciones laborales sin estar sujetos a procesos judiciales”, tal como se lee en una evaluación de la ley dirigida al Ministerio Federal para las Familias. La prostitución no estaba penalizada antes de la nueva ley, pero era considerada inmoral. Las autoridades ejercían una política de tolerancia hacia los burdeles y se referían a ellos con el eufemismo de “alquiler comercial de habitaciones”. Hoy, once años después del cambio de categoría laboral de la prostitución de conformidad con la ley de 2001 y según cálculos de la asociación de la industria Erotik Gewerbe Deutschland (UEGD), hay entre 3.000 y 3.500 burdeles. Ver.di, el sindicato de servicios públicos, calcula que la prostitución representa alrededor de €14.500 millones en ingresos al año. Se calcula que hay 500 burdeles en Berlín, 70 en la pequeña ciudad de Osnabrück al noroeste y 270 en el pequeño estado de Saarland al suroeste, en la frontera con Francia. Muchos franceses frecuentan los burdeles de Saarland. El Club de Sauna Artemis, cerca del aeropuerto de Berlín, atrae a muchos prostituidores de Gran Bretaña e Italia. Las agencias de viaje ofrecen tours a burdeles alemanes de hasta ocho días de duración. Un proveedor de estos “paseos” los promueve como “legales” y “seguros” en su página web. Se promete a los posibles “clientes” hasta cien “mujeres totalmente desnudas” que solo llevan zapatos de tacón. Además, se les recoge en el aeropuerto y se les lleva de un club a otro en autos BMW Serie 5. El horror de la tarifa fija o plana Además de los llamados clubes nudistas o saunas, donde los prostituidores van envueltos en una toalla y las mujeres están desnudas, se han establecido grandes burdeles que anuncian sus servicios como “todo incluido”. Cuando el Pussy Club abrió sus puertas cerca de Stuttgart en 2009, la gerencia lo publicitó de la siguiente manera: “Sexo con todas las mujeres por el tiempo que quieras y como quieras. Sexo. Anal. Oral sin preservativo. Tríos. Orgías. Sexo tumultuario”. El precio: €70 en el día y €100 por la noche. Según la policía, alrededor de 1.700 prostituidores aprovecharon la oferta durante aquel primer fin de semana. Llegaron autobuses de muy lejos y los periódicos locales afirmaban que hasta 700 hombres hicieron fila para entrar al burdel. Después, los prostituidores se quejaron del supuestamente mal servicio en chats de Internet, pues las mujeres ya no estaban en forma para ser usadas después de unas cuantas horas. El negocio se ha vuelto más rudo, dice Andrea Weppert, trabajadora social de Núremberg que ha trabajado con prostituidas durante más de 20 años, tiempo en que la cifra total de prostituidas se ha triplicado. En palabras de Weppert, más de la mitad de las mujeres carece de residencia permanente: viajan de un lugar a otro para poder ganar más dinero al ser “nuevas” en las diferentes ciudades. Actualmente, “un alto porcentaje de prostitutas no se retira a su hogar después del trabajo, sino que prácticamente vive en el espacio laboral”, narra una ex prostituida bajo el pseudónimo Doris Winter en un testimonio para la serie académica titulada The Prostitution Law. “Por lo general, las mujeres viven en las habitaciones donde trabajan”, añade. En Núremberg, esas habitaciones se alquilan por entre €50 y €80 al día, afirma la trabajadora social Weppert, pero el precio puede llegar a los €160 en burdeles donde hay muchos prostituidores. Las condiciones laborales de las prostitutas han “empeorado en años recientes”, señala Weppert. Dice que en toda Alemania “se ofrece un número significativamente mayor de servicios en condiciones de mayor riesgo y a cambio de menos dinero que hace 10 años”. La caída de los precios Pese al agravamiento de las condiciones, las mujeres llegan en masa a Alemania, el mayor mercado de la prostitución en la Unión Europea, un hecho confirmado incluso por los propietarios de los burdeles. Holger Rettig, de la UEGD, afirma que el flujo de mujeres de Rumania y Bulgaria ha aumentado drásticamente desde que ambos países empezaron a formar parte de la UE. “Esto ha causado la caída de los precios”, dice Rettig al tiempo que señala que el negocio de la prostitución “pertenece a la economía de mercado y no a la economía social”. El jefe de la policía de Múnich, Wilhelm Schmidbauer, lamenta el “explosivo aumento de la trata de personas de Rumania y Bulgaria”, pero agrega que no tiene acceso a los mecanismos necesarios para realizar una investigación. Con frecuencia se le prohíbe el uso de vigilancia telefónica. En consecuencia, dice Schmidbauer, “prácticamente no tenemos casos de trata de personas. No podemos probar nada”. Esto dificulta rastrear a quienes traen “mercancía fresca” a los burdeles alemanes desde los rincones más remotos de Europa, mercancía como Sina. En la oficina del centro de información para las mujeres de Stuttgart, Sina narró a las psicólogas el viaje que la llevó hasta los burdeles de tarifa fija en Alemania: la mayoría de las viviendas en Corhana, su pueblo de origen cerca de la frontera rumana con la República de Moldavia, carecen de agua corriente. Sina y otras jóvenes del poblado iban todos los días al molino por agua. Parece una escena de “Cenicienta”… todas las chicas soñaban con el hombre que un día vendría a rescatarlas de tan sombría cotidianidad. El hombre que llegó al pueblo a bordo de un enorme BMW se llamaba Marian. Para Sina fue amor a primera vista. Marian le dijo que había trabajo en Alemania y los padres de ella firmaron un formulario para otorgarle permiso, como menor, de salir del país. Durante el viaje hasta Schifferstadt, en el estado de Rhineland-Palatinate al suroeste, le dio alcohol a Sina y se acostó con ella. Marian la entregó al “No Limit”, un burdel de tarifa plana o fija. Sina tenía apenas 16 años y presuntamente atendía a hasta 30 prostituidores al día. A veces le daban unos cuantos cientos de euros. Marian, inquieto por las redadas de la policía, acabó por enviarla de regreso a Rumania. Sin embargo, Sina volvió y siguió en la prostitución con la esperanza de que un “cliente” se enamorara de ella y la rescatara. ‘Sin mejoras medibles’ ¿La ley de la prostitución en Alemania ha mejorado la situación de mujeres como Sina? Cinco años después de su aprobación, el Ministerio de la Familia evaluó los logros de la nueva legislación. El informe señala que los objetivos “se alcanzaron solo parcialmente” y que la desregulación “no había aportado ninguna mejora efectiva medible en la cobertura social de las prostitutas”. Ni las condiciones laborales ni la posibilidad de salir de la “profesión” han mejorado. Finalmente, no hay “a la fecha, prueba cabal” de que la ley haya disminuido el índice de delitos. Prácticamente ningún tribunal reportaba el caso de alguna prostituta que hubiera presentado una demanda para exigir su salario. Tan solo 1% de las mujeres encuestadas dijo haber firmado un contrato de trabajo como prostituta. El hecho de que el sindicato Ver.di elaborara un “contrato modelo de empleo en el sector de los servicios sexuales” no había cambiado nada. En un sondeo a cargo de Ver.di, la operadora de un burdel afirmó que valoraba la ley de la prostitución porque reducía la probabilidad de las redadas. De hecho, afirmó que la ley era más ventajosa para quienes operan burdeles que para las prostitutas. Quien desee operar una cafetería móvil en Alemania debe cumplir con la norma DIN 10500/1 para “vehículos destinados a la venta de alimentos perecederos” que estipula, por ejemplo, el requisito de contar con despachadores de jabón y toallas desechables. Quien desee operar un burdel no estará sujeto a restricciones de este tipo, basta con informar a las autoridades de la inauguración del local. Las prostitutas siguen evitando el registro ante las autoridades. En Hamburgo, con su famosa “zona roja” Reeperbahn, solo 153 mujeres cumplen con la normativa y se han registrado en la oficina fiscal de la ciudad. El gobierno quiere que las prostitutas paguen impuestos, ¿tiene, a cambio, que establecer reglas para la “profesión”? El extraño papel que asume el gobierno en el comercio sexual se pone en evidencia con las prostitutas que están en las calles de Bonn: cada noche, tienen que comprar un talón fiscal en una máquina, con vigencia hasta las 6.00 de la mañana del día siguiente. El talón cuesta €6. Sexo por una Big Mac En la zona norte de Colonia, donde las prostitutas drogadictas “trabajan” sobre la calle Geestemünder, cerca de la planta de Ford, no se colectan impuestos. En el marco de un proyecto social se han instalado “casetas de trabajo” (básicamente, lugares para estacionar el auto y tener sexo a bordo) bajo un techado tipo cobertizo. Aunque no hay señalamientos que indiquen que las instalaciones son para prostitución, la zona cercada ostenta un letrero donde se lee que el límite de velocidad es 10km/h y se solicita a quienes conducen los autos que se muevan en dirección contraria al reloj. En una fría noche primaveral, alrededor de 20 mujeres están de pie al borde del área. Algunas han traído sillas de acampar, otras están sentadas en paradas de autobús recicladas. Cuando el “cliente” ha acordado el precio con una de ellas, la lleva a una de las casetas. El techado tipo cobertizo alberga ocho casetas, además de una habitación para ciclistas y peatones, con piso de concreto y una banca de parque. Hay un botón de alarma en cada caseta y un grupo de mujeres católicas de servicio social monitorea la zona cada noche. Alia tiene 23 años y lleva una peluca rubia. Su cuerpo está constreñido debajo de un corsé e intenta ocultar el aliento a alcohol con una menta. Al hablar de sí misma y de las otras prostitutas que “trabajan” en la calle, Alia dice: “La gente que trabaja aquí tiene un verdadero problema”. Alia llegó a la calle Geestemünder después de haber abandonado sus estudios y tras haberse mudado con su novio, quien le dijo que se vendiera en la calle. Dice que empezó a “trabajar” como prostituta por “las dificultades económicas y por amor”, y muy pronto empezó a consumir marihuana, cocaína, anfetaminas y alcohol. Afirma que “no hay prostitución sin coerción y sufrimiento”. Lleva tres años prostituyéndose en la calle. “Una mujer sana no se dedica a esto”, apunta. La tarifa de sexo oral y coito solía ser de €40 en la calle Geestemünder; sin embargo, Alia cuenta que cuando la ciudad cercana de Dortmund clausuró la zona peatonal, vinieron más mujeres a Colonia. “Cada vez hay más y más mujeres, y cobran menos con tal de ganar algo, cualquier cosa”, se queja. Dice que las búlgaras y rumanas a veces cobran menos de €10. “Aquí hay mujeres que se venden incluso por una Big Mac”. El problema de la trata de personas en Alemania Lo cierto es que las mujeres provenientes de Europa Oriental rara vez llegan a la calle Geestemünder. Las desvían los puntos de control de pasaportes de la policía, pensados, de hecho, para encontrar y proteger a las víctimas de la trata y la prostitución forzada. Ahora las chicas “trabajan” en las calles del sur de Colonia, factor que sigue bajando los precios en el vecindario del norte. En 2007, Carolyn Maloney, congresista demócrata de Nueva York y fundadora del Comité sobre Trata de Personas en el Congreso de los Estados Unidos, escribió sobre las consecuencias de la legalización de la prostitución en y alrededor de Las Vegas, la meca del juego: “Érase una vez la ingenua creencia de que la prostitución regulada mejoraría la vida de las prostitutas, eliminaría la prostitución en las zonas donde siguiera siendo ilegal y eliminaría el crimen organizado del negocio. Como todos los cuentos de hadas, no es más que pura fantasía”. Los responsables de vigilar el cumplimiento de la ley en Alemania que trabajan en las llamadas “zonas de tolerancia” se quejan de que ahora es muy difícil tener acceso a un burdel con fines de supervisión. Alemania se ha convertido en un “centro de explotación sexual de jóvenes mujeres de Europa Oriental, así como un espacio para los grupos de crimen organizado de todo el mundo”, dijo Manfred Paulus, detective en jefe jubilado de la ciudad sureña de Ulm. Solía trabajar como vice detective y ahora se dedica a advertir a mujeres búlgaras y bielorrusas que no se dejen llevar a Alemania. En términos estadísticos, Alemania prácticamente no tiene problemas con la prostitución y la trata. Según la Oficina Federal de la Policía para Actividades Delictivas (BKA), en 2011 hubo 636 denuncias de casos de “trata de personas con fines de explotación sexual”, es decir, casi una tercera parte menos que diez años atrás. Trece de las víctimas tenían menos de 14 años, otras 77 eran menores de 18. Hay muchas mujeres de países de la UE “cuya situación indica que fueron víctimas de trata, pero es difícil aportar pruebas sostenibles en un tribunal”, señala el informe de la BKA. Todo depende del testimonio de cada mujer, dicen los autores, pero “hay poca voluntad de cooperar con la policía y los servicios asistenciales, en especial en el caso de presuntas víctimas de Rumania y Bulgaria”. Y cuando las mujeres se atreven a decir algo, “es común que se retracten después de sus declaraciones”. Condenas a la baja Un estudio del Instituto Max Planck de Derecho Penal Extranjero e Internacional concluyó que las cifras oficiales de la trata de personas “dicen poco sobre el alcance actual de este delito”. Según un informe sobre trata de personas recientemente presentado por Cecilia Malmström, comisionada europea para asuntos internos, hay más de 23.600 víctimas en la UE, y dos terceras partes de ellas sufren de explotación sexual. Malmström, sueca, observa indicios de que las bandas criminales están ampliando sus operaciones. Sin embargo, señala, el número de condenas va a la baja, pues la policía se ve rebasada en sus esfuerzos por combatir la trata. El informe exhorta a Alemania a hacer más por atender el problema. Pero, ¿y si la ley de prostitución en Alemania estuviera beneficiando, de hecho, a los tratantes de personas? ¿La ley ha, en realidad, fomentado la prostitución y, en consecuencia, la trata de personas? Axel Dreher, profesor de política internacional y desarrollo de la Universidad de Heidelberg, ha intentado responder a estas preguntas con datos provenientes de 150 países. Las cifras son imprecisas, como todas las estadísticas relacionadas con la trata y prostitución, pero consiguió identificar una tendencia: ahí donde la prostitución está regulada, hay más trata de personas que en ningún otro lugar. La mayoría de las mujeres que llegan a Alemania para prostituirse no fueron secuestradas en las calles y, las más, no creen realmente que trabajarán en una panadería alemana. Lo más común es que se trate de mujeres como Sina que decidió seguir a un hombre del que se había enamorado hasta Alemania, o como Alina, conscientes de que se convertirán en prostitutas. Sin embargo, es muy raro que sepan lo mal que lo pasarán y, definitivamente, no saben si con estos “trabajos” podrán quedarse con algo del dinero que ganen. Hay casos aún más preocupantes. En diciembre, los televidentes alemanes quedaron impactados tras ver el programa “Wegwerfmädchen” (“Chicas desechables”), parte de la serie delictiva “Tatort”, grabado en la ciudad de Hanover en el norte del país. El programa muestra a varios proxenetas en el momento de arrojar a dos jóvenes gravemente heridas a un contenedor de basura después de una orgía. Unos cuantos días después de que el episodio fuera transmitido, la policía de Múnich encontró a una chica llorosa y apenas vestida en un pequeño parque. El calabozo de Isar La chica rumana de 18 años había huido de un burdel. Le contó a la policía que tres hombres y dos mujeres se habían acercado a ella en las calles de su pueblo de origen. Este grupo de extraños le prometió trabajar como niñera. Al llegar a Múnich le vendaron los ojos y la llevaron a una celda en un sótano, con una puerta que solo podía abrirse mediante un código de seguridad. En aquella habitación oscura había otra chica sentada en una litera y se oía agua correr detrás de las paredes. La policía cree que este lugar clandestino se encontraba en una fábrica vacía cerca del río Isar, que atraviesa Múnich. Los hombres la violaron y, cuando se negó a trabajar en un burdel, la golpearon. Al principio la policía dudó, pero la chica recordaba los nombres de sus proxenetas. Fueron arrestados y se encuentran bajo custodia. Ya que se niegan a responder durante los interrogatorios, la policía aún no encuentra el escalofriante calabozo y la chica rumana ahora forma parte del programa de protección de testigos. A veces, las mujeres son enviadas por sus propias familias, como es el caso de Cora, de Moldavia. Tiene 20 años, calza un par de suaves pantuflas con enormes ojos cosidos al frente, busca un gorro en sus bolsillos. Cora vive en un hostal a cargo de un centro rumano de asistencia a víctimas de trata. La psicóloga de Cora cuenta que cuando las chicas moldavas cumplen 15 o 16 años es común que su padre o sus hermanos les digan: “Puta, vete a ganar dinero”. Los hermanos de Cora llevaron a su atractiva y dócil hermana a una discoteca en la ciudad más cercana. Su tarea solo consistía en servir bebidas, pero ahí conoció a un hombre con contactos en Rumania. “Me dijo que allá podría ganar mucho más en las discotecas”. Cora se fue con él, primero a Rumania, después a Alemania. ‘Proceso de emancipación’ Tras ser violada durante un día entero en Nuremberg, ya sabía lo que tenía que hacer. Trabajó en un burdel en Frauentormauer, uno de los distritos de prostitución más antiguos de Alemania. Recibía a los hombres en su habitación, dice que hasta 18 horas cada día. Cuenta que los oficiales de la policía también frecuentaban el burdel, en calidad de “clientes”. Cora dice que “no se daban cuenta de nada, o no les importaba”. El burdel recibió a muchos “clientes” en la Noche Buena de 2012. Cora narra que su proxeneta le exigió trabajar un turno de 24 horas y la apuñaló en la cara cuando se negó. La herida sangraba profusamente, tanto, que le permitieron ir a un hospital. Un “cliente” que le había dado su número de celular la ayudó a huir a Rumania, donde presentó cargos contra su torturador. Cuenta también que el proxeneta la llamó hace poco y amenazó con ir a buscarla. A pesar de historias como la de Cora, los políticos en Berlín no se sienten presionados a actuar. En parte, se debe a que dentro del debate sobre la prostitución una postura ideológicamente correcta pesa más que la deplorable realidad. Por ejemplo, cuando la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hamburgo organizó un congreso sobre la prostitución en Alemania hace un año, uno de los asistentes afirmó que la prostitución “en tanto oficio sexual reconocido, vive un proceso de emancipación y profesionalización”. Rahel Gugel, profesora de derecho, se queda estupefacta ante tales afirmaciones: “Es absurdo, no tiene nada que ver con la realidad”. Gugel es catedrática de derecho y servicio social en la Universidad Estatal Cooperativa de Baden-Württemberg, la ley de la prostitución fue el tema de su tesis y ha trabajado para una organización de asistencia. Quienes defienden la legalización argumentan que toda persona tiene derecho de realizar cualquier profesión que elija. Algunas feministas incluso encomian a las prostitutas por su emancipación, pues dicen que las mujeres deben poder hacer con su cuerpo lo que les plazca. No obstante, en la práctica se hace evidente la falta de claridad de la frontera entre la prostitución voluntaria y la forzada. ¿Las mujeres como Alina y Cora ejercieron la prostitución por voluntad propia? ¿Tomaron decisiones autónomas? “Lo políticamente correcto en Alemania es respetar las decisiones de cada mujer”, dice la abogada Gugel, “pero si quieres protegerlas, este no es el camino”. El enfoque equivocado de Berlín Según Gugel, muchas mujeres enfrentan dilemas emocionales o económicos. Hay evidencias de que el número de prostitutas que sufrieron violencia o fueron desatendidas en la niñez supera al promedio en otras actividades. Las encuestas han demostrado que muchas de ellas pueden ser consideradas como personas traumatizadas. Las prostitutas sufren de depresión, trastornos de ansiedad y adicción en índices mucho más altos que el resto de la población. La mayoría de ellas han sido violadas, muchas de manera constante. En las encuestas, la mayoría de ellas dice que dejaría la prostitución de inmediato si pudiera hacerlo. Claro que también hay mujeres que deciden que es mejor vender sus cuerpos que abastecer anaqueles en un supermercado. Sin embargo, todo indica que son una minoría, aunque es una minoría vocalmente representada por unas cuantas propietarias de burdeles y cabilderas a favor de la prostitución como Felicitas Schirow. Para la profesora de derecho Gugel, la ley alemana tiene un enfoque fundamentalmente equivocado, ya que es necesario limitar la prostitución y penalizar a los “clientes”. Su voz no encuentra eco en Alemania. Sin embargo, la tendencia en Europa es otra. Algunos de los países que alguna vez quisieron seguir las huellas alemanas están cambiando el rumbo y ahora siguen el ejemplo sueco. Dos años antes de que Alemania aprobara la ley de la prostitución, Suecia adoptó un enfoque contrario. La activista Kajsa Ekis Ekman lucha por convencer al resto de Europa de emular a su país. Desde que publicó un libro donde describe la vida de las prostitutas, Ekman se ha dedicado a viajar de una ciudad europea a otra como una especie de embajadora del combate de la trata de personas. A mediados de abril, la campaña de Ekman la llevó a KOFRA, un centro para mujeres en Múnich. Ekman es rubia, de ojos azules, menuda y llena de vida. Se sienta en una angosta silla de madera y está tan ansiosa por hablar que la taza de café se enfría, intocada, como si no hubiese suficiente tiempo para decir todo lo que considera importante. Cuando estudiaba en Barcelona, Ekman compartía su vivienda con una mujer que se prostituía. Fue testigo de la forma en que los proxenetas dominan a sus “empleadas” y comenta: “He estado activa en el tema desde que vi la manera en que mi compañera vendía su cuerpo”. Al volver a Suecia, se quedó atónita ante un debate público sobre el amor libre y la autodeterminación de las prostitutas. “Lo que yo vi era muy distinto”, afirma. Penalizar a los “clientes”, no a las prostitutas En 1999, cuando Suecia ilegalizó la compra de servicios sexuales, sus vecinos europeos se mostraron incrédulos. Era la primera vez que se penalizaba a los “clientes” y no a las prostitutas. “Ahora la prostitución prospera en la clandestinidad”, publicó el influyente diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, afirmando que se trataba de “una derrota para el movimiento de las mujeres en Suecia” y especulando que “el feminismo dogmático” era responsable de la situación. ¿Puede una sociedad que se quiere libre de mojigatería penalizar a los hombres que van con prostitutas? Puede, dice Ekman, y cita los éxitos de su país, donde cada vez menos hombres pagan por sexo y quienes lo hacen se sienten cada vez más avergonzados. “Antes de que nuestra ley entrara en vigor, uno de cada ocho hombres en Suecia había estado con una prostituta; esa cifra ahora es uno de cada 12”. Desde luego, aún hay prostitución en Suecia, pero la prostitución en las calles ha disminuido 50%. El número total de prostitutas pasó de aproximadamente 2.500 a alrededor de 1.000 o 1.500. Los proxenetas introducen a mujeres de Europa del Este al país en minivans y no es raro que se queden en los suburbios de las ciudades, pero la prostitución ya no es un gran negocio. Los críticos del modelo dicen que ha aumentado la prostitución en departamentos y por medio de Internet, y que los hombres simplemente van a burdeles en países bálticos o Europa del Este. La ley sueca no se basa en el derecho de la prostituta de tomar decisiones autónomas, sino en la igualdad entre hombres y mujeres, consagrada tanto en la constitución sueca como la alemana. Su argumento, en términos sumamente simples, es que la prostitución constituye una forma de explotación donde siempre hay un desequilibrio de poder. La lógica sueca es que el hecho de que los hombres puedan comprar a las mujeres para acostarse con ellas perpetúa una percepción de la mujer que socava la igualdad de derechos y daña a todas las mujeres. ‘Enchúlame el burdel’ Suecia penaliza a los compradores de sexo, a los proxenetas y a los tratantes de personas, no a las prostituidas. Este enfoque busca disuadir la demanda del sexo a cambio de dinero y restar rentabilidad a los tratantes y explotadores. Hace dos años, el gobierno sueco incrementó la pena máxima para quienes compran sexo, pues pasó de seis a 12 meses en prisión. Aunque la policía no siempre se muestra especialmente asidua en el tema, se ha arrestado a más de 3.700 hombres desde 1999. En la mayoría de los casos únicamente se les obligó a pagar multas. También hay debates en Suecia en torno a la idoneidad de la ley y su carácter restrictivo, pero lo cierto es que goza de considerable apoyo entre la población. A diez años de su promulgación, más de 70% de las personas suecas dicen apoyar la penalización de los hombres que pagan por sexo en lugar de las prostituidas. En Alemania, por el contrario, la situación es tal que el canal de televisión RTL II tiene un programa donde un equipo de “enchuladores de burdeles” recorre el país y visita “burdeles en problemas” para brindar asesoría e impulsar el “negocio del sexo”. Iniciativas como esta motivaron a Alice Schwarzer, editora de la publicación feminista EMMA, a vislumbrar “como meta en el corto plazo, un debate social que culmine con la condena de la prostitución en lugar de su aceptación e incluso fomento, como sucede hoy” en Alemania. Pierrette Pape considera que la forma en que la prostitución es vista en cada país tiene consecuencias: “Actualmente, los niños suecos crecen sabiendo que comprar sexo constituye un delito. Los niños holandeses crecen con la idea de que hay mujeres a la vista en vitrinas que pueden solicitarse como mercancías de fabricación masiva”. Pape es portavoz del Lobby de Mujeres Europeas en Bruselas, colectivo que agrupa a 2.000 organizaciones de mujeres en Europa. Pape se dice asombrada de que Alemania no esté revisando seriamente sus políticas relacionadas con la trata de personas: “El debate tiene lugar en toda Europa y esperamos que los políticos y las organizaciones de ayuda en Alemania presten más atención a los derechos humanos de lo que han hecho hasta ahora”. Ya son varios los países europeos que siguen el modelo sueco. En Islandia, donde se ha adoptado una legislación similar, los políticos están ponderando la prohibición de la pornografía en línea. Desde 2009, Noruega penaliza a los “clientes” de las prostitutas. En Barcelona es ilegal emplear los servicios de una prostituta en la calle. El enfoque francés Según la ley promulgada en Finlandia en 2006, los hombres están sujetos a penalización si son “clientes” de una prostituta que “trabaja” para un proxeneta o es víctima de trata. Sin embargo, ha resultado imposible demostrar que un hombre esté al tanto de esta situación. Actualmente, el Ministerio Finés de Justicia está preparando un informe para que el país considere la adopción del modelo sueco. Son muchas las personas que desean emular a Suecia en Francia. Poco después de asumir el cargo, la ministra responsable de los derechos de las mujeres, Najat Vallaud-Belkacem, hizo una audaz declaración: “Mi objetivo es que la prostitución desaparezca”. Tanto políticos como sociólogos calificaron la idea de utópica y hubo manifestaciones de prostitutas en contra de la iniciativa en las calles de Lyon y París. La propuesta de ley de Vallaud-Belkacem estipula hasta seis meses en prisión y una multa de €3.000 para los “clientes”. Probablemente pasará algún tiempo antes de que convenza al gobierno.[1] ¿Y en Alemania? Los políticos discuten en Berlín mínimos cambios a la ley de la prostitución y al final no resuelven nada. En 2007, la entonces ministra de la familia Ursula von der Leyen, perteneciente al partido Unión Demócrata Cristiana (UDC), al que también pertenece la Canciller Angela Merkel, pretendió hacer que los burdeles estuvieran sujetos a aprobación gubernamental. Contaba con el apoyo de Annegret Kramp-Karrenbauer, del mismo partido y, en aquel entonces, ministra del interior de Saarland (actualmente gobernadora del mismo estado). Sin embargo, no lograron la mayoría dentro del partido y la propuesta quedó en nada. En 2008, el Congreso de la Equidad y las ministras de las Mujeres intentaron presentar una normativa que sometiera a los operadores de los burdeles a una prueba de confiabilidad. Consultaron la propuesta con sus colegas en el Encuentro de Ministros del Interior, pero no tuvieron éxito. Sin mayores cambios En 2009, políticas de la CDU, del Partido Socialdemócrata, del Partido Democrático Libre (de espíritu empresarial) y el Partido Verde en el estado sudoccidental de Baden-Württemberg convocaron al Bundesrat, el órgano legislativo que representa a los estados alemanes, a pronunciarse en contra de “los inhumanos servicios de tarifa plana” … pero la ley permaneció intacta. Los Países Bajos optaron por la desregulación legal dos años antes que Alemania. Tanto el ministro holandés de justicia como la policía reconocen que no ha habido mejoras tangibles para las prostitutas desde entonces. En general, su estado de salud está más deteriorado que antes y cada vez son más las adictas a las drogas. La policía calcula que entre 50 y 90% de las prostitutas no ejercen de manera voluntaria. Lodewijk Asscher, socialdemócrata, afirma que la legalización de la prostitución fue “un error nacional”. Ahora el gobierno holandés planea acotar la ley para combatir el aumento de la trata y la prostitución forzada. Alemania está lejos de ese punto. Los Verdes, que desempeñaron un papel fundamental en el apoyo a la ley de la prostitución hace 12 años, no se arrepienten. La portavoz Kerstin Müller, dirigente de la bancada del Partido Verde en el parlamento en aquella época, dice que hoy se ocupa de otros temas. Irmingard Schewe-Gerigk, también parlamentaria del Partido Verde cuando la ley se aprobó, dice: “La ley fue buena. Solo que debimos haberla puesto en práctica más a fondo”. Es interesante notar que Schewe-Gerigk es, actualmente, presidenta de la organización de derechos de las mujeres Terre des Femmes, cuya meta es lograr “una sociedad sin prostitución”. El tercer pionero de la nueva ley en aquel tiempo, Volker Beck, sigue apoyándola al día de hoy. Beck, ex portavoz oficial de su partido en asuntos legales, sí está de acuerdo en tener nuevos programas de asistencia y salida de la prostitución; sin embargo, afirma que Suecia no puede ser el modelo a seguir por Alemania, pues “la prohibición no mejora nada, porque solo se conseguirá que la prostitución tenga lugar en sitios difíciles de monitorear”. Dice, además, que “las bandas criminales tomarán el control del negocio”, como si las personas que hoy lo dominan fueran empresarios respetables. ‘El terreno de la ilegalidad’ No todos los Verdes piensan igual. “Un importante segmento del sector ya está operando en el terreno de la ilegalidad”, dice Thekla Walker de Stuttgart, presidenta de la organización estatal de los Verdes, quien ha buscado modificar el enfoque de su partido frente a la prostitución. Una moción presentada por Walker durante una convención de su partido hace un mes apunta: “La prostituta autónoma que imaginamos al promulgar la ley en 2001, la mujer que negocia en igualdad de condiciones con su cliente y puede sostenerse con sus ingresos, es una excepción […] Las leyes actuales no protegen a las mujeres de la explotación, sino que les otorgan, acaso, la libertad de permitirse ser explotadas […] El Partido Verde no puede hacer caso omiso ante las catastróficas condiciones laborales y de vida de tantas prostitutas”. Pero sí, hicieron caso omiso. Walker retiró la moción porque no tenía oportunidad de conseguir la mayoría, aunque el partido ha afirmado la voluntad de revisar la ley a fin de determinar si necesita mejoras. En Alemania, quienes se pronuncian contra la legalización son consideradas “personas mojigatas y moralistas”, afirma la profesora Gugel, catedrática de derecho. Además, dice que nada indica “que los políticos tengan suficiente interés en el tema”. Sin embargo, la ministra de la familia Kristina Schröder, sí se decidió a tomar medidas drásticas contra la trata y la prostitución forzada. “Pese a nuestros grandes esfuerzos, ha sido imposible alcanzar la unanimidad de los cuatro ministerios implicados”, declaró. Su deseo de regular más estrictamente a los burdeles fracasó ante la oposición de la ministra de justicia Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, quien considera innecesario reformar la ley y repite el falso argumento según el cual la ley alemana saca a las mujeres de la ilegalidad y la ley sueca las arroja a la clandestinidad. Ante semejante desacuerdo, sería un milagro que el gobierno concretara pronto la decisión de proteger a las víctimas de la trata de manera más efectiva. Todo indica que las mujeres tendrán que seguir defendiéndose por su cuenta. Completamente legal Alina, originaria de Sânandrei, logró escapar del burdel Airport Muschis. Después de una redada, ella y otras 10 mujeres huyeron hacia un restaurante turco del barrio. El hermano del dueño, habitual cliente, escondió a las mujeres y alquiló un autobús con sus propios medios. Hizo todo por llevarlas a Rumania. Los proxenetas intentaron detener el autobús, pero las mujeres consiguieron escapar. Alina vive nuevamente con sus padres. No les ha contado lo que vivió. Trabaja, pero no quiere decir en qué. Lo que gana es suficiente para su transporte, ropa y algo de maquillaje. A veces, Alina acude a AIDrom, un centro de apoyo a víctimas de trata en Timisioara, en el oeste de Rumania, donde conversa con la psicóloga Georgiana Palcu, quien intenta encontrarle un hueco en los programas de capacitación para peluqueras o cocineras. Palcu dice que las charlas con las jóvenes que vuelven de Alemania son “infinitas y difíciles”. Las exhorta a ser optimistas. Sin embargo, Palcu no se hace ilusiones. Aun cuando una chica pueda capacitarse, difícilmente aceptará esos empleos, ya que no ganará más de €200 en una semana de 40 horas laborales. En consecuencia, muchas regresan a Alemania, donde fueron maltratadas y prostituidas, solo para “trabajar” en lo mismo. Y se pregunta: “¿Qué les puedo decir? Es la realidad. Nadie vive con €200”. El burdel Airport Muschis que estaba en Schönefeld ya no existe. En su lugar se encuentra Club Erotica, un burdel que no ofrece tarifas planas o fijas. No obstante, los prostituidores siguen teniendo muchas opciones en la zona. A unos cuantos kilómetros, en Schöneberg, el burdel King George ahora ofrece tarifa plana. Los administradores promueven el slogan “Geiz macht Geil”, que podría traducirse como “lo barato calienta”. Por €99, los “clientes” pueden disfrutar de sexo y bebidas hasta la hora de cierre del local. Con costo adicional se ofrece sexo anal, oral sin preservativo y besos con lengua. EL burdel King George ofrece “fiestas gang-bang”, la modalidad de sexo multitudinario en que varios hombres penetran a una sola mujer a la vez, los lunes, miércoles y viernes. Es completamente legal. [1] Francia se sumó a la lista de países abolicionistas en abril de 2016. N. de la t.
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Francia arresta al menos dos hombres al día por comprar sexo bajo la nueva ley abolicionista19/4/2017 Texto original: http://news.trust.org/item/20170413133816-ylnve/ Traducción: Liliana M Forero Montoya "Quienes pagan por sexo son ahora reconocidos como personas que, aprovechando su poder económico, explotan sexualmente mujeres en situación de vulnerabilidad” Por Lin Taylor LONDRES, Abril 13 (Fundación Thomson Reuters) – Al menos dos personas al día son arrestadas en Francia bajo la nueva ley que criminaliza y castiga a quienes pagan por sexo, en lugar de castigar a las personas explotadas en la prostitución, ha dicho el jueves una organización internacional. Desde que la ley francesa para reducir la explotación sexual fue aprobada hace un año, 937 personas han sido arrestadas por pagar por sexo, de acuerdo con la Coalición por la Abolición de la Prostitución (CAP Internacional), la cual está conformada por 18 organizaciones para la atención a víctimas de explotación sexual en el mundo. "Quienes pagan por sexo son ahora reconocidos como personas que, aprovechando su poder económico, explotan sexualmente mujeres en situación de vulnerabilidad”, afirma Gregoire Thery, director ejecutivo de CAP en una entrevista telefónica con la Fundación Thomson Reuters. "El objetivo de la ley es reducir la escala de la prostitución, el proxenetismo y la trata de personas en Francia, eliminar la represión de las víctimas y la impunidad de los explotadores". Thery afirma que existen entre 30,000 y 40,000 personas explotadas en la prostitución en Francia - cerca del 90 por ciento de ellas son víctimas de trata de personas, principalmente desde Bulgaria, Rumania, China y Nigeria. Nº de prostituidas arrestadas antes y después de la implantación de la ley versus nº de "compradores de sexo" arrestados desde la implantación de la ley
Bajo esta ley, aquellos que pagan por sexo enfrentan multas por encima de 1,500 euros ($1,596) para la primera ofensa, y sobre 3,750 euros ($3,990) por la reincidencia. Thery afirma que se ha logrado intercambiar la carga criminal de la víctima al “cliente-explotador”, lo cual hace a Francia menos atractiva para los proxenetas y traficantes. Añade que la represión puede empujar la problemática hacia los países vecinos o incrementar su oferta en internet, lo cual será más difícil de monitorear por las autoridades. Francia sigue los pasos del Norte de Irlanda, Canadá, Suecia, Noruega e Islandia, en la introducción de leyes que castiguen al “cliente” sin criminalizar a las personas explotadas en la prostitución. Muchas personas explotadas en la prostitución no tienen derecho a trabajar en Francia, la ley establece un camino para que quienes quieren dejar la prostitución reciban apoyo financiero, acceso a capacitación y oportunidades laborales, vivienda social y permisos de residencia para las víctimas extranjeras de trata de personas. (Reporting by Lin Taylor @linnytayls, Editing by Katie Nguyen. Please credit the Thomson Reuters Foundation, the charitable arm of Thomson Reuters that covers humanitarian issues, conflicts, global land and property rights, modern slavery and human trafficking, women's rights, climate change and resilience. Visit http://news.trust.org to see more stories) Por Huschke Mau. Integrante de la asociación Sisters e, V. y superviviente de la prostitución Publicado el 20 de febrero de 2017. Texto original: http://huschkemau.de/2017/02/20/was-bedeutet-solidaritaet-mit-prostituierten/ Traducción: Adriana Zaborskyj Desde hace días me asalta la pregunta de cómo puedo expresar lo que es para mí la solidaridad hacia las prostituidas. La razón es la Ley de Protección a las Prostitutas, que viene este verano y su consiguiente obligación de darse de alta. Lo digo desde el principio: si alguna vez tuviera que volver a prostituirme porque estuviera en una situación de emergencia de la que no pudiera salir, no me daría de alta. Me cortaría la mano derecha antes de hacerlo. He hablado extensamente sobre el requisito del registro (así como sobre la obligatoriedad del asesoramiento y del uso del condón) porque la introducción del modelo nórdico, con su sanción para los puteros, ni siquiera se ha tomado en serio en el debate en Alemania como yo lo hubiera deseado. Pero también, porque la obligatoriedad de darse de alta para las prostituidas extranjeras, que vienen de casas pobres y tienen que “trabajar” aquí, y para el actual 70% a 90% de todas las prostituidas, significaría una mejora de su estatus actual en comparación con su estatus anterior. La obligatoriedad de darse de alta posibilita, no sólo poder saber dónde se encuentran actualmente estas mujeres, es también una protección para aquellas que “desaparecen” porque ya no pueden seguir siendo “usadas”, están demasiado destruidas o se han resistido. También posibilita que las prostituidas extranjeras, que han “trabajado” aquí y han pagado impuestos (pues se ve que el estado alemán diligentemente se beneficia comercialmente del abuso sexual de mujeres), además de tener obligaciones tributarias, finalmente se les concedan algunos derechos: por ejemplo tener el derecho a la seguridad social que les posibilitaría salir de su situación de prostitución. Esto es importante. Lo que nosotras las abolicionistas hemos logrado ha sido correcto e importante, pero sin embargo hay un PERO y ese PERO es gigante. Siempre he dicho que comprendo bien a las prostituidas alemanas que están en contra de la obligatoriedad de darse de alta y que odian todo lo que tenga que ver con las autoridades. Nunca olvidaré cuan apartada de la sociedad, criminalizada y sin derechos me sentía cuando tenía que prostituirme. Entiendo muchas de las demandas de las prostituidas alemanas, aún cuando se llamen a sí mismas “trabajadoras sexuales” (por ejemplo la petición de ser dejadas en paz por el estado). Yo también lo habría querido. En una situación en la que, para la mayoría de las mujeres prostituidas, ha significado no tener más opción que la de prostituirse, no hay nada más comprensible que el deseo de, por lo menos, en una situación de mierda como esa, no tener que adicionalmente ser acosada con esa basura represiva, siendo que el mismo estado, en la mayoría de los casos, les ha abandonado (falta de intervención en el maltrato infantil, falta de atención para las víctimas de violencia sexual, falta de condenas en casos de violación, persecución negligente de la violencia doméstica, la prostitución forzada, el abuso, la coerción, etc., sanción económica para las mujeres que se separan de los hombres, una degradación del nivel social y financiero para las madres solteras, etc.). Recuerdo una vez, en un piso burdel, cuando tuvimos una visita de la policía: ellos sentados en la cocina, donde procedieron a revisar nuestra documentación y nos informaron que por nuestra actividad deberíamos pagar impuestos. Todo eso, mientras nosotras estábamos de pie en ropa interior, aturdidas, demacradas, a mi compañera se le veían en el abdomen los moratones (causadas por el dueño del burdel) y yo con 19 años siendo “guiada y capacitada” por un policía acerca de la prostitución (ahora sé que debido a mi edad aplicaba el castigo por trata de personas), en medio de dos perros de combate gigantes del dueño del burdel y al lado del administrador que nos controlaba. La segunda vez que tuve una visita, esta vez de la policía estatal, querían saber si con las filmaciones hechas por el jefe del burdel, había sido chantajeado alguno de los “clientes” (había cámaras en el pasillo y después me enteré que en las habitaciones también). No se les ocurrió pensar que las cámaras estaban allí para controlarnos a nosotras (para saber el número de “clientes”) y para extorsionarnos a nosotras (las grabaciones de lo que pasaba en las habitaciones fueron hechas sin nuestro consentimiento). Por supuesto, no llegaron a estas conclusiones o hicieron como si no fueran relevantes. Esto es lo que le interesa al estado alemán: los impuestos y que todo se ejecute sin problemas. El estado no te pregunta: ¿estás voluntariamente aquí?, ¿necesitas ayuda? o ¿quieres hablar con nosotros sin estos tipos como armarios a tu lado?, ¿quieres salir de aquí?, y si es así, ¿qué necesitas para poder hacerlo?. Este estado es patriarcal y si puede seguir explotando financiera y sexualmente a las mujeres afectadas lo va a hacer. Es una maravilla poder ver que el estado ahora usa la obligatoriedad del alta en la seguridad social para enviar cualquier alta inmediatamente a la oficina de impuestos y asegurarse un pedazo del pastel. Si alguna vez tuviera que volver a prostituirme no cumpliría con tal requerimiento. Yo apoyaba la obligatoriedad de darse de alta porque en aquel momento era todo lo que podíamos recibir y porque la seguridad social, y con ella una posibilidad de salida, era todo lo que había para las prostituidas extranjeras, era mejor que nada, y porque me parecía más importante comparado con las preocupaciones de las prostituidas alemanas (que ahora tienen que bregar con las autoridades). Sin embargo me queda un sabor amargo. Porque incluso resulta traumática la sensación de seguir estando apartada de la sociedad PERO al mismo tiempo estar siendo obligada (por las circunstancias, por ejemplo) y castigada por ello; estar siendo controlada y teniendo que pagar (impuestos) para poder sobrevivir; estar siendo, al mismo tiempo, abandonada por el estado PERO tratada de forma represiva; tener en realidad dos proxenetas, uno un tipo y el otro el estado. Tener miedo de las autoridades y de las instituciones del estado es algo muy extendido no solamente entre la gente pobre o los refugiados, sino también entre las prostituidas. Aún ahora, sufro con la horrible sensación de no poder reclamar algo a lo que tengo derecho. Me veo predispuesta a ver a las instituciones estatales como enemigas y a que me den medios infartos cada vez que recibo una carta de una autoridad. Son comprensibles las demandas de las prostituidas alemanas, frente las cuales el estado se mantiene lejos. Me molesta cuando se piensa en las prostituidas alemanas como si fueran prostituidas voluntarias y como si pudieran salir de ello en cualquier momento sólo con quererlo. No hay solamente “prostituidas forzadas extranjeras”, por una parte, y “prostituidas voluntarias alemanas” por la otra. El 90% de todas las prostituidas quieren salir de la prostitución, mejor ahora que mañana, pero tampoco significa que al 10% restante se le pueda reprochar que apoyan el patriarcado o que son sus cómplices (y tampoco es que ese 10% esté constituido exclusivamente por mujeres alemanas). Quien tenga una visión en blanco y negro, haciendo la división entre prostituidas extranjeras, prostituidas raptadas, prostituidas forzadas encadenadas en un sótano y, como opuesto, prostituidas alemanas voluntarias, lo hace a la ligera. Y quien además llame a este último grupo “putas”, por hacerlo libremente, no está de mi lado. No es solidario con las prostituidas, para mi es solamente una cosa: un enemigo de las mujeres. Pues si una de nosotras es una “puta” entonces todas lo somos, y también lo son aquellas mujeres no prostituidas. La división de las mujeres en “mujeres honorables” y “putas” es básicamente patriarcal y no quiero que las mujeres lo vean como algo normal y lo asuman así para avergonzar a una parte de las mujeres prostituidas por lo que hacen. Hay dueñas de burdeles y de negocios de este tipo que se han organizado bajo el pretexto de “sindicato de putas” (BSD / BesD,siglas de asociaciones alemanas de prostitutas) y que se ponen del lado de los derechos de los proxenetas y no hablan para nada en defensa de las prostituidas sencillamente porque se lucran de su abuso. Por lo tanto es lógico que estén en contra de la obligatoriedad del uso del condón y de elevar la edad mínima a los 21 años para el ejercicio de la prostitución. A estas personas pertenecen los llamados “administradores“ (explotadores) y de ellos son los ecos de los aplausos que hacen temblar las paredes. Pero ellas no son “putas”. Y ninguna de las llamadas “trabajadores sexuales” es una “puta”. Y ninguna de las que lo hace libre y voluntariamente es una “puta” En los primeros años, dicho sea de paso, yo también dije que lo hacía libre y voluntariamente porque la violencia de la que fui objeto me parecía normal. El abuso sexual era para mí sexo normal. La única solución (la prostitución) para mi precaria situación ERA al menos eso: una solución. Cada una de nosotras las prostituidas tiene sus razones para lo que hace. No se debe jamás, bajo ninguna circunstancia señalar a ninguna de nosotras por hacer lo que hace. En los comentarios (de Facebook) sobre un artículo de la revista VICE (“10 preguntas que no te atreverías a hacerle a una trabajadora sexual”) se dice que esa mujer apoya al patriarcado y que es tan inescrupulosa hacia otras prostituidas que enferma. Ella no es una explotadora que no haya tenido que poner su propio culo. Esta mujer también debe tener razones para su prostitución (y para dejarse torturar por dinero, dejarse insultar y dejarse inflingir dolor). No porque no nos presentó tales razones impresas en su camiseta no significa que no las tenga. No quiero decir que las mujeres tengan que justificarse por eso. No recriminamos a las mujeres que llegan a las casas de acogida para mujeres maltratadas y que luego vuelven con su maltratador porque apoyan así al patriarcado, o a las mujeres que no denuncian el abuso sexual o que hacen prácticas sexuales sado masoquistas. Siempre está bien tener en cuenta en qué estructuras se desarrollan este tipo de cosas. Pero lo que nunca está bien es responsabilizar a la mujer por tales estructuras y avergonzarla por aquello que la motiva internamente o que la obliga. La prostitución es violencia y es una parte de la guerra contra las mujeres. En la guerra todo el mundo tiene las manos sucias. Visto así, yo también soy culpable y cómplice pues a mí llegaron hombres que querían perder su virginidad. Yo les dejé claro que necesitaba el dinero, pero con esto también les mostré que era perfectamente correcto y una linda experiencia ir donde una prostituida, y seguramente posibilité que lo repitieran. Dije por supuesto lo que ellos querían escuchar, que yo mi “hobby lo volví una profesión” (al pensar en esto ahora podría vomitar), es lo que se llama vinculación de clientes habituales y quizás ellos lo crean y lo generalicen con otras prostituidas. Visto de esta manera soy la victimaria para aquellas prostituidas a las que este putero les tendría que pagar después de mi. Pero no fue con mala intención, conscientemente o a pesar de tener otra alternativa, pues no tenía otra opción. A las mujeres no prostituidas que me señalan con el dedo les preguntaría con qué tipo de comportamientos apoyan al patriarcado, inclusive diariamente (¿haciéndo la vista gorda ante consumo de pornografía del hombre?, ¿no diciendo nada ante chistes sexistas de los amigos?, ¿no evitando ponerse tacones, a pesar de que duelen ya los pies, sólo porque una mujer debe verse siempre guapa?, ¿rasurarse la vagina porque los señores adictos al porno prefieren ver un coño que les recuerde a una chica prepúber?, ¿comprar cosas a una empresa que usa publicidad sexista?). No podemos culpar seriamente a las mujeres que se mueven dentro de tales estructuras por no moverse dentro de ellas sin llegar a ser tocadas. Y es por esto que el abolicionismo es el primer paso no sólo para que las mujeres no TENGAN que prostituirse, sino también para que les sea PERMITIDO. TODAS las madres solteras que viven de la seguridad social tienen derecho a prostituirse, sin registrarse y sin pagar impuestos. Toda mujer tiene el derecho a prostituirse si cree que TIENE QUE (en la mayoría de los casos no hay una “decisión” sino que no hay “ninguna otra opción”) porque se mueve en unas estructuras que (supuestamente) no le dan otra alternativa, ya que tiene hambre, conflictos psicológicos, traumas no resueltos o si cree que es divertido (aunque se descubra luego que al tomar esta decisión ya estaba condicionada por la violencia). Pero lo que no podemos olvidar nunca, absolutamente nunca, es que el abolicionismo NO aboga por prohibir la prostitución a las prostituidas, sino que aboga para que trabajen en condiciones en las que no estén en situación de “necesidad de hacerlo” y, sobre todo, castigar a quienes sacan provecho de la prostitución. Estos son: el estado, los dueños de los burdeles, los proxenetas y los puteros, y evitar la explotación futura. Sí, las prostituidas alemanas tienen algunos privilegios en comparación con las extranjeras (hablan alemán y tienen seguro médico, por dar un ejemplo), pero esto no significa que haya que recriminárselos. Después de un año de haberme prostituido llegué a tal punto que era una sin techo (había vivido en el burdel), suicida y drogadicta. Y sólo porque hay y hubo mujeres a las que les había tocado peor que a mi, no significa que lo mio era estar bien, que yo tenía libre elección y que todo era maravilloso. Así como me fue a mi les fue y les va a muchas prostituidas. Me duele el corazón cuando pienso que ahora todas la mujeres que tienen que sobrevivir de la seguridad social (y que quizás tienen niños que también deben sobrevivir) y quienes, naturalmente, no se pueden dar de alta, son extorsionables (y los queridos puteros sabrán aprovecharlo). Es terrible que la próxima Ley de Protección a las Prostitutas sólo nos dejó la elección de tener derechos básicos (servicios sociales y posibilidad de salida de la prostitución) para un grupo proporcionalmente mayor a costa de otro grupo de prostituidas con problemas con las autoridades, problemas que manifestamos y que no pueden ser ignorados. Es repugnante que un grupo marginado sea puesto en contra de otro también marginado y que una situación de mierda tenga que ser comparada con otra, que quizás sólo dentro de tal comparación resulte ser menos “de mierda”, pero que, en general, es suficientemente de mierda como para causar traumas, dependencia de sustancias, aislamiento y pobreza. La próxima Ley de Protección a las Prostitutas, que por cierto no merece su nombre, no puede hacer nada, no lo hará nunca y no será otra cosa que una solución a medias. Era lo que podíamos obtener. Si no hubiéramos luchado, habría sido aún peor, una ley aún más amigable con los explotadores, más amigable con los puteros, más amigable con los proxenetas. Pero no será lo último por lo que peleemos, no puede ser la última batalla. No olvidaré que al final de todo soy una prostituida, que quizás, quién sabe, AHORA no tiene que “trabajar”. No olvidaré cómo se deletrea la palabra represión, no olvidaré que todas nosotras, las prostituidas, ya sea obligadas por las condiciones o por un proxeneta, hacemos y hemos hecho lo mismo y, sobre todo, no olvidaré quiénes son los perpetradores: el estado, los dueños de los burdeles, los proxenetas, los puteros y todos los hombres que al final se benefician de la prostitución, y tampoco olvidaré a qué cambio de perspectiva pongo mi atención: el modelo nórdico. ESTO significa para mi solidaridad hacia las prostituidas. © Huschke Mau Texto original: http://www.womenlobby.org/Presenter-la-prostitution-comme-un-travail-c-est-legaliser-l-exploitation Traducción: Olga Baselga [Delhi, 31 de Enero 2017] Durante el segundo Congreso Internacional contra la explotación sexual de mujeres y niñas, organizado por CAP International, una mesa redonda de sindicatos ha permitido poner de relieve las posiciones de los sindicatos para la abolición del sistema prostituidor de varios países. Representantes de Francia (CGT mujeres), España (UGT), la India (India Trade Union Congress, All India Railway Men’s Association, National Hawkers Association, All India Hawker Women’s Federation, Hind Mazdoor Sabha, Indian National Trinamool Trade Union Congress, Safai Karmachari Andolan), así como los mensajes de vídeo de Canadá (CSN), Irlanda (ITUC) y Noruega (LO), compartieron su visión del trabajo digno, la dignidad y las violencias intrínsecas de la prostitución, que no puede ser reconocida como una profesión. Léase aquí el informe del Congreso. Véanse aquí los videos de las intervenciones y al final de este artículo un video, producido por CAP Internacional, que resume todo el Congreso. Sabine Reynosa representaba al Comité de Mujeres de la Confederación General de Trabajador@s (CGT, Francia). He aquí su intervención: “En Francia, la mayoría de las organizaciones sindicales establecen límites entre lo que sucede en la empresa, y que reconocen como competencia suya, y el ‘no trabajo’, que sólo pertenece a la esfera privada. De ahí su falta de implicación en temas como la violencia doméstica o incluso la prostitución, ya que no se la reconoce como oficio. Sin embargo, la postura de la CGT sobre estos temas está vinculada a su identidad como organización que reivindica la transformación social y la abolición de toda forma de explotación, además de la igualdad, sobe todo entre mujeres y hombres. De ahí el compromiso de la CGT como cofundadora del Colectivo Nacional para los Derechos de las Mujeres, plataforma feminista que agrupa gran número de asociaciones, así como movimientos políticos. Es esencialmente en el marco de esta plataforma que empezamos nuestra reflexión sobre a la prostitución, culminando en una posición clara y abiertamente abolicionista. Sin embargo, mentiría si les dijera que estas luchas surgieron espontáneamente como obvias para todos mis compañer@s, en una organización surgida del movimiento obrero, históricamente creada por hombres, principalmente. Como colectivo de mujeres mixto, tuvimos que argumentar, apoyándonos en nuestros estatutos, nuestros valores, nuestra identidad CGT. Y como en todas partes, todavía debemos contrarrestar, paso a paso, la propaganda de los regulacionistas que retoman, para desviarlos y confundir, los argumentos de las feministas, incluido el de la libertad de las mujeres para disponer de su propio cuerpo, el de la dignidad y respeto por las personas en situación de prostitución, etc. L@s llamad@s trabajador@s del sexo presionan a través de una supuesto sindicato llamado el Strass. Este nombre resume la identidad de esta organización: brilla, crea ilusión, pero todo es falso detrás de la apariencia y el discurso. El Strass afirma representar a las personas en situación de prostitución. Por supuesto, tal afirmación no se basa en criterio cuantitativo alguno: la proporción de hombres es sorprendentemente alta para una organización que asevera velar por las prostitutas. El Strass nos cuenta bellas historias de personas que trabajan de forma “independiente y voluntaria”. Y sus reivindicaciones se refieren a la situación de estas personas que trabajan de manera “independiente y voluntaria”... ¡supuestamente! De la violencia inherente al comercio sexual, de la explotación de las personas en situación de prostitución, nunca se habla. De hecho, sólo se interesan, una vez más, por la pequeña franja de personas que dicen ejercer esta actividad voluntariamente. En otras palabras, probablemente las menos vulnerables y menos explotadas, o las más impregnadas por el discurso dominante. ¿Y qué si incluso estas personas, autodenominadas voluntarias, fueran más del 5%? El problema no es sólo cuantitativo. Lo cierto es que, como sindicalistas, no podemos ampararnos tras esta proclamación ilusoria de consentimiento. Consentimiento entre partes desiguales, que permite justificarlo todo. Sin embargo, el propósito de la ley es proteger no sólo a los débiles contra los fuertes, sino también a la gente contra sí misma, especialmente en todo lo relacionado con la salud y la seguridad de los más vulnerables. Lo que nos jugamos es de orden colectivo, más allá del marco subjetivo individual para establecer límites a la lógica del dumping social. Esta lógica se lleva al extremo ahora con la “economía radical de mercado”, en palabras de un representante de los patronos de la industria del sexo en Alemania. Nosotr@s, sindicalistas de campo, ya sabemos de qué va el consentimiento de una persona sujeta a la subordinación en este contexto de desempleo masivo. Debemos imaginar, por tanto, cómo puede darse el consentimiento de una mujer entre los más vulnerables, como lo demuestran todas las investigaciones y han señalado aquí varios testimonios. Por otra parte, también es una de las razones por las que, en Francia y en otros países, se prohíbe la venta de órganos, aun con el consentimiento de los donantes. El cuerpo se considera inalienable y no puede ser objeto de transacción financiera. Esta postura es general en la sociedad francesa, invalidando al mismo tiempo el argumento del derecho a disponer del propio cuerpo. Los regulacionistas intentan equiparar la prostitución con el empleo, con el argumento de que en el trabajo también se sufre, y que legalizarla permitiría darle un marco legal y mejorar la vida de las personas en situación de prostitución. Pero en el empleo, el contrato y la ley establecen las condiciones intercambio: trabajo físico e intelectual a cambio de un salario. Relación desigual, sin duda. Pero las leyes sociales imponen límites a esa subordinación, que no equivale a sumisión total. El Estatuto del Trabajador protege nuestra intimidad y derechos fundamentales reconocidos: salud y seguridad, dignidad, vida privada... Por el contrario, la prostitución implica en sí misma un ataque violento contra esos derechos reconocidos como fundamentales en otros ámbitos, ya que la sumisión total es parte integrante de la actividad. Regular la prostitución en nombre del “mal menor” equivale a aceptar el mal. Es precisamente en nombre de ese “mal menor” que muchos aceptan la destrucción paulatina de toda protección social en Francia y en todo el mundo. Y si aceptamos la irrupción de la prostitución en el ámbito laboral, la destrucción se acelera exponencialmente. Por cierto, la regulación de la prostitución en Alemania coincide en el tiempo con la desregulación de los derechos sociales y la creación de los mini-empleos... Reconocer la prostitución como oficio implicaría facilitar formación en materia de prostitución, es decir, sumisión total, incluyendo becarias, aprendices… Eso implica orientar a l@s jóvenes y tod@s aquéll@s que buscan empleo hacia el sector que contrata. Cualquier mujer sería entonces potencial prostituta, ya que la disponibilidad sexual se presenta como extensión del área de conocimiento. ¿De qué sirven entonces las directivas europeas y otras leyes nacionales sobre el acoso sexual, que prohíben cualquier relación comercial en la sexualidad, el trabajo y la sociedad, que prohíben convertir a las mujeres en objeto sexual al servicio de los deseos de los hombres? Considerar la prostitución como profesión sería tanto como crear zonas sin derechos. Y estas zonas sin ley se convertirían en norma tarde o temprano. Presentar la prostitución como trabajo es trivializarla y crear las condiciones para su desarrollo, es legalizar la explotación sexual, es admitir la dominación de los hombres sobre las mujeres, de los dominantes sobre los más vulnerables, de ciertos grupos humanos sobre otros; es fomentar las violencias sexistas y sexuales en todos los ámbitos de la sociedad. Así pues, no es sólo la ética lo que está en juego, sino algo mucho más allá de la industria del sexo: se trata del ámbito laboral en su conjunto, ya que se propone un nuevo paradigma. La prostitución, lejos de ser una cuestión periférica, es crucial para los sindicatos. Si aceptamos considerar como puesto de trabajo una actividad basada en la sumisión completa y la renuncia a la intimidad, dejamos sin contenido toda norma social y relación laboral. De ser así… ¡sólo nos quedará contemplar, impotentes, cómo se hunde todo el edificio de la reglamentación social!” https://youtu.be/vETrd0wSvW0 |
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