¿Cómo puede el feminismo liberal celebrar que no haya chicas en las parrillas de salida mientras sigue defendiendo el “trabajo sexual” como elección empoderante para las mujeres? 5 DE FEBRERO DE 2018 por MEAGAN TYLER Traducción: Maite Sorolla Colaboración: Olga Baselga Original : Why aren't grid girls being celebrated as empowered feminist icons? Las recientes noticias sobre que los eventos del Gran Premio de Fórmula 1 ya no emplearán “grid girls” (chicas de parrilla) han sido ampliamente aclamadas como una victoria para las mujeres. Aunque, ¿por qué la elección de una mujer para ganar dinero como atracción secundaria debería ser incoherente con la igualdad de género? La mayor parte de la polémica con respecto a las azafatas de parrilla tiene que ver con la idea de que convertir a las mujeres en objetos sexuales en actos públicos resulta problemático para su estatus. O bien, que envía mensajes negativos a las niñas sobre el papel de las mujeres en la cultura del deporte y en la esfera pública en general. Sólo que el término “chicas de parrilla” es un poco engañoso, porque en realidad nos estamos refiriendo a mujeres adultas. Y si esto es así, ¿por qué no dejarlas que elijan por sí mismas? Si las mujeres pueden elegir ser directoras ejecutivas, o quedarse en casa con sus hijos, o ser trabajadoras esporádicas sin seguridad laboral, ¿por qué no pueden ser azafatas? Ciertamente, las “chicas de parrilla” deberían entenderse como iconos que simbolizan el feminismo liberal. Están capitalizando su potencial atractivo sexual para los hombres como un tipo de trabajo. En una cultura en la que el sexo vende, parece bastante extraño decirles a las mujeres que no pueden hacer uso de sus propios cuerpos como mercancía con el fin de avanzar y empoderarse en este mundo. Y hay mujeres a las que les encanta su trabajo. Basta con leer los testimonios de estas chicas que ensalzan las bondades de “arreglarse” a pesar de los tacones imposibles, los pies que sangran, y el desenfrenado acoso sexual. Lo más probable es que si a una mujer le molesta esta situación, sea porque es vieja o está celosa de todas las atenciones que reciben las azafatas. Eso es lo que se escucha cuando las feministas critican las “elecciones” con respecto a la cosificación y la explotación. Por tanto, ¿por qué esto debería ser distinto? Quizás haya quien piense que, independientemente de si una mujer a nivel individual afirme estar contenta con que le paguen por pasearse en los circuitos con ropa de licra imposible de llevar, sea irrelevante teniendo en cuenta que el mero concepto de “chica de parrilla" entra en el juego de los obsoletos y dañinos estereotipos de género. Probablemente sea consciente de toda la información y la investigación que relaciona los estereotipos de género, la desigualdad de género y la violencia contra las mujeres, y puede que crea que el progreso logrado en este ámbito sea más importante que mantener una tradición sexista, estúpida y vulgar. Y puede que hayan calado los argumentos poco sólidos sobre permitir que la tradición continúe, no vaya a ser que las feministas queden como las que les roban a estas chicas la posibilidad de ganarse la vida. Si ha conseguido llegar tan lejos cuestionando la propaganda patriarcal sobre los beneficios de conseguir que las mujeres se vistan con ropa súper-reveladora e hipersexualizada y llamarlas “chicas”, enhorabuena. Éste es un paso importante, y la presión ejercida para retirar a las chicas de parrilla, muestra un cambio en las actitudes sociales y empresariales sobre lo aceptable de emplear a mujeres como puntales pornificados. No hay duda de que podemos agradecérselo a la creciente visibilidad del activismo feminista y a movimientos tales como el #metoo por hacer hincapié en el acoso sexual y acelerar dicho cambio. Sin embargo, existe una alarmante hipocresía en el núcleo de las críticas dominantes a las chicas de parrilla y en todo el revuelo que se ha montado con su retirada. Tomemos como ejemplo el Gran Premio de Melbourne en Australia. Tiene lugar en el estado putero de Victoria, cuyo sistema de prostitución legalizada en burdeles es uno de los más consolidados del mundo. De hecho, se dice que el Gran Premio es uno de los períodos de mayor actividad del año para los burdeles con licencia. De ahí que resulte totalmente cínico que en este contexto los diputados denuncien la cosificación sexual de las mujeres en los deportes de motor y, al mismo tiempo, normalicen la existencia de una industria que precisa de tal cosificación para seguir funcionando. Esta misma hipocresía se refleja en otros ámbitos. Hay prominentes comentaristas feministas que celebran la retirada de las chicas de parrilla como una victoria para mujeres y niñas, y que son las mismas personas que abogan por las elecciones individuales de las mujeres cuando se trata del “trabajo sexual”. Hay quien llega a afirmar que es poco feminista criticar el striptease, y ahora afirma que tener a mujeres dedicadas meramente a andar por ahí y estar guapas es cosa del pasado. Están tan cerca y a la vez tan lejos de unir los puntos. Lo cierto es que, si no se puede ampliar la lógica del daño que hace la existencia de las chicas de parrilla al daño que hace la prostitución, será porque se cree que hay cierto grupo de mujeres que de algún modo son diferentes, que prosperan en condiciones de desigualdad, disfrutan con el acoso sexual, o se merecen que se abuse de ellas. Quienes condenan la existencia de las chicas de parrilla, pero no dicen nada sobre los daños del “trabajo sexual”, deberían dejar de fingir que les importa la liberación de la mujer. Lo único que están celebrando en realidad con este cambio es la capacidad de proteger la imagen “familiar” de sus carreras de coches. Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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