Por Rae Story Publicación original: 2 de junio 2017 Traducción del inglés: María Arenas Bardisa Colaboración: Gio Cerutti Original: https://nordicmodelnow.org/2017/06/02/male–art–that–dehumanises–women–vs–female–art–that–illuminates–the–reality–of–sexual–violence–and–female–objectification/
¿Es acaso la obra de Rene Margritte Violación una denuncia de cómo la sociedad ve indivisible el sexo de la mujer y su persona? Se trata de un rostro de mujer que es además su cuerpo desnudo, pero también una representación del monte púbico, que además está siendo penetrado por un cuello con forma fálica. ¿O quizás, puesto que la imagen fue plasmada a través de automatización surrealista (un proceso en el que el artista esboza la imagen sin previa planificación), pueda tratarse de la necesidad del hombre de deshumanizar a la mujer –con la intención de disfrutar de ella– proyectada directamente sobre una especie de cuerpo femenino? Un cuerpo distorsionado, parecido a un mosaico. La versión masculinizada de la función sexual de la mujer. El cuerpo femenino entendido como un auténtico puzle de referentes sexuales, que puede ser desmembrado y de nuevo ensamblado de innumerables, distintas y deleitables formas. Unos pechos por aquí… unas piernas por allá… Quizás haya un poco de ansiedad, pues la imagen la transmite. La ansiedad de los hombres cuyas distorsionadas proyecciones han alienado a un gran sector de la población. A las mujeres. A las mujeres que son sus propias amantes, esposas, madres. (Es sabido que la obra también pretende ilustrar el cuerpo ahogado de la madre de Magritte. Interpretadlo como queráis.) Son personas cuya compañía, no obstante, los hombres buscan inútilmente. Aunque esto no se traduce en sus producciones artísticas. Es verdaderamente surrealista. ¡Qué patetismo! Pero que sean conscientes de su soledad autoimpuesta no alivia a ninguna mujer. Somos nosotras quienes debemos exiliarnos de nuestro propio ser. O bien luchar en contra de él (en la política, la literatura, el arte…) solo para ser luego despreciadas y tratadas de estúpidas, complicadas o peligrosas. En el mejor de los casos, consideradas raras o excéntricas. La neurosis sexual de los hombres se considera un asunto esencial de la sociedad en general. ¿Y qué ocurren con la resultante deshumanización y cosificación de la mujer? Es tan solo un pequeño efecto secundario. No se nos deja desatar nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos en el arte porque, si nuestra honestidad fuera permitida, el «enigma» que nos envuelve no podría prevalecer. Y es este «enigma» de la mujer lo que mantiene el trabajo artístico del hombre. Se nos abate para que este pueda debatir sobre nosotras. Las representaciones del «misterio femenino» constituyen métodos de control. Al separar algunas de las características físicas femeninas y superponerlas en imágenes oníricas, se arrebata a la mujer de su realidad (junto a su impredecibilidad, sus matices, diferencias, ambivalencias y su humanidad), para situarla en los vigilados pasillos del argumentario masculino. Aquí se reproduce genialidad masculina tras genialidad masculina, porque la intencionada búsqueda de la feminidad obstinadamente se lleva a cabo en los lugares equivocados, en las direcciones equivocadas. En concreto, en sus propias mentes. Por desgracia, claro está, las mujeres artistas a veces han tenido dificultades para encontrarse a sí mismas fuera de la conciencia del genio masculino y han subordinado su propia imagen a este fetichismo. Como señala la crítica de arte Germaine Greer: «Las mujeres del surrealismo estuvieron continuamente posando y autorretratándose, a veces en fotografías con poses cuidadas como de otras formas […] incluso una artista tan acometida como Eileen Agar estuvo dispuesta a dejarse fotografiar bailando sobre un tejado con un vestido de tela «georgette» que dejaba entrever sus pezones». Por supuesto, estamos inducidas a creer que algunas de estas mujeres artistas estaban tomando el control de su sensualidad. Nada nuevo bajo el sol después de todo. Sin embargo, en las obras surrealistas de Suzzan Blac no apreciamos esta feminidad fragmentada ni ese coqueteo oscurantista. Como los surrealistas que la antecedieron, Blac empleó técnicas de automatización para realizar su arte y, pese a esto, su oscura obra está impregnada de una claridad innegable. En ella también se observan ensoñaciones, planteamientos elusivos e incertidumbres; pero lo abstracto guarda relación con miedos y con fantasmagoría más concretos. Esto contrasta fuertemente con las obras empapadas de ego y las fotografías de sensualidad reciclada. Sus obras nos llevan a lugares mucho más oscuros. Suzzan Blac sufre por sus recuerdos traumáticos; los recuerdos de abuso y prostitución. Al crear su arte, se propuso confrontar dicha aflicción. Comenzó a penetrar para acceder a verdaderas y detalladas capas y niveles de lo macabro, emprendiendo la tenaz búsqueda de su propio dolor. Podría haber pintado su sufrimiento a través de atisbos coquetos y tristes tras bucles de pelo, como sucede con las portadas de los libros que narran tragedias de abuso infantil. Pero, ¿para qué embellecerlo? Una se imagina que, a pesar de que la sociedad está cada vez más dispuesta a hablar de violencia sexual, sigue quedando un grueso residuo de rabia disonante dirigida hacia las que visceralmente exponen la verdad. En nuestra reciente conversación con Susan Blac, ella describió algunas de las reacciones violentas que recibió al empezar a exponer su obra: «Algunas personas estaban verdaderamente enfadadas conmigo. Se refirieron a mí de formas ofensivas como «bruja» o «satánica». Algunas luego se disculparon diciendo que mi imaginación despertó en ellas su propio sufrimiento. Luego también ha habido personas que han vivido resguardadas y a quienes mi trabajo ha conmocionado y entristecido, porque se resistían a creer que los seres humanos son capaces de tales atrocidades». Suzzan Blac nació en la ciudad inglesa de Birmingham en 1960. Su madre fue una mujer disfuncional y negligente que odiaba a sus propios hijos. Fue abusada sexualmente por una de las parejas de su madre, así como por otros pedófilos de su entorno. En su adolescencia fue engañada e introducida a un burdel en el que fue violada repetidamente y a menudo grabada para vender el contenido. Tras esta inimaginable avalancha de tortura sexual, Blac consiguió escapar del burdel, pero experimentó un trastorno por estrés postraumático, depresión, dependencia de narcóticos, y realizó varios intentos de suicidio. Según explica: «Quise pintar la historia de mi abuso con la esperanza de que me ayudara a recuperarme. Sentía dolor e ira constantes y un sentimiento de «locura»; necesitaba transferir esto hacia algo real y tangible. Algo que pudiera observar, analizar y procesar desde una perspectiva distinta». Se supone que debemos tener cuidado con el arte cuyo propósito es intrínsecamente terapéutico. Sin embargo, parece que esto es una restricción extraña, dado que los resultados de dicha terapia, como ocurre con la obra de Blac, pueden ser tan abrasadores. Los cuadros al óleo han sido pintados de una manera tan metódica que el trabajo de las manos del artista resulta inaparente. El surrealismo está configurado de motivos terroríficos y el resultado es algo similar al cine. Es exactamente como si Black hubiese descendido hacia los fantasmas más subterráneos de sus memorias, sus pesadillas, su consciencia, haya hecho algunas fotos y haya regresado para mostrárnoslas. Ilustración: He matado a putas antes de Suzzan Blac Le pregunté de dónde procedía su deseo de pintar. Me dijo: «Me habría gustado estudiar bellas artes al acabar la escuela, pero cuando se lo conté al orientador se mofó y me dijo que bajara de las nubes. Cuando se lo dije a mi madre, me preguntó quién coño me pensaba que era y que trabajara limpiando como ella hacía». ¿Cómo se atrevía Blac a imaginarse trabajando de algo que no fuera la servidumbre? Efectivamente, la subyugación es un tema recurrente en su trabajo. En su obra He matado a putas antes (I´ve Killed Bitches Before), un cadáver despellejado y expresionista sujeta a la doble de Blac contra la pared con un cuchillo en la mano. La imagen es una referencia a las primeras noches que Blac pasó encerrada en el burdel. En nuestra supuestamente liberal discusión sobre la prostitución se habla mucho de la «elección». Pero aquí Black nos recuerda que, en el mundo de la prostitución, mujeres y niñas en situación desfavorecida, la mayoría pertenecientes a estratos socioeconómicos inferiores, son transformadas en sirvientas sexuales y aquellos que las emplean para sus pervertidos placeres y para su enriquecimiento las ven vacilar en el umbral de lo desechable. ¿Ser una esclava sexual? ¿Ser limpiadora? ¿Qué clase de elecciones son estas? En efecto, Blac no tenía elección alguna. Calla y tómalo de Suzzan Blac En Calla y tómalo (Shut Up and Take it), una de sus obras más poderosas, una cara masculina con nervios inflamados, una lengua de serpiente y una hilera de dientes de depredador acuático se avalanchan desgarradoramente sobre una chica, y unas musculosas manos la empujan hacia él. La joven no forma parte del monstruo (es decir, no es producto de su imaginación) y aun así está totalmente encapsulada en el deseo de dominación de este. Sin libertad. Ella –para él– era un objeto sexual volátil. ¿Acaso la sexualización del cuerpo de las mujeres es indivisible de su persona? Cuán distinto se ve todo desde el otro lado del cristal. Al igual que en Violación de Maggritte, en el que nos damos de cara con un retrato sin cara, el cuello parece un falo extendido que penetra el interior de la cabeza de la chica. Pero esto no es una imagen neurótica, sino más bien infernal. Y, de nuevo, a diferencia de la imagen de Magritte, en la que la expresión femenina es distante, incluso onírica, la expresión de la chica en la obra de Blac es profundamente reconocible. Toda mujer que haya sufrido la prostitución conoce esa cara, incluso aunque nunca la hayamos visto. Más tarde en su carrera artística, Blac desarrolla sobre el lienzo un compromiso para tratar el tema de la pornografía, la cosificación femenina y la cultura de la pedofilia. Si bien sus primeros trabajos son crudos, rememorativos y purgativos, fotogramas del interior de su propia cabeza, sus posteriores obras nos muestran su mirada enfocándose hacia el exterior, hacia el mundo entero. Su colección más reciente, Humillación de las muñecas (Abasement of Dolls), es probablemente uno de sus trabajos más polémicos. Aquí, de nuevo con su estilo surrealista, remite a la forma femenina reconvertida en fetiche a través de su «infantilización». Los cuerpos son títeres o maniquíes a los que se les han extirpado extremidades. Los ojos están tan lacados cosméticamente que parecen estar sangrando. «Hoyos de entrada», esferas de músculo enmarcadas como maquinaria. El cuerpo femenino cortado para darle forma. A menudo, solo han quedado aquellas partes de interés sexual. La biología inicial es trabajada para retirar su desordenada corporalidad. Aquí, el hecho de que la imaginería moderna corta los cuerpos de las mujeres convirtiéndolos en estaciones de servicios sexuales queda brutalmente expuesto. Silla de Allen Jones En cierto sentido, me recuerda a la serie de esculturas La silla (The Chair) de Allen Jones. Se trata de maniquíes inspirados en el porno y doblados para ser muebles. Nos quieren hacer creer que es un comentario sobre la cosificación de la mujer. Sin embargo, esas imágenes reflejan entretenimiento y no se diferencian lo suficiente del imaginario que presumen criticar. Creadas en 1960, el trabajo más bien sería un corte de mangas dirigido hacia el desarrollo y la emancipación política de la mujer. Parecen decir: «Ey, hermanas, disfrutad de vuestra liberación aunque, para nosotros, siempre seréis objetos para follar de todas formas». Es el trabajo de Blac el que contiene la verdadera crítica y no hay nada de que reírse en él. Muñeca Bebé de Suzzan Blac Su pintura Muñeca bebé (Baby Doll) es la más potente en este sentido. Se trata de una muñeca bebé con pechos de silicona, liga y menstruación prematura. Blac estaba convencida de sus razones para crear esta polémica imagen: «Todos sabemos que uno de los temas más recurrentes en la pornografía es la adolescencia. Si los pornógrafos pudieran emplear niños y niñas, lo harían. De la misma forma en que lo hacen los proxenetas que fuerzan y explotan a las adolescentes a prostituirse y exigen un precio más alto por ellas al «cliente»-prostituidor que las demanda. Pero no pueden hacerlo en la pornografía (legal), así que recurren a la mejor alternativa. El pornógrafo Max Hardcore emplea a chicas que tienen 18 años de edad pero se encarga de que aparenten menos al hacer que lleven coletas, aparatos de ortodoncia y un vestuario que compra en tiendas de ropa infantil. Luego las degrada, las humilla, las agrede sexualmente y las destroza mientras graba». En esencia, el capitalismo desregulado no tiene límites cuando se trata de obtener beneficios. No es coincidencia que exista un mercado negro de violaciones de niños en video y que haya tantas referencias al abuso sexual infantil en la pornografía, a pesar de la existencia de leyes de explotación infantil. Hay compradores. El hecho de que numerosos hombres disfrutan y obtienen placer de mujeres muy jóvenes, mujeres que aparentan ser niñas, mujeres que están siendo atacadas sexualmente, es el gran y malvado tabú de la sociedad contemporánea. El prostituidor de Suzzan Blac De hecho, mientras Blac estuvo atrapada en ese burdel, hubo algunos «clientes» que demostraron este hecho. ¿Quiénes son?, ¿Dónde están? Es posible que estemos empezando a asentar una base de compromiso político en la cultura de la violación infantil y la explotación sexual, aunque aún no estamos dispuestos a hablar de las implicaciones de su existencia. Pero Suzzan Blac sí. Como bien me dijo Blac, «La pornografía infantil tan solo se hizo ilegal en Japón en 2014. Aun así, todavía queda en las tiendas de video contenido con imaginario de abuso infantil. Hay máquinas expendedoras que venden ropa íntima de jovencitas “usada” y muñecas sexuales con cuerpos infantiles para su venta abierta al público… Por lo tanto, si la pedofilia se aceptase como ocurre en Japón, veríamos qué tan prevalente sería en cada país, si fuese legal». En otras palabras, la pornografía es prostitución, que es violación. Así que las mujeres como «concepto» artístico pueden ser mujeres como verdaderos objetos. Y la violación infantil, como crimen, puede convertirse en sexo infantil como tabú. Y cuando miras las pupilas de dólar de El prostituidor (The prostitutor) de Suzzan, te das cuenta de que los límites son, efectivamente, demasiado borrosos. Referencias: · Allen Jones: The model of misogyny? · Double Vision · Surrealism · Suzzan Blac Reconocimientos · Obra de Suzzan Blac’s cortesía de www.suzzanb.com · «Violación» de Rene Magritte cortesía de www.ReneMagritte.org · «Silla» de Allen Jones cortesía de www.tate.org.uk Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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