Por: Melissa Farley, PhD. Directora Ejecutiva, Prostitution, Research and Education Original: http://www.corteconstitucional.gov.co/secretaria/archivo.php?id=5954&fbclid=IwAR3au0PJbJOrCqX6mLtmieOTKx5tZ8fTj61HNOerefsycc2JJ8Xl_JjN6rU Traducción: Hinaetefaton Tebas A pesar de que el público pueda ver la sonrisa y asumir que una mujer joven es feliz y está haciendo mucho dinero – las declaraciones de las sobrevivientes de la prostitución sugieren una verdad más amenazante-, la violencia extrema y el abuso de derechos humanos son el denominador común en la prostitución. "Tú solo les das lo que quieren y rezas para que no te maten" (Dalla, Xia, & Kennedy, 2003, p 1367) Otra mujer explicaba, "Hay miles de libros y cursos que le dan información a las mujeres sobre defensa personal y sobre estrategias para “evitar” la violación. Algunas de las lecciones básicas que nos enseñan son que no caminemos solas de noche en calles desiertas, no meternos en los autos de hombres extraños, no relacionarnos con hombres en un bar, no dejar que entre un mensajero a su casa cuando estamos solas. Pero esto es lo que el “trabajo” de la prostitución requiere; que las mujeres nos pongamos en peligro cada vez que aceptemos un putero. Y luego preguntamos, “¿Cómo prevenimos que esto lleve a situación de riesgo? La respuesta es que no es posible. Sólo hay que contar los cadáveres”. (Giobbe, 1991b, p 34) La prostitución es una estrategia de supervivencia de género que requiere que la persona en ella, asuma riesgos irracionales (Dworkin, 1997). Estos riesgos bien documentados, incluyen el acoso sexual, violación, y violación sin condón. Una mujer en situación de prostitución en Vancouver explicaba, “lo que es violación para otros, es normal para nosotros” (Farley, Lynne, & Cotton, 2005, p 254). Como resultado de la frecuencia de la violación en la prostitución, las personas prostituidas tienen el nivel más alto de VIH que cualquier otra población estudiada. Un estudio encontró una prevalencia del 93% de VIH (Ward & Day, 2006). Los programas de distribución de preservativos generalmente no tienen efecto debido a que los clientes se rehúsan a usarlos. La prostitución descriminalizada o regulada como respuesta de salud pública al VIH no es una garantía, dada la evidencia empírica actual (Rothman, 2017). Los daños de la prostitución incluyen la violencia doméstica, la agresión física y las secuelas psicológicas de estas causas de estrés traumático: trastorno de estrés postraumático, desórdenes disociativos, depresión, desórdenes alimenticios, intentos de suicidio y suicidios consumados, así como abuso de sustancias psicoactivas. La gran mayoría de las personas no estaría dispuesta a asumir estos riesgos. Para la gran mayoría de mujeres prostituidas en el mundo, la prostitución es la experiencia de ser cazada, dominada, acosada, agredida y golpeada. A pesar de que se paga un dinero, la agresión sexual se mantiene en la experiencia de la mayoría de mujeres en la prostitución. Las mujeres son prostituidas porque son vulnerables como resultado de su pobreza, falta de opciones educativas, falta de oportunidades de empleo, y como resultado de daños previos tanto físicos, como sexuales y emocionales. Son compradas sobre la base de su raza, así como de estereotipos sexuales. Estos daños sociales y prejuicios ponen a las mujeres de escasos recursos, quienes están especialmente en riesgo, de sufrir los daños físicos y psicológicos descritos aquí. Tanto la policía como el público en general, comparten estereotipos sobre la mujer y la pobreza. Algunas veces las personas en situación de calle o las mujeres en situación de prostitución son el blanco de estos estereotipos despectivos que llevan a que se trate a una mujer como menos que un humano. En Los Angeles, el Departamento de Policía de California, llegó a estampar los archivos de las mujeres prostitutas como NHI, lo cual significaba por sus siglas en inglés, Ningún Humano Involucrado (Johnson, 2012). Hay evidencia en 9 países de 5 continentes, que la falta de hogar y la prostitución se superponen el 75% de las veces (Farley et al., 2003). De este modo, las mujeres sin hogar, están en alto riesgo frente a la prostitución. A las mujeres sin hogar o prostituidas, se les debe ofrecer seguridad y referirlas a refugios, en lugar de codificar la discriminación o el acoso policial. El abuso en la infancia es un precursor tan común a la prostitución que se considera por la gran mayoría de expertos como un factor de riesgo necesario e incluso suficiente, para la prostitución (Tyler et al., 2000). Las y los sobrevivientes vinculan el abuso físico, sexual y emocional en la infancia a acabar en la prostitución. El abuso de la familia y la negligencia no solo causa daño físico y emocional directo, sino que también crea un ciclo de victimización que afecta el futuro de los niños y niñas. El abuso sexual por parte de la familia funciona como un adiestramiento para la prostitución. Dworkin (1997, p 143) describió el abuso sexual de niños y niñas, como el “campo de entrenamiento” para la prostitución. La adolescencia es la edad más frecuentemente reportada, para la entrada a cualquier tipo de prostitución. Boyer y sus colegas (1993) entrevistaron a sesenta mujeres prostituidas como escorts, en calles, clubes de striptease, líneas calientes y salas de masaje en Seattle, Washington, Estados Unidos. Todas iniciaron en la prostitución entre los doce y los catorce años de edad. Violencia física en la prostitución Los riesgos de experimentar violencia física en la prostitución son muy altos. Una encuesta ocupacional encontró que el 99% de las mujeres en prostitución eran víctimas de violencia, con lesiones más frecuentes “que trabajadores cuyas ocupaciones se consideraban más peligrosas como la minería, la tala de árboles y la extinción de incendios” (Gibbs, von Brunschot et al., 1999, p 47). Dos factores se han asociado a una mayor violencia en la prostitución. Entre mayor sea la pobreza de la mujer, mayor la violencia que experimenta y entre mayor el tiempo que dura en la prostitución, mayor es la posibilidad de que experimente violencia (Giobbe, 1991; Vanwesenbeeck, 1994). Un número de autores describen y resumen que la norma para mujeres en la prostitución es la violencia sexual y física (Oselin & Blasyak, 2013; Argento et al., 2014). En un estudio de mujeres en situación de prostitución en Vancouver, el 75% había sufrido lesiones físicas. Estas incluían apuñalamientos y golpes, conmociones cerebrales y huesos rotos (mandíbulas, costillas, clavículas, dedos, lesiones de columna, y cráneo fracturado), cortaduras, y ojos morados. El 50% de estas mujeres tenían lesiones cerebrales como resultado de ataques violentos con bates de béisbol y palancas metálicas. Muchas fueron estrelladas en su cabeza contra paredes y tableros de control de autos. Los clientes y proxenetas regularmente las sometían a violencia extrema cuando se rehusaban a realizar un acto sexual específico (Farley, Lynne, & Cotton, 2005). Debido a la extrema violencia, los daños de la prostitución incluyen múltiples consecuencias adversas para la salud (Oram et al., 2012; Church, Henderson et al, 2001). Los impactos de la violencia en la prostitución también incluyen problemas severos de salud como el agotamiento, el cáncer cervical, enfermedades de transmisión sexual (ETS) y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), dolor pélvico, complicaciones por los abortos, lesión cerebral traumática, dolores de cabeza, fiebres altas, huesos rotos, síntomas cardiovasculares, síntomas respiratorios, problemas gastrointestinales, compromiso del sistema inmune (Dalla, 2002, Farley & Kelly 2000; Vanwesenbeeck, 2005; Zimmerman et al., 2006). Silbert y Pines (1981, 1982) encontraron que un 70% de las mujeres sufrieron de violación en la prostitución, con el 65% agredidas físicamente por los clientes y el 66% agredidas físicamente por los proxenetas. La mayoría de las mujeres jóvenes en la prostitución fueron abusadas y golpeadas tanto por los proxenetas como por los compradores de sexo (Barry, 1979, Barry, 1995; Hoigard & Finstad, 1986; MacKinnon & Dworkin, 1997). El Concejo para las Alternativas a la Prostitución de Portland, reportó que las mujeres prostituidas eran violadas en promedio una vez a la semana (Hunter, 1994). En Holanda, el 60% de las mujeres prostituidas sufrieron de agresiones físicas; el 70% experimentó amenazas verbales de agresión física; el 40% experimentó violencia sexual; y el 40% había sido forzada a la prostitución y/o abuso sexual por personas familiares (Vanwesenbeeck, 1994). El 85% de las mujeres prostituidas en Minnesota habían sido violadas en la prostitución (Parriott, 1994). De 854 personas en prostitución en nueve países (Canadá, Colombia, Alemania, Méjico, Suráfrica, Tailandia, Turquía, Estados Unidos y Zambia), el 71% había experimentado agresión física en la prostitución y el 62% había sido violada en la prostitución. 89% de estas personas dijeron que querían dejar la prostitución, pero que no tenían otras opciones (Farley et al., 2003). En otro estudio, el 94% de las personas en prostitución habían experimentado agresión sexual y el 75% había sido violada por uno o más compradores de sexo (Miller & Schwartz, 1995). “Es como la violencia doméstica llevada al extremo”, explicó una sobreviviente de prostitución (Leone, 2001, p A1). El nivel de violencia en la prostitución, y la naturaleza de esa violencia sugiere que las mujeres en la prostitución se comprenden mejor como víctimas de violencia doméstica, que como criminales (Stark & Hodgson, 2003; Johnson, 2012). La prostitución puede ser letal (Potterat et al., 2004; Dalla et al., 2003; Quinet, 2011). Las mujeres en la prostitución son vistas como partes de un cuerpo, o como novias falsas cuyos sentimientos son irrelevantes. No son consideradas totalmente humanas, con lo cual las mujeres en situación de prostitución son asesinadas a una tasa más alta que cualquier otro grupo de mujeres jamás estudiado. Una comisión canadiense encontró que la tasa de muerte de mujeres en la prostitución era cuarenta veces más alta que la de la población en general (Special Committee on Pornography and Prostitution, 1985). Un estudio sobre la prostitución en Vancouver encontró un 36% de incidencia de intento de asesinato (Cler-Cunningham, & Christenson, 2001). Violencia psicológica en la prostitución Las consecuencias emocionales de la prostitución son las mismas a través de culturas de gran variación, en un nivel alto o bajo, legal o ilegal, en prostíbulos, clubes de striptease, salas de masajes o en la calle. La agresión emocional a las mujeres y sobre su sexualidad es abrumadora, aunque invisible para la gran mayoría de las personas. Las sobrevivientes describen la prostitución como un proceso a través del cual ellas son convertidas en objetos sobre los cuales los hombres se masturban, causando gran daño psicológico a la mujer que actúa como receptáculo (Hoigard &Finstad, 1986). La disociación es la respuesta a eventos traumáticos abrumadores e incontrolables en la cual la mente se separa del estado emocional o físico actual. La disociación ocurre durante situaciones de extremo estrés como en prisioneros de guerra que son torturados, en niñas y niños que están siendo agredidos sexualmente y entre mujeres que están siendo golpeadas, violadas o prostituidas (Herman, 1992; Schwartz, 2000). Los trastornos disociativos, la depresión y otros trastornos del estado de ánimo son comunes en la mujeres prostituidas en calles, como escort o acompañantes y en clubes de striptease (Ross, Anderson, Heber & Norton, 1990). La disociación en la prostitución resulta de la violencia sexual en la infancia y de la violencia sexual en la prostitución adulta. La disociación necesaria para sobrevivir la violación en la prostitución, es similar a la disociación que permite que una víctima aguante una agresión sexual familiar (Giobbe, 1991). Sin embargo, Vanwesenbeeck (1994, p 107) supuso que el dominio de la disociación contribuía a lo que ella describía como “actitudes profesionales” entre mujeres en situación de prostitución en Holanda. Una mujer tailandesa dijo “Tú te vacías internamente (Bishop & Robinson, 1997, p 47). Los síntomas de angustia emocional en todas las formas de prostitución están en un nivel extremadamente alto: depresión, riesgo de suicidio, trastorno de estrés postraumático, disociación y abuso de sustancias (Brody, Potterat et al., 2005; Ling et al., 2007; Pedersen et al., 2016). Dos tercios de las mujeres, hombres y personas transgénero en la prostitución en 9 países, presentaron los criterios diagnósticos para el trastorno de estrés postraumático (PTSD) (TEPT por sus siglas en inglés) (Farley et al., 2003). El TEPT se caracteriza por ansiedad, depresión, insomnio, irritabilidad, recuerdos recurrentes, bloqueo emocional, evasión e hipervigilancia. En nueve países, los investigadores encontraron que el 68% de las personas en prostitución presentaron los criterios para el diagnóstico de TEPT, una prevalencia comparable a la de mujeres maltratadas que buscan refugio, sobrevivientes de violación que buscan tratamiento, veteranos de guerra, y sobrevivientes de torturas respaldadas por los estados. A lo largo de culturas de gran variación en cinco continentes, las consecuencias traumáticas de la prostitución fueron similares (Farley et al., 2003). Dos estudios de mujeres coreanas prostituidas reflejan angustia psicológica intensa con rangos de prevalencia de TEPT del 78 y 80% (citada en Farley & Seo, 2006). La pornografía de mujeres tratadas a la prostitución aumenta su vulnerabilidad y magnifica su angustia emocional (Farley, 2007a). La investigación relacionada con las actitudes y comportamientos de hombres que pagan por sexo, clarifica por qué la prostitución es tan peligrosa Un comprador de sexo en una entrevista explica que “Estar con una prostituta es como tomarse una taza de café, cuando se ha terminado, se le tira a la basura” (Farley, Golding, Matthews, Malamuth, & Jarrett, 2015, p 13). Los hombres que pagan por sexo han sido testigos y reconocen la explotación, la coerción y la trata, pero esto no afecta su decisión de comprar a una mujer para usarla sexualmente. Un comprador de sexo en Italia reconocía: “Si yo pudiera diferenciar entre forzado y voluntario, probablemente no influenciaría mi escogencia. Porque si me gusta la chica, le pediría que me siga a la habitación” (Zaitch & Staring, 2009, page 109). Una vez se paga, los daños de la prostitución – la explotación, el abuso, la violación- desaparecen. El pago libera al comprador de cualquier obligación de tratar a la persona que compra, como humana. Un turista canadiense comentaba sobre mujeres tailandesas en la prostitución, “Estas chicas tienen que comer, ¿no? Yo estoy poniendo pan en su plato. Estoy haciendo una contribución. Se morirían de hambre a menos que putiaran” (Moore 1991, Bishop & Robinson, 1997, p 168-169). Los hombres crean una versión sexualmente excitante de lo que una prostituta piensa y siente, que tiene poca base en la realidad (Jeffreys, 1997). “No quiero saber de ella”, dijo un putero, “no quiero que ella llore, o esto y lo otro, porque eso daña la idea para mí” (Farley, Bindel, & Golding, 2009). Como otros hombres sexualmente agresivos, los compradores de sexo carecen de empatía por las mujeres en prostitución. En Escocia, investigadores encontraron que mientras más frecuente era el pago por sexo, menos empatía tenían los hombres por las mujeres prostituidas (Farley, MacLeod, Anderson, & Golding, 2012). Las actitudes relacionadas con el derecho al acceso sexual o a la agresión sexual, y actitudes de superioridad sobre las mujeres están conectadas a la violencia de los hombres contra ellas. Estudios demuestran que los compradores de sexo tienden a preferir el sexo impersonal, temen al rechazo por parte de las mujeres, tienen una auto identificación masculina hostil, y tienen más probabilidad que hombres que no pagan por sexo, de violar si pueden salirse con la suya (Farley, Golding, Matthews, et al., 2015). En Chile, Croacia, India, Méjico y Ruanda, los compradores de sexo tenían mayor probabilidad de violar que otros hombres (Heilman, Herbert, & Paul-Gera, 2014). Los hombres que usaron a mujeres en prostitución tenían una probabilidad significativamente mayor de violar a una mujer, que hombres que no pagan por sexo (Monto & McRee, 2005). En Escocia, encontramos que hombres que usaban a mujeres en la prostitución frecuentemente, tenían mayores probabilidades de cometer actos sexualmente coercitivos contra mujeres que no están en la prostitución (Farley, Macleod, Anderson, & Golding, J., 2011). Para el público en general, a pesar de que se vislumbra incomodidad, puede considerar que la transacción en la prostitución es una elección. ¿Por qué el rechazo a reconocer los daños? ¿Por qué mirar para otro lado, con relación al poder abrumadoramente diferencial entre el comprador de sexo y la persona prostituida? Mucha información sobre prostitución viene de los defensores de la industria del sexo y personas que se lucran, que financian campañas de negación del daño (Farley, 2016). Se crea la duda a través de ataques a la investigación empírica, las apariciones de “escorts felices de alto nivel” en shows de televisión y otra propaganda cuidadosamente creada para promover la industria del sexo. Los proxenetas y emprendedores de la industria del sexo orquestan la negación, que se presenta igual en los guiones de la industria del tabaco o quienes niegan el cambio climático. Los hechos son puestos al revés y la fantasía reemplaza la realidad. En respuesta a la avalancha de evidencia que demuestra los daños de fumar, la industria manufacturera argumentó que, a) el tabaco no era dañino para quien lo fumaba, b) que el cáncer de los fumadores era causado por otros factores, y que c) los fumadores asumían el riesgo de cáncer cuando decidían fumar (Michon, 2015). ¿Cómo podemos mitigar o eliminar los daños de la prostitución? Hay un debate sobre si hay alguna forma de hacer que la prostitución sea más “segura”. Mientras algunos afirman que la prostitución legal, regulada, localizada o descriminalizada hace que la prostitución sea más segura, no hay realmente evidencia de ello. Al contrario, en un análisis de la trata en 150 países, los economistas Cho, Dreher, y Neumayer (2012) encontraron que donde la prostitución era legal, la trata de personas tenía mayor probabilidad de aumentar. En una escala más pequeña, nosotros también encontramos que esto ocurría en Nevada, la única jurisdicción dentro de los Estados Unidos, donde la prostitución es legal en algunos condados (Farley, 2007). La evidencia claramente favorece el hecho de que independientemente del estatus legal, la prostitución casi en todos los casos es dañina para quienes están en ella. La trata con fines de explotación sexual o el proxenetismo son prevalentes en la prostitución. Anderson & O'Connell Davidson (2003) reportaron que el 77% de los compradores de sexo en Japón eran conscientes de los impactos de tratar a mujeres que estaban prostituyendo. Dragomirescu, Necula & Simion (2009) entrevistaron a compradores de sexo, mujeres en situación de prostitución, proxenetas y oficiales de policía en Rumania, y todos estuvieron de acuerdo en que a los compradores de sexo no les importaba en particular, si las mujeres eran traficadas o no. Estudios han encontrado que mientras el 89-90% de las mujeres querían escapar de la prostitución, no se sintieron libres de hacerlo por la falta de alternativas de supervivencia (Elizabeth Fry Society, 1987; Farley et al., 2003). La alegación de que la mayoría de las mujeres en la prostitución están “voluntariamente” es imprecisa. La pobreza y la inducción económica obligan a las personas a la prostitución (MacKinnon, 2011). La mayoría de las mujeres prostituidas están bajo el control de terceros, es decir: la mayoría son inducidas/aprovechadas por un proxeneta o han sido traficadas. De acuerdo a estimativos de 18 fuentes incluyendo investigaciones, informes de estados y agencias no gubernamentales, un promedio de 84% de mujeres adultas en la prostitución son inducidas/aprovechadas por proxenetas o tratadas (Farley, Franzblau, and Kennedy, 2014). Esta perspectiva ha sido elaborada en el Protocolo de Palermo, un instrumento legal internacional, convierte el consentimiento en la prostitución irrelevante ya sea que haya ocurrido o no la trata (Raymond, 2002). Varios países han aprobado legislación que reconoce la prostitución como explotación sexual: Suecia (1999), Corea del Sur (2004), Islandia (2008), Noruega (2009), Canadá (2014), Irlanda del Norte (2015), Francia (2016), y la República de Irlanda (2017). Estas leyes se basan en la evidencia sobre los daños de la prostitución. En estas aproximaciones a la prostitución, los compradores de sexo son penalizados (como lo son los proxenetas y tratantes) y las personas en la prostitución son descriminalizadas y se les proporciona “servicios de salida” o apoyo para salir y formación para el trabajo. Una vez la prostitución se entiende como una forma de violencia contra las mujeres, esta aproximación tiene sentido. La existencia de la prostitución en cualquier lugar, es la traición a las mujeres por parte de la sociedad, en especial hacia aquellas que son marginalizadas y vulnerables por su sexo, etnicidad, pobreza, e historia de abuso y abandono. Nuestra meta debería ser abolir la prostitución, no arreglarla o regularla. Pero hasta que la vulnerabilidad se remueva y la igualdad esté en su lugar, las mujeres seguirán entrando a la prostitución como su último y más desesperado recurso de supervivencia. Junto con Margareta Winberg, anterior Ministra para la Igualdad de Género en Suecia, nos preguntamos, “Aceptaremos el hecho de que ciertas mujeres y primordialmente niñas, frecuentemente aquellas que están más marginalizadas económica y étnicamente, sean tratadas como una clase social más baja, cuyo propósito vital es servir sexualmente a los hombres?” La respuesta es no. Referencias Argento Elena, Muldoon Katherine A, Duff Putu, Simo Annick, Deering Kathleen N., Shannon Kate. (2014) High prevalence and partner correlates of physical and sexual violence by intimate partners among street and off-street sex workers. PLoS One 9(7): http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0102129 Anderson, Bridget & O’Connell Davidson, Julia. (2003) Is Trafficking in Human Beings Demand Driven?A Multi-country Pilot Study. Geneva: International Organization for Migration, 2003. P 24 Barry, Kathleen. (1979). Female Sexual Slavery. New York: New York University Press. 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