Uno de los principales autores de un análisis sobre la desigualdad afirma que los resultados son tóxicos y representan “un ataque hacia nuestros valores”.
Quienes consumen drogas, dicen los investigadores, están entre los marginados que necesitan ayuda urgente para no morir. Los sectores británicos más marginados socialmente son diez veces más propensos a morir a una edad más temprana que la de la población general, según un análisis que muestra que la desigualdad se profundizó más de lo que creemos. Su autor principal afirma que tamaña disparidad revela que existe “algo tóxico en nuestra sociedad”. Los resultados publicados en el diario Lancet y descritos como parte de la evaluación más completa realizada sobre la desigualdad existente en las tasas de mortalidad, revelan que las mujeres de los sectores marginados tienen doce veces más probabilidades de morir que otras mujeres de su misma edad mientras que, para los hombres, las probabilidades ascienden a ocho. La tasa de mortalidad de los sectores marginados duplica la de las tropas de combate estadounidense desplegadas durante la insurgencia iraquí entre los años 2003 y 2006, según la investigación realizada por la University College de Londres (en adelante, UCL), la organización Pathway, a beneficio de la salud de aquellos sin techo, y un equipo internacional conformado por especialistas. Las personas que viven en los barrios más pobres tienen entre dos o tres veces más probabilidades de morir que aquellas que viven en los más acomodados. Las “tasas extremas de mortalidad” que enfrentan los marginados — incluidos los sin techo, las “trabajadoras sexuales”, los convictos y consumidores de drogas — deberían utilizarse para impulsar medidas de acción más rápida que podrían salvar vidas. Los marginados son más propensos a ser asesinados o suicidarse y a morir por accidentes, sobredosis, enfermedades infecciosas, cáncer, enfermedades hepáticas, problemas cardíacos y respiratorios. Andrew Hayward, del Instituto de Epidemiología y Cuidado de la Salud de la UCL, afirma que “la magnitud de la disparidad en países ricos representa un ataque a nuestros valores. Los grupos marginados son los canarios de la mina: señalan que hay algo tóxico en nuestra sociedad”. Puede afirmarse que más de medio millón de personas en Inglaterra viven una marginación social extrema; si bien se trata de una estimación de Hayward cabe la posibilidad de que el número real sea mucho más alto. “La marginación y sus consecuencias en la salud suelen ser resultado de muchos años viviendo varios problemas como la pobreza, situaciones adversas y traumas psicológicos durante la infancia”, agrega. El estudio concluye que la lucha contra la pobreza en la infancia y el desempleo, junto con medidas que mejoren la disponibilidad de viviendas sociales, son esenciales para mejorar la suerte de aquellos que viven en los márgenes de la sociedad. No hay un enfoque oficial a la hora de establecer los estándares de cuidado para los grupos marginados, en los que hay un mínimo de 80.000 personas sin techo. Sin embargo, Hayward aboga por un enfoque similar al de las 90.000 personas que viven con VIH en Inglaterra, quienes reciben asistencia vital en instalaciones de cuidado especializado. Una problemática que se evidencia en la investigación es que la salud de las mujeres experimenta más efectos adversos producto de la marginación social, lo que el estudio afirma que posiblemente “refleje su mayor vulnerabilidad” dentro de grupos marginados. Robert Aldridge, del Instituto de Informática Médica de la UCL dice al respecto: “Sabemos que las poblaciones marginadas sufren la falta de acceso a cuidados de salud básicos, pero esta nueva investigación muestra la escalofriante magnitud del problema... es mucho peor de lo que pensábamos. Las personas que viven sin techo, aquellas adictas a las drogas, las convictas y quienes ‘venden sexo’ son muchísimo más propensas a desarrollar problemas de salud graves y a morir jóvenes”. Los efectos perjudiciales a la salud producto del “trabajo sexual” son expuestos por Alisa, quien dejó su hogar a los 15 y empezó a “vender sexo” para ganar dinero. A los 19 no tenía techo, consumía heroína y comentó que cuando solicitó recibir tratamiento se sintió juzgada y abandonada por las prestadoras de salud. Alisa fue hospitalizada en varias oportunidades por enfermedades de transmisión sexual pero ningún miembro del personal le preguntó sobre su condición habitacional o quién la iba a cuidar cuando egresara, lo que la dejaba a la espera del alta que la regresaba directamente al prostíbulo. “Los estereotipos son muy fuertes, si la situación de alguien incomoda a la gente, tienden a darle la espalda. Necesitan tener presente que siguen siendo humanos aunque estén en una situación difícil”, dijo Alisa, que si bien ya no es una ‘trabajadora sexual’, todavía lidia con actitudes prejuiciosas de parte de médicos clínicos por su pasado. Serena Luchenski, del Instituto de Informática Médica de la UCL, cree que tales casos expresan la necesidad urgente de financiamiento y que la desigualdad revelada en la investigación puede prevenirse. Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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