Autora: Julie Bindel Traducción: Noemí Orellano Colaboración: Gio Cerutti Fuente: http://www.independent.co.uk/voices/oxfam-prostitution-charity-aid-workers-haiti-un-peacekeepers-a8206646.html En 1999, durante mi primer viaje a Kosovo, mi chofer me dijo que se estaban construyendo varios prostíbulos cerca del área ocupada por algunas organizaciones de beneficencia y de la ONU debido a que muchísimos varones instalados allí eran consumidores prolíficos de prostitución, a pesar de que estaban trabajando en estrategias contra la trata. Sobrevivientes del terremoto de 2010, en el que murieron más de 200 000 personas en Haití, lavando ropa en Puerto Príncipe. Fuente: Getty Images. Justo cuando pensaba que mi opinión sobre los grupos de presión pro prostitución no podía ser más negativa, vi un tweet sobre el escándalo de Oxfam que decía: “Comprar sexo a profesionales no es una conducta sexual indebida y las mujeres de Haití habrán estado agradecidas de conseguir trabajo sexual. Detesto las tonterías remilgadas del establishment que suponen que los trabajadores del ‘desarrollo’ son puritanos moralistas o santos”.
Ahí lo tienes. La idea de que las mujeres en situación de prostitución en Haití obtienen algún beneficio por ser compradas y vendidas por los mismos hombres que deberían ayudarlas a lidiar con el infierno de su existencia. Consideremos lo que esa persona está defendiendo. El director de Oxfam para el país de Haití, Roland Van Hauwermeiren, reconoció haber usado mujeres prostituidas en locales pagos con fondos de la caridad. Es muy posible que haya habido menores de edad entre las víctimas de Van Hauwermeiren y otros trabajadores humanitarios. Aquello sucedió luego del terremoto de 2010, que cobró la vida de 220 000 personas, dejó 300 000 heridos y a 1,5 millones sin techo. Existen también denuncias que señalan que algunos varones que ocupan puestos de responsabilidad prostituyeron mujeres y niñas en Chad en 2006. Muchos hombres que trabajan en países en desarrollo consideran que usar mujeres de esa manera es un “beneficio extra del trabajo”. Sabemos que muchos mercados del sexo en países como Filipinas existen por la presencia de ejércitos y del llamado “personal de mantenimiento de la paz”. Esos hombres están autorizando violaciones atroces a los derechos humanos. Están apoyando, literalmente, un sistema que causa miseria y sufrimiento a mujeres e infantes. Ha habido incontables casos de abuso sexual de la infancia y trata de personas en orfanatos de Haití, y algunas jóvenes han hablado sobre la desesperación y la pobreza que las llevó a la prostitución callejera. Donde sea que haya conflicto, desastres naturales y pobreza extrema, las mujeres, niños y niñas serán abusadas y llevadas a la prostitución. Los tratantes apuntan a países como Haití, a sabiendas de que obtendrán grandes ganancias, ya que las mujeres y niñas son aún más vulnerables. He sido testigo de escándalos como este anteriormente. En 1999, durante mi primer viaje a Kosovo, poco después de terminada la guerra, mi chofer me dijo que se estaban construyendo varios prostíbulos cerca del área ocupada por varias organizaciones de beneficencia y de la ONU, debido a que una gran cantidad de varones instalados allí eran consumidores prolíficos de prostitución. Vi varios hombres entrar y salir de esos establecimientos, a pesar de que muchos de ellos estaban allí para ofrecer consejos sobre estrategias antitrata a los encargados locales de hacer cumplir la ley. También recuerdo el escándalo que estalló cuando Kathryn Bolkovac, observadora de la Fuerza Internacional de Policía de las Naciones Unidas en Bosnia y Herzegovina, demandó a sus empleadores por despido improcedente cuando perdió su trabajo en 1999 después de haber denunciado que había soldados pagando por sexo, violando a niñas menores de edad e involucrados en la trata de personas con fines de explotación sexual. Estuve en los Balcanes cuando la historia salió a la luz por primera vez, y hablé con varios funcionarios de la ONU al respecto. Muchos de estos hombres o bien justificaron que los agentes pagaran por sexo, con el pretexto de que estaban lejos de sus hogares durante mucho tiempo y “necesitaban” tener sexo, o bien dijeron que Bolkovac mentía. David Lamb, un ex oficial de policía de Filadelfia enviado por la ONU a Bosnia como investigador de derechos humanos hasta 2009, investigó las denuncias de que seis policías romanos, fiyianos y pakistaníes instalados en la ciudad de Bijeljina estaban tratando mujeres con fines de explotación sexual. Lamb encontró una cantidad de evidencia suficiente para justificar una investigación penal a fondo, y recibió amenazas físicas y bloqueos de sus superiores, incluido un oficial de policía ucraniano que ordenó poner fin a la investigación. El comercio sexual se cimenta sobre el colonialismo y el racismo, así como la misoginia. Trátese de la elevada proporción de niñas y mujeres afroamericanas en situación de prostitución en los Estados Unidos o de la captación de mujeres y niñas indígenas y originarias en países como Australia, Nueva Zelanda y Canadá, es claro que los hombres blancos ricos y poderosos consideran que es su “derecho” utilizar esas mujeres y niñas como mercancía. Oxfam debería centrar su trabajo en torno a las mujeres e infantes vulnerados y, sin embargo, algunos de sus funcionarios varones de mayor rango parecen haber hecho lo contrario. Es verdaderamente una vergüenza que los apologistas de la prostitución creen una suerte de defensa a favor de estos viles depredadores sexuales al sugerir que las mujeres y niñas inducidas a introducirse en el comercio sexual, de alguna manera, toman una “decisión” y son “profesionales” que realizan un “trabajo”. Esas mujeres y niñas están siendo abusadas y explotadas por hombres a quienes se les paga salarios astronómicos para hacer su vida menos horrorosa. Uno de los mitos acerca del comercio sexual es que los hombres que alquilan el interior de las mujeres para su exclusivo placer sexual les hacen un favor a las víctimas porque el dinero cambia de manos. Mi mejor amiga y colega, la extraordinaria escritora y sobreviviente del comercio sexual Rachel Moran, ha dicho en respuesta a los liberales blancos que sostienen que pagar por sexo es justificable porque provee un ingreso para las mujeres pobres: “¿No te parece que, si una persona no puede pagar para alimentarse, lo más apropiado que se puede meter en su boca es comida y no tu pene?”. Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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