Por Julie Bindel Texto original: http://www.feministcurrent.com/2016/06/10/john-davies-pro-prostitution-academic-trafficking-denier-jailed/www.feministcurrent.com/2016/06/10/john-davies-pro-prostitution-academic-trafficking-denier-jailed/ Traducción: Vanessa Gutierrez John Davies, Olsi Vullnetari, Benjamin Davies
El 16 de mayo de 2016, un hombre de 58 años llamado John Davies se puso de pie en la sala del Juzgado de Southwark en Londres, Reino Unido, y fue sentenciado a 12 años de cárcel por fraude a una organización de beneficencia. Los otros acusados, Olsi Vullnetari y Benjamin Davies (el hijo de John, de 31 años) fueron condenados, respectivamente, por fraude y blanqueo de dinero. Davies y Vullnetari habían robado más de 5 millones de libras de donaciones de las fundaciones Sompan y Kurbet, organizaciones que originalmente ayudaban a mujeres maltratadas y niños pobres. Benjamin había blanqueado parte de ese dinero a través de varias cuentas bancarias en Hungría, Holanda, Tailandia, Suráfrica, América, e Irlanda. John Davies está doctorado por la Universidad de Sussex, y es el autor de un libro sobre la trata de mujeres albanesas. Está incluido en la web de la Universidad de Witwatersrand, el centro Africano de Migración, como Investigador Adjunto; anteriormente fue miembro de la Royal Society of Arts, miembro de la Comisión Europea de migración, integración y cohesión social, y también investigador adjunto en el Centro de Migración de la Universidad de Sussex. Davies ha viajado por todo el mundo desde 1990 para estudiar el tráfico sexual internacional, y ha hecho campaña contra todas las leyes que afectan a la prostitución. Consiguió evadir a la justicia hasta hace poco, porque un gran número de académicos y activistas a favor de la prostitución lo apoyaban, funcionando como cortina de humo para sus actividades. Personalmente escuché las alegaciones de Davies desde 1999. Junto con otras feministas abolicionistas, he echado en cara cada poco a los académicos y a otros expertos en DDHH su colaboración con Davies y su negativa a condenarlo. Todos y cada uno de ellos lo han defendido y se niegan a admitir su mal carácter. Durante mucho tiempo la policía lo llamó “el señor Teflón” porque ninguna de las serias acusaciones que había contra él permanecían. A todos los que hemos seguido sus actividades nos ha amenazado con denunciarnos por injurias. Yo, al menos, puedo contar parte de su historia, ya que respondí a sus amenazas demostrando con evidencias todas mis acusaciones –se sospecha que Davies ha traficado con bebés desde hace tiempo, entre otras cosas-. En los 80, John Davies, un antiguo predicador laico, estuvo en la cárcel dos veces por prácticas fraudulentas y engañosas en Gran Bretaña, por usar tarjetas de crédito de una organización de beneficencia mientras viajaba por Rumanía. Durante la década de los 80, Davies fundó una compañía, la Fundación King Soloman, que, según Davies, emparejaba a bebés huérfanos, con amorosos padres adoptivos. Después se supo que, presuntamente, las madres biológicas de esos bebés eran prostitutas, muchas habían sido violadas, Davies las coaccionaba para que entregaran a sus bebés y cobraba por cada uno alrededor de 20.000 dólares a familias americanas ricas que no tenían hijos. Cuando finalmente fue arrestado por tráfico de bebés, su defensa fue “mi fundación está registrada legalmente en Croacia, y simplemente estamos intentando encontrar un hogar para estos bebés que, de otro modo, acabarían abandonados en cualquier calle de Zagreb.” Algunos investigadores privados descubrieron que este servicio de adopción operaba totalmente fuera de la ley de adopción de los países en los que funcionaba. Este “servicio de colocación de bebés” operaba desde su propia casa en Transilvania, en el sur de Rumanía, y había otro ubicado en Sgezed, en el sur de Hungría. Davies contrataba a trabajadores sociales para que trabajaran como agentes para explorar los hospitales y orfanatos de Hungría, Rumanía, Moldavia, Ucrania, Croacia, Bosnia, Serbia, Kosovo, Macedonia y Albania para encontrar mujeres embarazadas que quisieran dar a sus hijos en adopción. En 1993 Davies fue añadido a una lista de Vigilancia de la Interpol, como sospechoso de tráfico de bebés. Tenía prohibido entrar en al menos dos países, fue arrestado y encarcelado en Croacia por ser sospechoso de traficar con bebés e investigado por la Comisión Europea por uso fraudulento de una subvención. En 2009, Davies fue absuelto de dos cargos de abuso sexual a menores. Cualquier condena, y posterior encarcelamiento de Davies sería considerada como un desafío por aquellos que apoyaron y defendieron a este hombre, como sus antiguos colegas académicos y quienes hicieron campaña con él para legalizar la prostitución. La primera vez que oí hablar de John Davies, también conocido como John Shelton Davies o John Glyn Davies, o Glyndwr Selwyn Owain Davies, fue en una conferencia en Londres en 1999. Acababa de empezar a investigar el tráfico de mujeres y niños en Reino Unido, y me habían invitado a un evento que trataba este tema, organizado por la Comisión Europea. Recuerdo que me aburrí mientras escuchaba a un ponente y otro repitiendo acrónimos, clichés, y promesas vacías. “Croacia está a la cabeza descubriendo a estos criminales” y “ningún país hace más por educar a las posibles víctimas que Montenegro”, etc. Dos policías se me acercaron y me preguntaron si conocía a Davies y me dijeron que era sospechoso de traficar con bebés de Europa del Este. Hice un par de preguntas a mi grupo de amigos y dieron sus frutos. Investigué el nombre de Davies en bases de datos de periódicos internacionales y encontré un gran número de artículos escritos por reputados periodistas, así como referencias al mismo en libros y manuales académicos que trataban el tema del tráfico de bebés. Ninguno de ellos había sido modificado ni corregido (práctica habitual si hay alguna imprecisión que pueda perjudicar o calumniar a la persona mencionada) Janice Raymond, anterior codirectora de la ONG Coalición Contra el Tráfico de Mujeres, abolicionista y feminista, y autora de Not a choice, not a job (no es una elección, no es un trabajo) también había seguido los pasos de las actividades de Davies durante años y me dijo que había oído como algunos defensores de la prostitución -incluidos académicos y miembros de organizaciones de derechos humanos- defender a Davies y negar las evidencias que existían contra él. Pero, como Raymond cuenta en su libro, las cosas se pusieron tan feas para Davies que a finales de los 90 activistas acérrimos a favor de la prostitución renegaron de él. Un informe de The Independent del 27 de marzo de 1995, escrito por Leonard Doyle, demuestra que dos años antes, Davies y otros estuvieron implicados en lo que los diplomáticos de EEUU describieron como “contrabando de bebés/red de adopciones” y que afectó a 28 niños rumanos. Ese año, Davies fue incluido por la Interpol en la lista de sospechosos de traficar con bebés. “Llevaban a los niños a “granjas de engorde” en el sur de Hungría y se quedaban allí hasta que EEUU cedía a la presión para dejarlos entrar en el país". Escribió Doyle. En 1998 Hungría intentó deportar a Davies, y él solicitó apoyo a Stop Traffic, una organización cuyos miembros estaban mayoritariamente a favor de la prostitución. “Su solicitud, evidentemente, fue escuchada y Davies pudo quedarse en el país”, escribe Raymond en de Not a choice, not a job. Sin embargo, dos importantísimas organizaciones a favor de la prostitución, la Dutch Foundation Against Trafficking in Women (STV) y La Strada, anunciaron que rescindían su contrato de colaboración con Davies y las fundaciones con las que tuviera algo que ver –La Fundación Salomón (Hungría) y la Fundación Moravia (Albania y Rumanía). Davies respondió: “no se está llevando a cabo ninguna investigación por fraude, el proyecto Hungría ya fue auditado el año pasado tras las insostenibles acusaciones de fraude y no se detectó ningún uso fraudulento de fondos”. El 7 de mayo de 1999 Davies afirmó que había entregado a la Unión Europea “gran cantidad de material desde aquellas acusaciones y después de muchas semanas la Unión Europea no ha solicitado la devolución de la subvención”. No conozco ningún documento o reconocimiento oficial de la Unión Europea de que lo que dice Davies sea cierto.” Descubrí también, por medio de algunos colegas de prensa, un intento fallido de Davies de publicar una queja oficial contra el Sunday Times en 1999. El artículo afirmaba que Davies había sido acusado de suministrar bebés de Europa del Este ilegalmente para su adopción en occidente, y que estaba bajo una investigación por presunto fraude de una subvención concedida por la Comunidad Europea por valor de 140.000 libras. Durante mucho tiempo, Davies ha defendido la legalización del comercio sexual y había solicitado esta subvención junto con el Centro de Información sobre Prostitución de Amsterdam, que tiene publicada una “guía de placer” de la zona de los burdeles ventana, organizan tours guiados en la misma y hacen campaña en favor de los derechos de las “trabajadoras sexuales”. Asimismo, el artículo revela que Davies tenía prohibido entrar en América y Rumanía, que fue arrestado en Croacia y encarcelado dos veces en Gran Bretaña por posesión ilícita de dinero. La beca de la Unión Europea, supuestamente, era para crear un servicio de ayuda a las mujeres que eran prostituidas en la calle en Szeged, en el sur de Hungría. Pero un experto contratado por la comisión para investigar el proyecto dijo que sospechaba que el primer pago de la beca, de 60.000 libras, había sido utilizado por Davies para “enriquecimiento personal”. “Voy a retomar mis estudios de doctorado en migración sexual”, escribió Davies a la Comisión de Quejas de Prensa como parte de su refutación. “y doy gracias por contar con el apoyo de mis profesores y otros colegas en estos momentos tan duros. Soy muy afortunado de que muchos de mis colegas y amigos me conocen tan bien que no se dejan influenciar por informes que no tienen nada que ver con la realidad de mi vida y de mi trabajo.” Sin embargo, la Comisión llegó a la conclusión de que Davies no había sido descrito injustamente por el periodista cuando dijo que la unidad antifraude de la Unión Europea lo estaba investigando por fraude, pero la condena pública de Davies por parte de ciertos grupos que apoyaban la prostitución no impidieron que Davies siguiera buscando fondos para actividades relacionadas con la prostitución. En 2002 Davies consiguió una subvención de un proveedor de fondos noruego, para trabajar contra el tráfico humano en Bangladesh. En Dhaka, trabajó como consejero técnico para el Ministro de Mujeres y Niños, en un proyecto para acabar con la trata. “Cuando las acusaciones de tráfico de niños y las órdenes de expulsión fueron evidentes, la relación de Davies con los programas gubernamentales contra el tráfico de mujeres y niños, los gobiernos rompieron toda relación con él, dejaron de subvencionarlo y tuvo que dejar Bangladesh”, escribió Raymond en Not a choice, not a job. Raymond me envió una copia de su carta a una reconocida personalidad en el mundo de la lucha contra el tráfico de personas, que vivía en Bangladesh y había informado de las actividades de Davies a algunos oficiales superiores. La Secretaria de Asuntos de la Mujer y Niños (MOWSA) descubrió que Davies estaba implicado en actividades ilegales relacionadas con “apuestas, mujeres y drogas”. La subvención que había recibido de Noruega fue revocada y perdió su puesto en Bangladesh. Davies pasó muchos años primero como estudiante de doctorado y después como investigador adjunto en el Centro de Estudios Migratorios de la Universidad de Sussex, Inglaterra. En 2007 la Universidad le concedió el doctorado. Durante el tiempo que pasó en el centro, Davies viajó por todo el mundo asistiendo a conferencias, a menudo como ponente, presentándose a sí mismo como experto en tráfico de personas. Varias veces el Centro de Sussex acogió a estudiantes e investigadores adjuntos que definían el tráfico como “migración facilitada” o incluso discutían que “la trata es un mito”. En el mismo centro han estado apologistas de la industria del sexo como Jo Doezema, persona clave en las campañas del Proyecto de Red Global de las Trabajadoras Sexuales (NSWP), una organización internacional que apoya la prostitución y que hace campañas para blanquear y despenalizar todos los aspectos del comercio sexual; Nicola Mai, cuyos estudios sobre la trata con fines sexuales normalmente concluyen que la preocupación sobre el tema tiene que ver con el “pánico moral”; Laura Agustín, autora de Sex at the Margins: Migration, Labour Markets and the Rescue Industry (Sexo en los límites: migración, mercados de trabajo y la industria de rescate) ha llegado a comparar a las feministas abolicionistas con “esas mujeres de clase media del siglo XIX que se tomaban como asunto propio lo de ayudar, controlar, aconsejar y disciplinar a los pobres, incluso su conducta sexual.” Olsi Vullnetari, Benjamin Davies y Julie Vullnetari eran estudiantes de posgrado en Sussex. Julie es la antigua pareja de Davies, y trabajó con él en su estudio de campo en Lyon, Francia. Igual que Davies, está doctorada en Estudios de Migración por la Universidad de Sussex. En sus agradecimientos, Davies reconoce el “impresionante trabajo como abogada cultural” de Vullnetari. Julie, que anteriormente había trabajado en UNIFEM como consultora sobre trata de mujeres en Asia, fue arrestada junto con Davies en Croacia en 1995, sospechosa de tráfico de bebés (finalmente solo Davies fue acusado). Julie es hermana de Olsi Vullnetari. Olsi, que se graduó en un Máster de Estudios Migratorios en 2004 en Centro de Estudios Migratorios de la Universidad de Sussex, también era un ponente habitual en conferencias internacionales que trataban sobre migración. Era también responsable de un lucrativo negocio de consultoría y redacción de informes en representación de solicitantes de asilo albaneses. John Davies y su hijo Benjamin, los hermanos Vullnetari, Agustín, Doezema y Mai comparten opiniones sobre el tráfico de mujeres con fines sexuales: la trata (o “trabajo sexual migrante”) es una elección que las propias mujeres de países pobres toman para ganar mucho dinero y evitar trabajar en fábricas. Igual que Agustín, John Davies cree que las activistas contra la trata son mucho más peligrosas que los propios traficantes. En 2006, Davies habló en una conferencia académica en Oxford, como aspirante a Doctor del Centro de Estudios Migratorios de la Universidad de Sussex. El título de su charla fue “Fuerza y decepción: las herramientas de los activistas contra la trata.” El libro de Davies, basado en su investigación para el doctorado, “No me llamo Natasha: cómo las albanesas en Francia utilizan la trata para evitar la exclusión social (1998-2001)” fue publicado por la Universidad de Amsterdam en 2009. A mí me llegó una copia revisada de parte del editor y decidí buscar su nombre en Google por si había sido acusado de algo más. Por pura casualidad, encontré un artículo de un periódico local que relataba un caso contra Davies y cuyo juicio empezaba esa semana. Estaba acusado de abusar sexualmente de dos niñas, de 6 y 8 años, durante los años 80-81. El juicio duró 8 días y al final salió absuelto. Una académica llamada Nicola (Nick) Mai también consiguió el doctorado en el Centro de Sussex. El año que se publicó el libro de Davies, y que fue absuelto en el juicio, el Parlamento Británico estaba planteándose introducir una cláusula a la enmienda de Ofensas Sexuales de 2003, añadiendo que fuera considerada una ofensa en Inglaterra y Gales pagar por los servicios de una persona prostituida que hubiera sido coaccionada para ejercer servicios sexuales. Como era de esperar, la simple sugerencia de que el estado pudiera criminalizar cualquier forma de comprar sexo sacó a la luz argumentos de todo tipo. Mai, en aquel entonces investigador de la Universidad de North London, estaba acabando su proyecto de investigación financiado con dinero público, llamado “Trabajadoras migrantes de la industria sexual en Reino Unido” en el que llegaba a la conclusión de que muy pocas (6%, según estimó) eran traficadas o coaccionadas para vender sexo. Él mismo apoyaba a Unión Internacional de Trabajadoras Sexuales (IUSW), una organización fantasma fundada en 2000 por una pareja de antropólogos radicales que creían que los derechos de la gente prostituida solo se podían conseguir organizando el colectivo. Mai había involucrado a varios miembros de esta organización en su trabajo de investigación. La IUSW no es ni mucho menos una organización de izquierdas, tal como sus fundadores quieren hacernos creer. Algunos antiguos miembros me han dicho que sirve más bien para dar voz a proxenetas y puteros que otra cosa; y en lugar de aconsejarlos para que tengan cuidado con lo que hacen como hacían inicialmente sus fundadores, hoy en día la IUSW acepta como miembros con los brazos abiertos a jefes de la industria del sexo. Los activistas a favor de la prostitución aceptaron de buen grado el informe (*de Nick Mai) porque encajaba con su idea de que la ley no debería interferir en el comercio sexual, teniendo en cuenta que prácticamente no hay abuso, coacción o ilegalidad alguna, y que la trata solo supone un problema para las víctimas que están en una situación de migración ilegal o irregular. “Únicamente podemos enfocar la trata existente en la industria sexual cuando hagamos políticas basadas en evidencias y en la realidad” dijo Catherine Stephens, de la IUSW cuando leyó el informe. No sorprenden los elogios de Stephens a este informe: no solo la conclusión del mismo le venía bien a la IUSW, sino que Stephens además era investigadora y miembro del Grupo de Consejeros de la investigación que se llevó a cabo para dicho informe. Thierry Shaffauser, activista de la IUSW, también fue reclutado como investigador para el proyecto. Las entrevistas fueron facilitadas por distintas organizaciones a favor de la prostitución, como IUSW, el Colectivo Inglés de Prostitutas (ECP) el XTalk Project, la Red de Proyectos de Trabajos Sexuales de UK (UKNSWP), SW5, y Safe Project. Mai publicó su estudio a propósito para hacerlo coincidir con una campaña llevada a cabo por abolicionistas en Reino Unido, que pretendía introducir una versión del modelo nórdico en el país. Hubo una oposición masiva a esta ley liderada por académicos como Maul, y grupos de presión como ECP y la IUSW. El estudio de Mai se publicó en octubre de 2009, pero una vez que se había publicado un resumen de sus conclusiones (en julio de ese año), él y otros activistas que apoyan la prostitución lo utilizaron como herramienta para convencer a los ministros y a los lores para que votaran en contra de la cláusula que quería penalizar la compra de sexo. Mientras tanto, Nick Davies (sin relación alguna con John) conocido por sus “investigaciones especiales” en el periódico The Guardian estaba en medio de una investigación muy importante sobre la trata. En 2009, publicó un artículo de 4.500 palabras en The Guardian en el que venía a decir que los activistas contra la trata había creado pánico moral, y dijo que “la mayor investigación sobre tráfico sexual jamás llevada a cabo en Reino Unido no había encontrado una sola persona que hubiera sido forzada a prostituirse de ningún modo”, en otras palabras, que hay pocas víctimas de trata. Lo que la investigación SÍ concluyó es que la policía no logró encontrar traficantes de personas, y que en las raras ocasiones en las que daban con alguno, los jueces no los encarcelaban. Pero esa historia, en la que Nick Mai y la entidad coordinadora en favor de la prostitución, la Red de Proyectos de Trabajos Sexuales de Reino Unido salían bien parados, no es tan interesante como lo que Davies quiere hacernos creer con sus elogios. Es mucho más atractivo para la mayoría de la gente aceptar que, salvo alguna rara excepción, las mujeres extranjeras que habitan burdeles de toda Europa se montaron en un avión en su país de origen para encontrar trabajo promocionando su propia carne entre desconocidos. El artículo de Nick Davies provocó un enardecido debate en el parlamento sobre si penalizar o no a los compradores de servicios sexuales, con el fin de hacer que el Reino Unido no fuera un buen destino para los traficantes (un modelo legislativo que fue introducido con éxito en Suecia en 1999, y en otros países posteriormente). La investigación consiguió que Davies fuera nominado y ganara en los Premios Eróticos, un evento anual organizado por un pornógrafo. Davies, sin embargo, no fue a recoger el premio –una estatuilla dorada de un pene volador-. El artículo de Davies contenía esta línea “una improbable unión de cristianos evangélicos y activistas feministas que buscan una historia de trata de seres humanos para poder asegurar su meta final, que no es un cambio en la política, sino la abolición de toda la prostitución.” Los intentos de Nick Davies, Nick Mai y otros activistas de boicotear la introducción de la nueva ley fallaron y se aprobó la misma en 2010. Poco después del juicio por abuso a menores, en el que John Davies fue absuelto, leí una carta en The Guardian firmada por un buen número de académicos, incluyendo a John Davies y otros activistas, alabando el artículo de Nick Davies. Esto me incitó aún más a revisitar mi investigación sobre la toma de poder de los académicos en relación con la prostitución. Escribí a Catedrático Richard Black, el entonces director del Centro de Estudios Migratorios de Sussex y supervisor de Davies. Su propia firma estaba en la carta que garantizaba la aprobación ética de Davies para formar parte de su investigación de campo y estaba incluida en un apéndice de su libro. Escribí un email a Black (había llamado por teléfono en numerosas ocasiones a la Universidad y no había recibido respuesta) para preguntarle su opinión sobre lo que yo había llamado “negación de la trata” que parecía ser la tónica general de los académicos, y de su departamento en particular. Durante el juicio por abuso sexual a menores de Davies había oído a unos cuantos académicos alabándole e incluso ejerciendo como testigos de la defensa y testificando a su favor. Uno había viajado desde Nueva Zelanda, y habló de la integridad y compromiso de Davies para luchar contra la explotación sexual de mujeres y niñas vulnerables. Mi email preguntaba si Black podía arrojar algo de luz sobre esta cultura de la “negación de la trata” y ofrecía ejemplos de individuos que se ajustaban a esta línea de pensamiento, como Julie Vullnetari, John Davies y Nick Mai. Señalaba también en el email que Davies había sido sospechosos de tráfico de bebés según la Interpol, había sido expulsado de distintos países precisamente por la importancia de esas sospechas y había sido arrestado y encarcelado en Croacia. Black decidió no contestarme pero sí le pasó mi email, sin mi consentimiento, a Davies. Recibí una carta de los abogados de Davies. Me acusaban de no tener ninguna evidencia para hacer las acusaciones que hacía en mi email a Black, y amenazaba con demandarme, a menos que hiciera pública una disculpa y le diera 5.000 libras que Davies donaría a una asociación benéfica de mujeres de su elección. Como respuesta, reuní todas las evidencias que demostraban mis afirmaciones y algunas más. Una vez enviadas dichas evidencias a los abogados de Davies, que incluían hasta el nombre de Davies en la lista de sospechosos de la Interpol, documentos del juzgado de Croacia, la orden de expulsión de Rumanía y algunas evidencias de la investigación de fraude por parte de la Unión Europea, no supe más de ellos, que es precisamente lo que esperaba... hasta que recibí un enlace a una web llamada El Antropólogo Desnudo facilitado por Laura Agustín, una auxiliar de la Universidad de Essex que está a favor de la prostitución. El post al que me dirigía el enlace se titulaba “Enemigos importantes: ¿odiamos a los académicos que estudian el trabajo sexual u odiamos sus investigaciones?” y versaba sobre algo que yo había dicho en una conferencia feminista que trataba sobre la prostitución. Cuando se estaba hablando sobre la investigación del comercio sexual llevada a cabo por antropólogos, hice una broma: “Si tuviera una bala en una pistola, no la recibiría el proxeneta, sino el antropólogo”. Teniendo en cuenta lo mucho que odio a los proxenetas y también que estoy en contra de la violencia, debería haber quedado claro que no lo decía en serio. Este hilo atrajo a muchos activistas proprostitución, incluido el mismísimo John Davies quien, cuando le pregunté qué había ocurrido con su amenaza de demanda, me contestó que la retomaría cuando tuviera tiempo y que nos veríamos en los tribunales. Ese mensaje fue lo último que supe de Davies hasta que su nombre salió de nuevo a la luz en los juzgados. Envié otro email a Richard Black, que ha dejado la Universidad de Sussex y trabaja en otra institución para preguntarle si podía contestar mi pregunta inicial sobre la cultura de la “negación de la trata”. Él respondió negando que hubiera “ningún discurso predominante que venga de los estudiantes de posgrado del centro” al respecto del comercio sexual y decía “en el Centro, a finales de la década de los 2000, tuvimos en todo momento entre 20 y 30 alumnos trabajando en varios aspectos de la migración y muy pocos de ellos se involucraron en el tema de la trata o el trabajo sexual.” Sin embargo, no he podido encontrar un solo graduado que tome la firme posición de decir que el comercio sexual es inherentemente dañino para las mujeres y eso que he leído docenas de artículos y publicaciones académicas de dichos estudiantes. La negación de la trata y el apoyo a la prostitución es intrínseco a la cultura académica de este centro, pero se hace menos sorprendente cuando descubres que la propia residencia de estudiantes de la Universidad de Essex fue literalmente utilizada como burdel por una red internacional de prostitución. En 2014, cinco hombres y mujeres fueron encarcelados por trata, después de reclutar a, al menos, 53 mujeres “pobres y vulnerables” de Hungría y traerlas a Reino Unido, prostituyendo a muchas de ellas en la Universidad de Sussex. Mientras tanto a John Davies, actualmente entre rejas contando los años que le quedan para ser libre, se le ha acabado su reputación como académico, su posibilidad de recibir subvenciones, dar conferencias, y aconsejar al gobierno en asuntos de trata de mujeres para comercio sexual… ¿o quizá no? ¿Seguirán esos académicos, que tanto se preocupan por blanquear el comercio sexual, viéndole como uno de los suyos? Julie Bindel es una periodista, escritora y activista feminista contra la violencia machista. Su libro sobre el comercio sexual se publicará a principios de 2017. Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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