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​LA PROSTITUCIÓN DE  LA IZQUIERDA

3/4/2018

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Traducción: Joan Marco Perales
Colaboración: Maura Lopez
 
Chris Hedges
Marzo 2015
 
Artículo original: https://www.truthdig.com/articles/the-whoredom-of-the-left/

 
 
VANCOUVER, Columbia Británica – La prostitución es la expresión por excelencia de la globalización. Los propietarios de las corporaciones son los proxenetas, y nos arruinan y degradan a todos.  Nos dejan en la pobreza y la impotencia, al servicio de las exigencias crueles y lascivas de la élite corporativa. Y cuando se cansan de nosotras, o cuando ya no somos útiles, nos consideran deshechos humanos. Si aceptamos que en una sociedad civil, se tolere la legalización de la prostitución, como en Alemania,  estaremos a un paso (que damos todos a la vez) hacia la aldea  global que están construyendo los poderosos. La lucha contra la prostitución es la lucha contra un neoliberalismo deshumanizante que empieza con el sometimiento de niñas y mujeres pobres, pero nunca termina.
 
La pobreza no es algo afrodisíaco: aquellas que venden sus cuerpos lo hacen porque están desesperadas. A menudo acaban heridas, con una gran variedad de enfermedades  y trastornos, sufren un trauma emocional grave. La izquierda ha perdido totalmente su moralidad al no comprender que la legalización de la prostitución es otra de las facetas del neoliberalismo. Vender el cuerpo no es una elección, no se trata de libertad: es un acto de esclavitud económica.

 
Hace poco, en una noche lluviosa, pasé junto a unas prostitutas desesperadas, en el gueto  Downtown  Eastside de Vancouver – la mayoría de ellas eran mujeres pobres de pueblos originarios. Me percaté de la crueldad y la desesperanza que reinan en las esquinas de unas calles desoladas donde las mujeres esperan a los clientes puteros. Tanto la crueldad como el desaliento caracterizarán la mayor parte de nuestras vidas si los artífices del neoliberalismo siguen ostentando las posiciones de poder. Downton Eastside tiene el porcentaje de infecciones de VIH más alto de América del Norte. Está lleno de aquellos que el sistema ha destrozado, drogadictos, vagabundos, gente mayor y enfermos mentales, todos arrojados a las calles sin piedad.
 
Lee Lakeman, una de las feministas radicales más importantes de Canadá, junto a varios miembros del Refugio para Mujeres y Víctimas de Violación de Vancouver, (Vancouver Rape Relief & Women’s Shelters) se reunieron conmigo en su oficina. En los años 70, Lakeman puso su casa de Ontario a disposición de mujeres víctimas de violencia  y  sus hijos. En 1977 ya estaba trabajando en el refugio de Vancouver, fundado en 1973 y que hoy en día es el refugio para casos de violación más antiguo de Canadá. Ha estado al frente de la lucha contra el maltrato a las mujeres en Canadá, y ha creado alianzas con grupos como la Red de Acción de las Mujeres Aborígenes (Aboriginal Women’s Action Network) y la Coalición de Mujeres Asiáticas para el Fin de la Prostitución (Asian Women Coalition Ending Prostitution).

Tanto Lakeman como el personal del refugio, se negaron a entregar al gobierno provincial, los expedientes de las víctimas para  poder proteger su anonimato. Tampoco han ofrecido esta información a los tribunales. Con respecto a esto,  Lakeman considera que «los abogados de la defensa intentan desacreditar o acosar a las mujeres demandantes en casos penales de violencia de género». Este desafío supuso que el refugio dejara de recibir fondos gubernamentales. «Sigue siendo imposible trabajar de forma eficiente en un centro crisis de este tipo o en una casa de transición, sin violar  la ley canadiense con regularidad» dice Lakeman, que se describe a sí misma como cada vez más radical.  
 
Lakeman, junto al resto de las feministas radicales que apoyan el refugio,  es la oveja negra  no solo para el Estado, sino también para los liberales irresponsables que piensan que la violencia contra la mujer es inadmisible si ocurre en una fábrica con condiciones precarias pero que es de alguna manera aceptable, siempre que ocurra en una habitación alquilada, un callejón, un burdel, un centro de masajes o en un coche. Lakeman lucha contra un mundo que se ha vuelto indiferente,  un mundo que ha perdido toda la empatía, un mundo donde la solidaridad hacia los oprimidos es un concepto desconocido. Y con las turbulencias a las que nos enfrentamos por el cambio climático y la crisis del capitalismo global, teme que, si los mecanismos no están en marcha para proteger a las mujeres pobres, la explotación y la violencia seguirán en aumento.
 
«Nunca hemos dejado de combatir la misoginia de algunos activistas» afirma.  «Es un problema serio. ¿Cómo nos comunicamos en tanto que movimientos sociales? Queremos hablar de construir coaliciones, pero también queremos que las nuevas organizaciones se tomen en serio el liderazgo femenino, que utilicen lo que hemos aprendido en los últimos cincuenta años. Nos ocupamos de las mujeres más desfavorecidas, y para nosotros está claro que cualquier rebelión, ya sea chapucera o caótica, o incluso imprevista, perjudicaría  a las mujeres pobres. Necesitamos tener consideración en nuestras acciones de protesta, pues rechazamos la versión tradicional que la derecha tiene de la ley y el orden: trabajamos contra ella. No buscamos restringir los derechos de los hombres pero, sin una comunidad organizada y sin la responsabilidad del Estado, toda mujer está sola contra un hombre que tiene más poder».
 
«Estamos presenciando un nivel de violencia contra las mujeres que las generaciones anteriores  nunca habían vivido – incesto, violencia doméstica, prostitución, trata y violencia contra mujeres lesbianas» continúa. Se ha normalizado”. Sin embargo, en períodos de caos la situación empeora. Intentamos aferrarnos a lo que conocemos sobre cuidados, sobre cómo trabajar democráticamente y sobre la no violencia sin incluir al Estado. No obstante, tenemos que insistir en el derecho de las mujeres a no enfrentarse solas a los hombres.  Debemos exigir que funcione el estado de derecho.  La globalización y el neoliberalismo han acelerado un proceso en el que se vende a las mujeres al por mayor, como si fuera aceptable prostituir a mujeres asiáticas en burdeles porque envían dinero a sus casas, a  familias pobres» dice Lakeman.  «Este es el modelo neoliberal que nos proponen, es una industria. No está mal visto… es un trabajo como cualquier otro. Este modelo  considera que algunas personas pueden poseer fábricas donde se prostituyen mujeres,  pueden poseer sistemas de distribución (para la prostitución). Pueden usar la propaganda para promocionarlo, y pueden ganar dinero. Tanto los hombres que pagan a cambio de sexo como el estado, están apoyando esta maquinaria. El único modo de luchar contra el capitalismo, el racismo y proteger a las mujeres, es no permitir que los hombres compren a las mujeres prostituidas. Una vez que esto ocurra podremos movilizarnos contra el lobby y el Estado para beneficiar a la lucha antirracista y anticapitalista. Para ello, los hombres deberán aceptar que las mujeres sean las líderes, tendrán que escucharnos. Y tendrán que renunciar a la autocomplacencia de la prostitución».
 
«La izquierda se desmoronó en los años setenta cuando fracasó en la lucha contra el racismo, el imperialismo y la liberación de la mujer» afirma.  «Estas siguen siendo las deficiencias: tenemos que crear alianzas que superen estas diferencias. Sin embargo, hay temas  decisivos: no puedes comprar mujeres, no puedes golpear mujeres, no puedes esperar que nosotras confluyamos en los asuntos más “importantes” si no aceptas este punto. El problema con la izquierda es que teme palabras como “moralidad”. La izquierda no sabe cómo distinguir entre lo que está bien y lo que está mal,  no entiende qué es lo que constituye un comportamiento poco ético».
 
Aunque muchas feministas radicales son abiertamente hostiles a las políticas neoliberales del Estado, siguen pidiendo leyes que protejan a las mujeres y que la policía intervenga para detener la explotación femenina. El refugio de Vancouver presentó un amicus curiae  en un caso judicial, ante el Tribunal Supremo de Canadá, abogando por la descriminalización de las mujeres prostituidas, la mayoría mujeres y niñas, y la criminalización de aquellos, hombres en su mayoría, que las explotan, ya sean proxenetas, puteros o dueños de burdeles. Por defender esta postura, Lakeman y el resto de mujeres han sufrido feroces críticas, especialmente de parte de la izquierda.
 
«En la izquierda progresista es común ser anti-estado»  dice Lakeman. «Pero no es tan común decir que tenemos que presionar al Estado para que tome ciertas medidas políticas. No obstante, toda resistencia debe ser precisa: tiene que transformar la sociedad poco a poco. No podemos abandonar a la gente, y esto es algo que a la izquierda le cuesta entender. Para nosotras no es una posición retórica, la defendemos a raíz de  lo que nos cuentan en nuestro servicio telefónico de apoyo. Hay una retórica muy barata y vacía por parte de la izquierda hacia las mujeres prostituidas, sin hacer nada en concreto por ellas.»
 
Esta posición, que yo apoyo, convierte a Lakeman y a las otras mujeres del colectivo en marginadas, entre aquellas que deberían ser sus aliadas.
 
«Nos han censurado, han atacado nuestro financiamiento y a nuestras integrantes. Nos han boicoteado» dice Lakeman. «Nos denigran en eventos públicos, nos llaman homófobas, tránsfobas, hipermoralistas, pro-estado y mujeres que odian a los hombres y el sexo».
 
La legalización de la prostitución en Alemania y Holanda colaboró con la expansión de la trata y al aumento masivo de la prostitución de menores en ambos países. Niñas y mujeres pobres de Asia, Europa del Este o África son vendidas a prostíbulos legales alemanes y holandeses. Las condenadas de este planeta, que forman parte de la estructura neoliberal, son importadas para servir los deseos y fetiches de los ciudadanos del mundo industrializado.
 
La explotación laboral en la economía  privada mundial genera unos ingresos ilegales de unos 150 mil millones de dólares, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo. La organización calcula que casi dos tercios de los ingresos, 99 mil millones de dólares, provienen de la explotación sexual. Según la OIT, más de la mitad de las 21 millones de personas que fueron forzadas a entrar en la explotación laboral y la esclavitud moderna, son mujeres y niñas traficadas con fines sexuales. Las trasladan de países pobres a países ricos como si fueran ganado. El informe no incluye el tráfico interno, en el que las mujeres son trasladas desde zonas rurales a zonas urbanas, o de barrio en barrio. Los traficantes prometen a estas mujeres pobres trabajos bien remunerados, pero apenas llegan, los traficantes o proxenetas les confiscan sus documentos y les imponen unas deudas gigantescas, que supuestamente  provienen de unos gastos completamente falsos o del dinero que les prestan para poder pagar las drogas que les suministran para que sean adictas.  Los 16 años es la edad promedio  en la que las mujeres entran en la prostitución y su esperanza media de vida es 34 años, según el estudio. Las mujeres que son forzadas a ser esclavas sexuales en Europa, según la OIT, pueden generar cada una, ingresos de unos  34.800$ al año para sus explotadores.

Lakeman llama a lo que ocurre en países como Alemania y Holanda «la industrialización de la prostitución». En 1999, Suecia criminalizó la compra de sexo, seguida de Noruega e Islandia. Ambas respuestas –el modelo de Alemania y el conocido como «Modelo Nórdico»– han tenido efectos radicalmente diferentes.  El enfoque alemán y holandés normaliza y expande la trata y la prostitución. El enfoque nórdico las detiene. Suecia redujo  la prostitución callejera a la mitad y logró liberar a muchas mujeres de la esclavitud sexual. Lakeman, con el modelo nórdico como ejemplo, pide la criminalización de la compra de mujeres, en vez de criminalizar la oferta de servicios sexuales. Aquellas cuyos cuerpos se están vendiendo no merecen que se les sancione.

A partir del mes de diciembre la compra de sexo es ilegal en Canadá. La nueva ley (en inglés, The Protection of Communities and Exploited Persons Act, o el proyecto de ley C-36) criminaliza la compra de servicios sexuales y descriminaliza la venta de los mismos. Restringe  también la publicidad de servicios sexuales y la comunicación  pública con fines relacionados con la prostitución. Sin embargo, la ley generó una feroz oposición y se enfrenta a problemas legales. Además, la primera ministra de Ontario, la Junta de Policía de Vancouver,  miembros de las fuerzas policiales y algunos organismos políticos han anunciado que no aplicarán la ley. El Nuevo Partido Democrático, el segundo partido más grande de Canadá, y el Partido Liberal ya anunciaron que trabajarán para legalizar la prostitución. No hay ninguna garantía de que la ley vaya a seguir en vigor, mientras la desigualdad económica y sexual se hace cada vez más grande en todo el planeta.
 
«La trata internacional,  particularmente de mujeres asiáticas, ha ido empeorando a un ritmo constante como consecuencia de las medidas neoliberales de los países desarrollados» señala Alice Lee, miembro de la Coalición de Mujeres Asiáticas para el Fin de la Prostitución. «Estas medidas se basan en las desigualdades sociales de raza, clase y género: crean las condiciones que obligan a las mujeres pobres a emigrar. Los que apoyan la legalización de la prostitución suelen argumentar que la trata es mala, pero  la prostitución no, pero la trata y la prostitución son inseparables».
 
«A las mujeres asiáticas se les trafica principalmente para que puedan ayudar  económicamente a sus familias» afirma. «Y estamos creando  generaciones de mujeres que son prostituidas y luego abandonadas a la explotación. Cuando estuvimos en Camboya fuimos a un barrio donde las jóvenes comienzan a prostituirse a los veinte años y  el 90% de las mujeres son prostituidas. El comunismo de China erradicó la prostitución, pero con el capitalismo chino la prostitución está por todas partes.»
 
 
«Las mujeres de China trabajan por un dólar al día en las fábricas» dice Lee. «Los traficantes las engañan ofreciéndoles  una válvula de escape a su desesperación,  mediante la  promesa de trabajos mejor remunerados y mejores condiciones laborales. En las ciudades mineras y en las plantas de extracción se reclutan  mujeres y son llevadas  como prostitutas para que sirvan a los hombres. Las trasladan a bases militares y a zonas turísticas. Allí donde haya explotación económica, militarismo y destrucción medioambiental, hay mujeres que son  prostituidas y explotadas.»
 
«Para las mujeres de color,  la prostitución es una prolongación más del imperialismo»  afirma Lee. «Es racismo sexualizado, pues la prostitución se construye sobre las desigualdades de poder social de la raza y el color. El número de mujeres “de color” que son explotadas en la prostitución es desproporcionado. Este es el racismo que los ciudadanos de los países desarrollados no reconocen, incluyendo  la izquierda. El racismo sexualizado nos hace invisibles e irrelevantes,  logra  que nos sea imposible ser reconocidas como humanas».
 
«A las mujeres de los países subdesarrollados las usan en los países industrializados para trabajo doméstico, el cuidado de ancianos,  además de atender la sexualidad “descontrolada” de los hombres» dice Lakeman. «Nuestra libertad como mujeres no puede residir en este acuerdo».
 
Muchas mujeres aborígenes de las calles de Downtown Eastside sufrieron  palizas, torturas,  incluso desaparecieron o fueron asesinadas. La Policía Montada de Canadá publicó un informe en mayo de 2014 que afirmaba que 1.017 mujeres y niñas indígenas de Canadá fueron asesinadas entre 1980 y 2012. Los grupos de mujeres aborígenes sostienen que esta cifra es demasiado conservadora.  Si se normaliza la prostitución y la pornografía, se normaliza la violencia contra la mujer.
 
«Cuando se compra y vende a algunas mujeres» dice Hilla Kerner, una israelí que trabajó  en el refugio durante diez años, «se puede comprar a todas las mujeres. Cuando se cosifica a algunas mujeres, se cosifica a todas las mujeres.»
 
 
Chris Hedges
Columnista
Chris Hedges es un periodista ganador del premio Pulitzer, autor de  varios bestsellers del  New York Times, ex profesor en la Universidad de  Princeton, y  corresponsal de guerra.
Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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