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La brutal normalización del mercado sexual en Suiza

10/2/2019

10 Comentarios

 
Por: Julie Bindel

Traducción: Joan Marco Perales
Link artículo original: https://www.truthdig.com/articles/a-brutal-normality-switzerlands-sex-market/


Son las ocho de la mañana y llueve a cántaros; la lluvia repica contra el suelo. Las calles están vacías, excepto por una docena de mujeres y sus proxenetas. En el corazón del barrio de Pâquis, Ginebra, se encuentra la Rue Sismondi, calle conocida por la prostitución, las drogas y la violencia entre bandas. También es el hogar de inmigrantes y muchas veces se le llama “la aldea global” de Ginebra.

Estoy en Suiza para investigar el comercio sexual en este país liberal, conocido por su perfeccionismo, precisión y puntualidad. La reputación de Suiza por tener un sistema de asilo compasivo, donde el Estado reconoce la situación de los que llegan a Suiza para escapar de la pobreza, la violencia y el deterioro, contradice la disposición del país para ver a mujeres vendidas en sus calles a plena luz del día. Son mujeres de zonas extremadamente pobres como Moldavia, Rumania, África occidental o el sudeste asiático. El comercio sexual ha sido legal en Suiza desde 1942 y sus leyes y reglamentos sobre la prostitución sugieren que algunas formas de esclavitud son más aceptables que otras entre sus ciudadanos supuestamente liberales.
Imagen
Menú de un burdel de la calle Rodo en Ginebra (Julie Bindel)


Uno de los proxenetas, un joven que viste pantalones caídos y una gorra de baseball, me saluda con un alegre “Bonjour, Madame!” mientras saluda con la mano a un policía en el coche patrulla. Son inspecciones sorpresa de la policía en las áreas donde hay prostitución callejera, pero tengo entendido que se centran en traficantes de droga e ignoran a los acosadores sexuales que buscan mujeres a las que comprar.

Ginebra es la segunda ciudad de Suiza, pero tiene una población de tan solo 200.000 habitantes. Es la sede de las Naciones Unidas, la Cruz Roja y la Organización Mundial de la Salud; por lo que no es solo un destino turístico popular, sino también un centro importante para los que visitan por negocios o política. Más de 2 millones de personas visitan la ciudad cada año, muchos de ellos son hombres que viajan buscando sexo.

Llevo 20 años investigando y escribiendo sobre el comercio sexual global, y he visitando muchos países por todo el mundo para ello. No obstante, en ningún sitio he encontrado tal normalización de la prostitución como en Ginebra, ni siquiera en Alemania o en los Países Bajos.

Hasta 2013, aquí era perfectamente legal que los puteros pagaran a cambio de sexo con chicas de 16 años. Sin embargo, ese año, la Asamblea Federal suiza aumentó la edad a los 18, siguiendo el ejemplo de otros países occidentales de Europa, gracias a la presión de activistas por la protección del menor y las feministas.

En 2014, a los internos de La Paquerette (un departamento de terapia social para prisioneros) les permitieron visitar a mujeres prostituidas en un centro de detención cercano a Ginebra.

En 2016, Bradley Charvet, un hombre de negocios, presentó una solicitud en su distrito de Ginebra para obtener una licencia y poder abrir una “cafetería de mamadas”; Charvet también está relacionado con la web suiza proxeneta Facegirl. La idea de la cafetería no se ha materializado aún en una empresa, pero la solicitud exponía que por 50 francos suizos (50$) el cliente podía elegir una mujer basándose en fotos de un iPad y luego ordenarle que le hiciera una felación mientras él se toma un capuccino.

Muchas organizaciones e individuos de Suiza apoyan esta política de no intervención en la prostitución. El mayor procurador de servicios sexuales de Ginebra, Aspasie, es una organización afiliada a la Red Global de Proyectos de Trabajo Sexual (NSWP, por sus siglas en inglés), es decir, defiende la descriminalización del comercio sexual y se opone a la posición abolicionista para afrontar la demanda.

En ninguna parte del mundo se ha legalizado la prostitución callejera. Sin embargo, en Ginebra y Zúrich, al igual que en el resto de Suiza, vender sexo en la calle está tanto tolerado legalmente como aceptado. Hay zonas no oficiales en Ginebra donde los proxenetas llevan a las mujeres y los puteros van a acosar a su presa. El comercio sexual fuera de las calles también prolifera con numerosos burdeles, salones de masajes y saunas que ofrecen mujeres a la venta. A no ser que alguien del público presente una queja, la policía lo ignora todo.

***

Cuando llego a Ginebra, paro a comer algo en el barrio de ambiente, a poca distancia de mi hotel en el corazón del barrio rojo. Veo una mesa, fuera, con lesbianas que fuman y ríen. Mientras me termino mi comida, me hacen señas para que me acerque y me tome una bebida con ellas. Les cuento lo que estoy haciendo en la ciudad y les pregunto si saben algo sobre la prostitución de aquí. Están involucradas en una organización por los derechos LGTB y me explican que algunos gays jóvenes de la ciudad están metidos en el comercio sexual. Les pregunto qué piensan sobre la prostitución legalizada y si funciona en Suiza. “Antes estaba bien”, dice Emma, una funcionaria criada en la ciudad. “Pero creo que en aquellos tiempos eran las mujeres suizas las que vendían sexo. El problema que tenemos hoy es la trata. La mayoría de las mujeres son de Rumanía o países por el estilo.”

Genevieve me cuenta que la legalización es “la única vía” para tratar “correctamente con el comercio sexual: “¿Por qué no deberíamos tratarlo como cualquier otro negocio?” Afirma que la gente en Suiza se considera liberal y tolerante. Me pregunto si saben qué toleran exactamente.

Después de ver lo que sucede en la zona de la prostitución callejera a tempranas horas, a la mañana siguiente me dirijo a Venusia, un burdel de mala fama a las afueras de la ciudad, para pedir una entrevista con Madame Lisa, defensora habitual de los beneficios de la legalización. La calle que alberga el burdel es gris, fea y está cerca de una carretera transitada. Mientras me acerco a la puerta principal, dos hombres salen riéndose, haciéndole un ademán sexual a la mujer que se está despidiendo de ellos.

El ama del hotel no está en el edificio, pero me llevan a la recepción para dejar mis datos. Me dicen que Lisa se pondrá en contacto conmigo nada más vuelva. Aún no es ni mediodía y el burdel ya está concurrido. Varias mujeres pasan por mi lado en la recepción, algunas vienen a ver a los puteros y otras van a una zona privada. Es difícil saber la edad de algunas, pero está claro que ninguna tiene más de veinticinco. Algunas son considerablemente más jóvenes y la mayoría parecen ser del norte de África o rumanas.

A dos puertas de Venusia hay un burdel más pequeño. No lo habría visto si no hubiera sido por el putero que salía del edificio mientras se abrochaba la bragueta. “Au revoir!”, chilla una mujer que está en la puerta, con un corsé extremadamente alto y tacones de aguja. Mientras entra, le escucho mascullar “connard”. Significa “gilipollas”.

Pulso el telefonillo mientras leo el menú en la ventana. Por 130 francos suizos (132$) puedes tener sexo con dos mujeres distintas, con una felación aparte. Le digo a la recepcionista que estoy investigando sobre la legalización en Suiza y pregunto si alguien estaría interesado en hablar conmigo. Tanto ella como las mujeres trabajando se niegan.

Una pareja que lleva un servicio de apoyo cristiano para mujeres prostituidas de Ginebra me aconsejó visitar un restaurante tailandés en el barrio paquistaní, pues lo frecuentan proxenetas y las mujeres a las que venden. “Ellos (los puteros) te hablarán”, me dijo mi contacto. “Sobre todo si creen que hay dinero para ellos”. Tenía razón. Cuando llego al restaurante a la hora de comer, el sitio está casi lleno, sobre todo con mujeres cubiertas con abrigos sobre la típica vestimenta que se usa en la prostitución callejera: shorts muy cortos, minifaldas, tops y botas largas. Las mujeres parecen formar parte de muchas etnias, también eslavas y norafricanas. Los hombres parecen ser casi todos norafricanos y tener menos de treinta años.

“¿Desea algo, señora?”, pregunta una de las mujeres, con un acento de Europa del Este muy marcado. “Si quiere algo, puede venir a mí”, dice uno de los jóvenes, mirándome y manteniendo la mirada. “¿Hay algo aquí que desee?”, me pregunta.

Aprovecho que piensen que soy una posible compradora de sexo y uso mi tapadera. “No estoy aquí por mí, sino por mi hijo. Es paralítico desde los 15 años y no puede tener sexo. Está desesperado para tener una experiencia normal con una mujer, así que quería traerlo a algún sitio donde pagar por sexo no sea ni inusual ni ilegal.”

Les cuento que mi hijo va a un colegio en Ginebra y que puedo traerlo para que conozca a una de las mujeres cuando ella quiera. Les pregunto cuánto costará. “Depende de lo que desee,” dice el proxeneta. “¿Una novia? ¿Un polvo? ¿Algo especial? Hay diferentes precios para diferentes chicas. ¿Quiere a una negra? Le puedo conseguir una negra”. El proxeneta se presenta con el nombre de Ali, pero supongo que no es su nombre verdadero. Le digo que volveré más tarde para verle, una vez lo haya comentado con mi hijo.

Ali me observa mientras me voy de la cafetería. Me siento bastante incómoda. “No vaya a la calle a buscar una mujer; todas tienen enfermedades”, dice. “Las mías se han hecho las pruebas. Las llevo cada mes a una clínica y pago. Si quiere, puede ver sus certificados. Y estás también tienen documentos verdaderos. Algunas chicas no tienen ni pasaportes”.

***

Me paseo por la Rue Sismondi, la calle con peor reputación en cuanto a la prostitución de la zona. Aún llueve, aunque menos intensamente, y al menos 15 mujeres están de pie en las esquinas o caminan arriba y abajo en busca de clientela. Veo a un hombre trajeado acercarse a una chica muy joven. Se pone bajo su paraguas y se fuma un cigarro. El putero saca su cartera y apunta al callejón de la izquierda, donde se encuentra un “club de caballeros” enorme. Hay sillas de terciopelo rojo en las ventanas y posters con mujeres en bikini adornando las paredes. Parece un burdel a la antigua usanza, donde se vende alcohol carísimo con proxenetas que a menudo extorsionan a los puteros por dinero. Varias mujeres, a duras penas vestidas, están sentadas en tronos de terciopelo rojo con una luz roja que brilla detrás de ellas. Le pregunto al segurata que deambula por fuera qué tipo de local es este. Me dice que es para que “los hombres vengan a relajarse”.

***

Esa noche me reúno con un contacto que, durante años, ha trabajado en una de las organizaciones en defensa de los derechos humanos más grande de la ciudad. Esta persona no solo perdería su trabajo si se supiera que es un informante, sino que también sería denigrada por sus compañeros de trabajo y probablemente no encontraría otro trabajo en el sector. Tras pedirme que no revele su identidad, mi contacto me ofrece detalles horribles sobre la abundante explotación sexual que llevan a cabo en la ciudad los denominados funcionarios de derechos humanos.

El informante, llamémosle Jay, me cuenta que “en la oficina de esta gran organización el viernes se conoce como ‘la noche de putas’”. “Los hombres de mi equipo literalmente presumen de ir de putas”, dice Jay. “Una de las misiones del equipo es informar sobre la trata y la inmigración irregular, pero estos tíos salen y abusan de las mujeres sin ningún remordimiento”.

Una vez, Jay encaró a un colega que alardeaba en la oficina sobre una noche que había tenido con una “rumana obsesionada con el sexo”. Se reía con otro empleado, decía que estaba asustado de que “se le cayera la polla”.

Jay preguntó al hombre si sabía si ella no había sido traficada o presionada para entrar en la prostitución. “No tenemos sexo con las que han sido traficadas, solo con las que quieren estar ahí,” fue su respuesta. “¿Cómo sabes si han sido traficadas?”, insistió Jay. “Les preguntamos”, dijo.

Jay me cuenta cómo una vez varios compañeros visitaron un burdel en grupo. “Se jactaban de que cinco de ellos habían tenido sexo con una mujer en este sitio, y que no hablaba inglés. Cuando se iban, la mujer lloraba. Uno de los hombres dijo, sin ningún tipo de conciencia, que probablemente estaba enfadada porque quería que alguno de ellos se la llevara a casa”.

El perfil habitual de una víctima de trata, me cuenta Jay, es el de una mujer joven a la que un agente de su país le prometió un buen salario, un permiso de trabajo y un reembolso de los costes de viaje. La reputación de Suiza como un país democrático con una historia de respeto a los derechos humanos inspira confianza en muchas mujeres de Europa del Este.

Jay me cuenta que planea llevar a estos hombres ante un superior, y añade: “Si pierdo mi trabajo, los llevaré a un tribunal. Pero no puedo sentarme de brazos cruzados y dejar que esto continúe”.

No hay mucha investigación en la cantidad de hombres que pagan a cambio de sexo en Suiza, pero un estudio de 2008 descubrió que casi un cuarto (23%) de los hombres entre 17 y 45 años lo habían hecho al menos una vez. Me reúno con Robert, que tiene un pequeño negocio y es de París. “Cuando vivía en Francia no iba a prostíbulos”, dice. “Pero en Ginebra, está aceptado y casi respetado. Las prostitutas hacen cosas que no se consideran adecuadas para esposas o novias”.

Le pregunto a Robert por qué paga a cambio de sexo, aparte de para pedir sexo oral y anal a las mujeres, y me dice algo que he escuchado decir a los puteros innumerables veces en muchos países. “Si salgo con una chica”, dice, “le pago la cena y tonteo y todo, pero al final de la noche me dice que no quiere tener sexo, he perdido mi tiempo y mucho dinero. ¿Así que por qué no ir directamente al sexo? De ese modo, ella gana dinero fácil y yo soy feliz”.

La definición legal de la prostitución en Ginebra es “el acto de vender sexo”. El comprador es invisible, tanto en la legislación como en la opinión pública. La trata está aumentando, pero, según puteros como los compañeros de Jay y Robert, se da por sentado que estas mujeres de algún modo localizan Ginebra en el mapa desde sus pueblecillos en Senegal, Hungría, República Dominicana, Tailandia o Ucrania, y vienen en manada para trabajar en el comercio sexual. Suiza tiene una de las leyes laborales y de inmigración más estrictas del mundo. Pero parece que los puteros piensan que estas mujeres milagrosamente consiguen permisos “laborales” suizos y luego eligen la prostitución antes que cualquier otra fuente de ingresos.

Taina Bien-Aimé es la codirectora de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres (CATW, por sus siglas en inglés), una ONG internacional con sede en Nueva York. “La indiferencia del gobierno suizo ante el sufrimiento de las mujeres traficadas y prostituidas es aberrante,” dice Bien-Aimé, que se crio en Ginebra. “Las autoridades se escudan en la idea de la elección y el consentimiento de una mujer a ser comprada y vendida en el comercio sexual suizo. Sin embargo, no haría falta una investigación rigurosa para descubrir que, por ejemplo, una joven nigeriana marginada del estado Edo tendría dificultades para encontrar Zúrich o Ginebra en un mapa, por no hablar de comprar un billete de ida a un burdel o un burdel-garaje sin que el traficante o proxeneta sea el dueño de su destino”.

***

La trata es un problema mucho más grande en países como Alemania, los Países Bajos o Nueva Zelanda, que han legalizado o “normalizado” la trata con fines de explotación sexual, que en los países que han adoptado el modelo nórdico, mediante el cual el que compra sexo es castigado penalmente y la persona prostituida es descriminalizada y recibe ayuda para salir de la prostitución.

Suiza es un destino principal para los traficantes en Europa. Las víctimas vienen mayoritariamente de Europa Central y del Este, pero también de Tailandia, Nigeria, China, Brasil, Camerún, República Dominicana y Marruecos.

En los últimos años, las cifras han aumentado. Las mujeres (y, en cifras mucho más bajas, también hombres) trabajan con anuncios en los periódicos, teléfonos y pisos que realquilan los proxenetas. Algunos de ellos aceptan que se pague con tarjeta de crédito porque, al fin y al cabo, este es un negocio legítimo.

Las mayores facilidades de hoy en día para circular libremente entre la Unión Europea y Suiza se consideran parte integral del incremento de la prostitución en el país. No obstante, por lo que escuché y vi mientras estaba allí, como los hombres no se enfrentan a ninguna consecuencia por pagar por sexo, es más probable que lo hagan. Para satisfacer la demanda, siempre en aumento, los traficantes importan mujeres de países pobres y destruidos por guerras.

Según la CATW, unas 14.000 mujeres son vendidas en el comercio sexual suizo; aproximadamente 70% viene de otros países. Un informe calcula que 350.000 hombres (20% de la población) paga por “servicios sexuales”. Se calcula que el comercio sexual suizo cosecha 3.500 millones de francos suizos (3.500 millones de dólares) cada año.

Por toda Suiza, en las redadas en burdeles se encuentran mujeres traficadas de Brasil y Europa del Este. Como en otros países donde los burdeles son legales, la parte ilegal de la prostitución no disminuye con la legalización, más bien suele crecer.

Suiza legalizó el comercio sexual hace casi 80 años. Es otro ejemplo de que normalizar la prostitución no ayuda a nadie excepto a los proxenetas y otros explotadores. En 2016, un proxeneta fue condenado por traficar a 80 mujeres de Tailandia, que fueron enviadas a burdeles de los cantones de Berna, Soleura, Lucerna, Basilea, San Galo y Zúrich. Las mujeres estaban encerradas y las forzaban a servir a muchos compradores de sexo para pagar enormes deudas a los proxenetas que las habían transportado desde su país natal.

Los niveles de violencia contra las mujeres por parte de proxenetas y puteros también son altos. En 2017, un banquero de inversión mató a una mujer prostituida, puso su cuerpo en una maleta y la guardó en una bodega de vino en su sótano.

Por el contrario, hasta la fecha solo ha habido un asesinato de una persona prostituida por parte de un proxeneta o putero en Noruega, y ninguno en los otros siete países que han criminalizado la compra de sexo.

***

En un tren de Ginebra a Zúrich hablo con Ana, una veinteañera que estudia en la capital. Me pregunta qué hago en Suiza, y le digo que estoy investigando el comercio sexual. En seguida está atenta y me pregunta si eso incluye cosas relacionadas con las sugar baby.

Quedar con sugar babies es algo que en gran parte facilita la web Seeking Arrangement, que presume de tener más de 10 millones de usuarios en 139 países, con unas cifras considerables de hombres que viven en Suiza. Consiste en hombres mayores (sugar daddies) que buscan estudiantes jóvenes que necesitan dinero (sugar babies) para tener “citas”. Muchas jóvenes desesperadas incluso subastan su virginidad en esta web. Es un clásico ejemplo de la normalización del comercio sexual.

“Tengo tres amigas que lo hacen”, me cuenta Anna en el tren, enfadada. “Me dicen que no es prostitución, pero todas han tenido sexo con los hombres que quedan”. Los hombres son ‘mucho mayores’, y una amiga describió a su cita como ‘repugnante’. Anna parece preocupada por la seguridad de este tipo de citas. Es aún más chocante que la universidad donde estudian sus amigas tuviese “webs de citas” anunciadas en su lista de trabajos temporales para estudiantes.

***

En Zúrich me quedo en un hotel que está a un paseo del infame burdel de calle en el que se tiene sexo en el coche, a las afueras de la ciudad, cerca de la línea ferroviaria principal de Sihlquai.
Mientras hago el check-in, el recepcionista me dice que a menudo los hombres se quedan aquí para “pasar un buen rato” en el barrio rojo. “No son suizos, tal vez algunos sean ingleses”, me dice. “¿Tal vez no tengan ustedes algo similar en casa? En Suiza somos muy abiertos en cuanto al sexo. Muy liberales”.

Sé de la existencia de las sex performance boxes (garajes al aire libre donde se permite la prostitución dentro de los coches) desde que se propusieran en 2011 como una posible solución a los problemas inherentes de la prostitución callejera. Al año siguiente, solo un poco más de la mitad de la ciudadanía (52%) votó a favor de gastar 2 millones de dólares en construir la zona. La intención era que la prostitución callejera fuera más segura y reducir así la trata y otras formas de violencia. Estas “cajas” se abrieron en 2013 y hasta ahora no hay pruebas de que la trata o la violencia hayan disminuido.

Me habían dicho que era imposible visitar los burdeles de calle sin mi propio coche. Sin embargo, esa noche, cuando abren las instalaciones, le pregunto a un taxista que tiene un buen inglés (y que parece ser un experto en prostitución) que me lleve allí y que pregunte a los de seguridad si puedo hablar con las mujeres, o que me enseñen las instalaciones.

Mientras el taxista habla a los miembros del equipo de ayuda de Flora Dora, una ONG financiada por el gobierno que proporciona condones a las mujeres y les da consejos de seguridad, veo coches pasar: 22 entran (y bastantes salen) durante los 15 minutos que estamos en la zona.

Algunas mujeres que están en el recinto de este burdel exterior parecen estar ebrias y muchas son flacas y parecen frágiles. La prostitución afecta gravemente la salud física y mental de las mujeres. Una encuesta que se hizo con 193 mujeres prostituidas en Zúrich (5% de las que están registradas con el gobierno) descubrió que más de 50% sufría enfermedades mentales como depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, trastornos alimenticios y psicosis, además de dependencia del alcohol. En cambio, solo el 18% de las mujeres no prostituidas sufren enfermedades mentales.

Los precios rondan los 50 francos suizos por una paja; sexo completo por 100$, y anal por 200$.

Veo cómo los puteros entran con su coche en el pequeño y circular parque, conducen alrededor de las mujeres y luego hacen un ademán a cualquier mujer que les guste. Las mujeres están de pie fuera de unos edificios sin puertas y con alarmas en los que guardan sus pertenencias y se cambian su ropa del día a día a ropa muy corta.

Una vez el putero ha elegido a una mujer, ella entra en su coche, y él conduce hacia uno de los garajes de madera color teca que rodean un lado de el área acordonada. Cada uno tiene espacio para un coche y a los puteros que vienen a pie o en bici no les dejan entrar.

Cada uno de los diez garajes está iluminado en rojo, verde o amarillo. Hay una maquina expendedora con condones, lubricante, refrescos y barritas de chocolate al final del todo, junto a un cajero automático. Las paredes están decoradas con carteles que promueven el sexo seguro.

Los garajes tan solo contienen botones de emergencia y papeleras para los condones y pañuelos. No hay cámaras de seguridad que preocupen a los puteros. Supuse que la falta de cámaras de seguridad se debe a que los puteros pueden verse asustados si les grababan mientras entraban y salían; pero distintas fuentes me confirman que la policía y las autoridades locales siguieron el consejo de los que administran zonas similares en Utrecht y otros sitios, y decidieron que las cámaras no eran adecuadas, pues una mujer ya habrá sido agredida una vez se revisen las grabaciones. Por tanto, tener seguridad en la zona era la mejor opción para disuadir la violencia.

Las mujeres prostituidas del recinto tienen acceso a trabajadores sociales que están allí y la policía aumenta sus patrullas por el área para proteger a las mujeres cuando entran o salen. Claramente, las autoridades pasan por alto los peligros inherentes a la prostitución, incluso en un espacio tan público y controlado.

Me dicen que nadie de Flora Dora puede hablar conmigo y que no puedo acercarme ni a las mujeres ni a los puteros. Me dan los folletos que la organización da a las mujeres prostituidas; ofrecen trucos para identificar a puteros violentos. El material está en español, húngaro, búlgaro y rumano.

Facilitar el “derecho” de los hombres a comprar sexo es un negocio caro. El gobierno suizo gasta 800.000$ cada año para mantener estas cabinas, lo que incluye la seguridad y los servicios sociales.

Los suizos consideraban estos burdeles exteriores un gran éxito durante el verano. Pero mientras observo las papeleras llenas de condones y la organización clínica del área, solo puedo pensar en la cantidad de dinero público que el gobierno suizo está gastando para facilitar que los hombres paguen por tener sexo con mujeres en apuros financieros. Me pregunto cuántas podrían salir de la prostitución con todo el dinero que se ha gastado hasta ahora en estas instalaciones.

Aproximadamente 3.000 mujeres están registradas como prostitutas en Zúrich (un número que no cesa de aumentar, aunque la mayor competencia entre mujeres ha llevado a una fuerte caída de los precios por los “servicios”). El barrio de Altstetten, Zúrich, y una carretera donde la prostitución callejera estaba permitida fueron cerrados cuando este burdel exterior se abrió, y la prostitución callejera es ilegal en la mayor parte de la ciudad. El mismo año que este burdel abrió, las prostitutas callejeras de Zúrich tuvieron que empezar a comprar permisos nocturnos, cada uno a 5 francos, de una máquina expendedora instalada en la zona. Además, desde 2003, se han promulgado leyes para prohibir la “prostitución de escaparate”.

Después de mi visita a este burdel garaje, el taxista me lleva a ver uno de los 300 burdeles registrados de la ciudad. Este se encuentra en Langstrasse, la zona de prostitución más infame de la ciudad. El edificio de cuatro pisos tiene cinco ventanas muy iluminadas por piso. A través de ellas se pueden ver mujeres jóvenes en ropa interior. Aunque está claro que están anunciando a las mujeres, esto es distinto a lo que se conoce como la “prostitución de escaparate”, que se caracteriza porque las mujeres están siempre a nivel de la calle en burdeles de ocupación individual, al contrario que estas instalaciones con varias habitaciones.

“Recojo a muchos clientes que me piden que les lleve allí”, me dice el taxista. “Las mujeres están en la calle día y noche, pero las que están en la casa (el burdel) salen a la calle a eso de las 10 de la noche para buscar a clientes cara a cara y luego llevarlos dentro”. Le pregunto si la policía patrulla por la calle, y me dice que “A veces los ves, pero solo buscan drogas y violencia”.

“Esto es Langstrasse, es muy peligrosa”, dice el taxista al ver un grupo de hombres salir de un puticlub. Están borrachos e insultan a los transeúntes. “A las diez de la noche es muy peligroso”.

Le pregunto si conoce de dónde vienen las mujeres que están en las calles. “Vienen de Polonia, Italia, Francia, Rumania y Marruecos. No hay muchas que sean suizas”.

El taxista me comenta que “definitivamente hay más prostitución en la calle”, y hay más clientes visibles desde que abrieron los burdeles-garaje. “Pero es más seguro para las señoritas”, dice. Le pregunto cómo sabe si es más seguro para las mujeres estar en el burdel-garaje que en la calle. ¿Quién se lo ha dicho? “No sé si me lo ha dicho alguien,” dice, “pero debe ser más seguro”.

Me dirijo a reunirme con Ben (no es su nombre real), un policía británico que hasta hace poco trabajaba como asesor para una organización contra la trata. Ben sabe mucho sobre prostitución: ha participado en operaciones de vigilancia en lo que se solía conocer como un “vicio” durante treinta años y ha dirigido numerosas operaciones para detectar casos de tráfico internacional.

Charlamos en un bar bullicioso cerca de Niederhof, la calle adoquinada conocida por ser la calle principal de las zonas de prostitución. “Son chicas jóvenes”, dice Ben, “no pasarán los dieciocho o diecinueve años. Y las controlan de un modo u otro. Los proxenetas están todos los días en el edificio. Aunque se llamen arrendatarios, no altera el hecho de que viven de la prostitución”.

“Así que Niederhof es un área de prostitución callejera que siempre está concurrida”, continúa Ben. “Incluso desde que abrieron los burdeles-garaje. En la calle es peligroso para las chicas”.

Veo docenas de mujeres prostituidas, ofreciéndose abiertamente a puteros en las calles. Está claro que la creación de los burdeles-garaje no ha logrado lo que el gobierno prometió: eliminar o reducir drásticamente la prostitución callejera en otras zonas de la ciudad.

Mientras hablo con Ben, me cuenta cómo han aumentado los salones temporales que aparecen de la nada en pisos realquilados u hoteles, y los burdeles de Airbnb. Según Ben, la legalización es la tapadera perfecta para la trata ilegal. Los pequeños burdeles que usan los dueños en Nueva Zelanda, por ejemplo, no necesitan una licencia para ponerlo en marcha, siempre que no haya más de cuatro individuos vendiendo sexo en el establecimiento en un momento dado. En Zúrich, desde julio 2017, los mini salones con hasta dos habitaciones en el establecimiento están exceptos de requisitos de licencia.

“Admitámoslo”, dice Ben, “los proxenetas saben dónde pueden ganar mucho dinero, y eso no ocurre en Suecia”.

***

Los mayores defensores de la prostitución y la trata son aquellos que argumentan en favor de la descriminalización total de la trata con fines de explotación sexual y que se oponen al modelo nórdico.

Por ejemplo, Aspasie es parte de Red Global de Proyectos de Trabajo Sexual (NSWP), financiada por la Open Society Fundation, creación del magnate George Soros. Con sede en Ginebra, Aspasie hace campaña a escala nacional por la abolición de las leyes contra el proxenetismo.

La organización Swiss AIDS Control desarrolló y financió el Proyecto Don Juan en Suiza. Está considerado un modelo de mejores prácticas. El programa educativo dirigido por Don Juan en varios cantones suizos se centraba en el uso del condón y el “sexo seguro”, no en disuadir a los puteros para que dejen de pagar a cambio de sexo en primer lugar, una estrategia que ha tenido éxito en los países con el modelo nórdico.

Janice Raymond escribió en su libro Not a Choice, Not a Job (2013) sobre el informe de Don Juan y su “éxito” con su proyecto para “reeducar al cliente”: “La formulación del informe Don Juan es interesante. De los 800 usuarios de la prostitución que participaron y que se descubrió que no usaban condones regularmente cuando compraban a mujeres prostituidas, alrededor de dos tercios dijeron que considerarían cambios en su comportamiento. Lo que no les preguntaron era si considerarían dejar de comprar a mujeres prostituidas”.

Pero junto a otros países que han legalizado la trata con fines de explotación sexual, como los Países Bajos, Alemania y algunos estados de Australia, el movimiento feminista abolicionista empieza a emerger.

Me reúno con Ursula Nakamura-Stoecklin en la estación de Zúrich. Es una profesional sanitaria ya retirada y estuvo involucrada en distintos grupos de mujeres en Basilea y alrededores, la tercera ciudad más poblada de Suiza, después de Zúrich y Ginebra.

“El debate sobre el trabajo sexual versus la abolición es un tema candente ahora mismo en Suiza”, me explica. “En algunos grupos de mujeres no lo debatimos, pues podría dividirnos. En junio, la coordinación influyente de varias organizaciones de mujeres por parte de Frauenzentrale Zurich (el Centro de Mujeres de Zúrich) apoyó arduamente el modelo nórdico, que descriminaliza a aquellas que venden sexo y criminaliza a los puteros”.

En junio, la pequeña ONG lanzó una campaña para prohibir la prostitución e introducir el modelo nórdico. Un vídeo del grupo ha circulado más allá de las fronteras suizas. “Pero la mayor parte de la prensa todavía está contra nosotras”, dice Nakamura-Stoecklin, “apoyan a diferentes organizaciones pro-prostitución, junto a la policía, y dicen que es demasiado caro detener a los puteros”.

Es difícil ver lo cara que sería esta estrategia comparada con el gasto masivo que supone mantener los burdeles-garaje, que constituyen apenas una fracción de la trata sexual de la ciudad.

“Estas organizaciones pro-prostitución cierran los ojos ante el hecho de que 80% de las prostitutas son víctimas del tráfico con fines de explotación sexual”, continúa Nakamura Stoecklin. “Lo escuchamos en la televisión y lo leemos en los periódicos, pero aún así hay gente aquí que piensa que nuestro sistema funciona. Una mujer pobre de Moldavia u otro país quiere tener un trabajo mejor, ser profesora o algo así, y le prometieron un buen trabajo en Suiza. Abandona su familia en Moldavia y llega aquí, y aterriza en un burdel del que no puede salir. ¿Por qué los suizos no se dan cuenta de lo que está ocurriendo?”

Mi viaje a Suiza llega a su fin. Los burdeles escaparate, los puticlubs, las salas de striptease, la prostitución callejera y los burdeles de cuatro pisos operan con impunidad, mientras las cifras de las mujeres que caen en la prostitución están creciendo; los traficantes, los proxenetas y los puteros proceden con sus negocios, sin temer condenas o criminalización. Reflexiono sobre lo poco que sabía anteriormente sobre lo normalizada y prevalente que es la trata sexual aquí, a pesar de mis años de investigación profunda y de denuncia del mercado sexual global.

La normalización de la trata sexual suiza surge de una legalización implantada hace tiempo.

El estereotipo dice que a los suizos les gusta el orden, las normas y la limpieza. Sin embargo, es imposible desinfectar la prostitución, ningún gobierno puede hacerlo. La indiferencia suiza al daño y violencia que se perpetran contra las mujeres en la trata con fines de explotación sexual se debe a una larga historia oficial de misoginia y discriminación. Las mujeres suizas ganaron el derecho al voto en elecciones federales en 1971 y el último cantón en dar a las mujeres el derecho a voto en las cuestiones locales fue el de Appenzell, en 1991. Si un gobierno se resiste a ver a las mujeres como seres humanos completos que merecen el mismo derecho a voto, está claro que se resistirá a ver a la trata con fines de explotación sexual como una manifestación de la desigualdad y la violencia contra las mujeres.

Para afrontar sus problemas con la prostitución, los suizos deben mirar a Francia y su ley que persigue a los que compran sexo y que provee protección a las mujeres prostituidas. Su otro vecino, Alemania, es el peor ejemplo a seguir. La prostitución continua generando violaciones masivas de los derechos humanos a cambio del beneficio del Estado; esto incluye docenas de asesinatos de mujeres prostituidas desde 2002.

Lo que mis contactos anónimos en el mundo de los derechos humanos y del orden público me contaron durante mi viaje me ha convencido todavía más de que la legalización de la trata con fines de explotación sexual conlleva el aumento de los mercados sexuales tanto legales como ilegales, lo que a su vez conlleva que se normalice todavía más la prostitución y la devaluación de las mujeres en Suiza. Aceptar la trata con fines de explotación sexual es dar luz verde a los traficantes y otros explotadores y, al mismo tiempo, fomenta una política de no intervención entre los policías.

“Puedo ver que mis colegas han terminado convenciéndose a sí mismos de que está bien pagar a cambio de una prostituta extranjera”, me dijo Jay, de la organización de derechos humanos en Ginebra. “Probablemente crean que es lo mismo a que te sirva una rumana en un restaurante”.

Mientras tanto, el número de mujeres traficadas hacia y dentro de Suiza aumenta. El foco debe estar claramente en este país. Hasta ahora, Suiza no ha obtenido la más mínima atención y condena por parte del movimiento feminista abolicionista, más que cualquier otro país.

Por mucho que Suiza se presente en el plano internacional como progresista y humanitaria, no deja de de ser una vergüenza su indiferencia ante las violaciones de derechos humanos que se producen cada día contra las mujeres prostituidas.

Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
10 Comentarios
Colome jose link
16/8/2019 08:11:05 pm

Buenos dias me gustaria poder tener su correo electonico para poderle mandar un viduo de mi gran prestibulo en construccion en barcelona con todas las licencia para esta actividad en venta o coloboracion con ustedes para su venta un saludo jose colome

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Viva la prostitucion
13/11/2019 10:29:39 pm

Siendo sincero, los hombres tenemos el derecho a pagar por sexo, y si nuestras mujeres locales no pueden dárnoslo, entonces pagaremos por sexo con extranjeras. Me da mucha rabia la gente como tu, no critiques las leyes suizas, porque voy a tu maldita casa y te mato, vieja del carajo. La igualdad no existe y jamás existirá, no importa cuanto luches. Las mujeres suizas deberían ser más indiferentes, porque sorpresa, no son ellas las que se prostituyen... Hay que ser crueles... Los hombres somos muy crueles y eso nos hace grandes... Matate, idiota.

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Tata
26/1/2022 09:48:56 pm

Bastante cobarde por cierto para amenazar desde el anonimato..imbecil. Lo quiero ver que cumpla sus amenazas..ahh no puede

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Lara
2/1/2020 09:17:34 pm

Yo lo que creo, que un país con historial fascista ( Holanda, Países Bajos, Alemania, Suiza, Dinamarca) es más siempre a favor de usar mujer en sus perversos intereses. Si, los derechas, en general- son los que hicieron un dineral con pobres mujeres, esclavizando su cuerpo. Además, proxenetas de Alemania, Dinamarca, Suiza...son los polacos, rumanos, lituanos, croatas.. Tono considero Dinamarca como un país escandinavo por su mentalidad.. sin más bien fascista. Australia también. Ellos generan violencia, trata de las mujeres - y no pasa nada, porque Estado chupa de las tasas. Una vergüenza! Tengo claro, que solo países fascistas tienen legalizada la prostitución.

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Mati link
22/1/2023 10:25:58 pm

Joder, Suiza país de historial fascista, el título de historia recién sacado del McDonalds.

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Jaraja
9/3/2020 10:46:05 pm

Lara ,eres español@ y por lo que veo comunista a tope,como no comprenderás no me expandire mucho ,la trata de mujeres y la prostitución van más allá de tu putrefacta ideología comunista y también de la fascista pero seguro que eres una feminazis de aúpa

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Moises
2/5/2020 01:30:16 pm

Me sorprende mucho esta publicacion, soy de un pais pobre sud americano. Donde casi no existe la prostitución y es una cultura de que el matrimonio es algo sagrado, hoy en dia no valoramos a las mujeres , creo que hasta mas o menos los 13 años estamos de acuerdo en que nuestros papá y mamá esten juntos .... hoy en dia es terrible , que hasta para conseguir un trabajo , piden tener sexo....
La mujer es sagrada..... todos todos ... nacimos de una mujer.
Liberal???? Me pregunto...justo? Respeto? Pais ejemplo?. ....... todo es dinero .... he visto voluntariados aqui de protección y derrechos de mujeres y niñas , y directamente he visto sexo libre entre colegas...... que defienden si ellos mismos son los que incentivan a estas cosas....
No quiero expandirme mucho. Pero 2 mas 2 es 4 y siempre sera asi..... las la vida tiene una raiz con respeto derecho y cada sexo tiene sus cualidades maravillosas.... nadie es objeto de nada ni de nadie... gracias por la informació

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v
29/11/2021 08:21:43 pm

Hola Julie Bindel tu eres una mujer extraordinaria valiente con inmenso coraje al informar esta indiscriminada impunidad de este país.

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Bonita
23/1/2022 11:28:05 am

Hola
He ejercido la prostitución en Ginebra durante 11 años y es exactamente tal y como lo cuentas . Y por cierto , si tienes un problema la policía no ayuda en nada , por experiencia propia , siempre va a tratar de quedar bien con el cliente también , aunque sea un maldito abusón… Yo pienso que siempre hay que escuchar a la gente que va de frente y que nos cuenta la realidad sobre este tema . Suiza es un país MUY machista , los hombres son los grandes beneficiados siempre y también es un país que recibe a muchos hombres por negocios , por eso ellos prefieren tener la moral limpia pensando q es legal , que sucia , pero la violación y el aprovecharse de las mujeres está latente . Ojalá un día sea abolida o al menos se eduque a los chicos jóvenes para q no hagan uso .

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Juan
3/2/2023 07:42:14 pm

Valla asquerosidad de puteros los tenían que follar a ellos el culo

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