El precio de la prostitución desaforada en Europa occidental: el genocidio de las mujeres rumanas17/12/2020 Publicación original: “The cost of Western Europe’s rampant prostitution: the genocide of Romanian women“ (2 de marzo de 2020, NMN, Ana) Traducción: Concepción Martín Colaboración: Olga Baselga He decidido explorar esta posibilidad y publicar aquí no mi historia, ni la historia de un familiar, ni siquiera la de una amiga sino la historia de todo un país, mi país: Rumanía. Es una historia macabra, de hecho “historia” no sería la palabra apropiada. Es una realidad macabra. Por supuesto, es algo sabido pero de todas formas lo voy a contar. Aquí, en Rumanía, ya no podemos más y la gente de a pie hacemos todo lo que está a nuestro alcance; solo me queda la esperanza de poner mi granito de arena y que, al menos, quede constancia. Desde hace más o menos ocho meses todo el país está patas arriba y vive una pesadilla. Y no digo “pesadilla” a la ligera. Me encantaría que fuese un mal sueño del que poder despertar. Si se pudiera... Pero no nos podemos desligar de la situación dantesca en la que estamos inmersos desde que la Unión Europea aceptó a mi país y se abrieron las fronteras. Con la maravillosa oportunidad del desarrollo nacional también comenzó una realidad nueva y horripilante: un voraz tráfico humano. En un intento por prosperar y sacar adelante a la familia, la gente empezó a salir al extranjero para buscar las oportunidades de trabajo que no podían encontrar en casa. Esto también supuso una gran oportunidad para “intermediarios” y traficantes de personas puesto que con la apertura de las fronteras se facilitó mucho una labor que antes les resultaba mucho más complicada. Ahora su actividad se ha generalizado y está fuera de control. No tienen escrúpulos. Tienen la desfachatez de afirmar que es una forma válida de ganarse la vida. Puesto que hay países de la UE en los que la prostitución es legal, para los tipos “listos” la trata de mujeres y niños se ha convertido en Rumanía en una forma de hacer fortuna. Confiesan que el dinero sucio es más fácil y más rápido de hacer y que a ellos no les supone prácticamente ningún esfuerzo. Para ellos esto es lo “inteligente”. Lo pregonan sin despeinarse, con una mueca de superioridad, en cualquier medio, ya sea oficial o no. Para la población común y trabajadora, esto es increíble, insoportable y aterrador. Como he dicho, la gota que colmó el vaso llegó hace ocho meses, a finales de julio de 2019, cuando se secuestró en la calle, de camino a su casa, a una niña de 14 años (Alexandra Macesanu) a la que se violó y se vendió para prostituirla. El día después del secuestro, después de que los progenitores hubiesen denunciado la desaparición a la policía, ella consiguió hacerse con un teléfono, llamó al 112 y pidió ayuda. En un intervalo de 45 minutos, consiguió hablar con la policía en tres ocasiones para suplicar ayuda y la policía, a la que sólo faltó reírse de ella, terminó por ignorar la llamada. Lo que los secuestradores no sabían es que la niña (basta de jugar con las palabras, con 14 años ES una niña) es la sobrina de Alexandru Cumpanas, trabajador y reportero de una conocida cadena de TV. La familia, desesperada, se puso en contacto con él para que les ayudase a encontrar a su hija. La niña es una “empollona” con gafas, de las primeras de la clase y a la que solo le interesa el colegio; lo digo por si alguien tiene la tentación de decir que “ella se lo buscó”. Su tío publicó la historia. Las grabaciones de las llamadas al 112 se filtraron a los medios y todo el mundo las pudo escuchar en YouTube. Como, evidentemente, las autoridades no podían seguir ignorando el caso, terminaron por hacer como que hacían algo. Se envió a una patrulla a buscarla. Sobre las 10 de la noche encontraron la casa donde la habían retenido. Pero se quedaron en la verja hasta las 6 de la mañana con el pretexto de no tener orden. Hasta los jueces que se supone que deberían haber dado la orden fueron a la casa. Estuvieron toda la noche haciendo guardia en la verja de entrada, de pitorreo y tomando café, para dar tiempo a los “intermediarios” a sacar su “mercancía” por la parte de atrás. Por la mañana la policía arrestó al presunto secuestrador, un hombre de 65 años. Le hicieron declarar que había matado a la chica durante la noche y que había quemado su cuerpo en un barril que estaba en el patio. Por supuesto, no pasó nada de eso. Se mostró el barril a la prensa, pero no había ni rastro de restos humanos carbonizados. Las autoridades siguieron presionando y se desató el infierno. Estaba en todas partes en todas las cadenas de TV, tanto en programas generales como especializados. La indignación pública era abrumadora. TODOS sabíamos lo que estaba pasando. Veíamos en el desarrollo de los acontecimientos una vía que podría poner fin a esta pantomima y a través de la cual podríamos pedir justicia: ya habíamos visto que todos los pasos normales que se habían ido dando a lo largo del tiempo no habían llevado a ninguna parte. No tardó en emerger otro caso en la misma zona: la ciudad de Caracal. Otra familia trataba desesperadamente de encontrar a su hija, Luiza Melencu, de apenas 18 años, también la primera de su clase y que llevaba dos meses desaparecida. A pesar de que habían hecho todo lo que legalmente podían, las autoridades permanecían impasibles, riéndose en su cara y sin hacer nada para encontrarla. Esta investigación sigue “en curso” y las autoridades están haciendo todo lo que está a su alcance para invisibilizar las protestas públicas mientras SIGUEN SIN BUSCAR a las chicas. Sin embargo los periodistas siguen investigando y algunos presionan para que la verdad se haga pública. Hay una cadena de TV, la ROMANIA TV, que sigue dando cobertura al caso y su audiencia está por las nubes. Su investigación revelaba una oscura realidad. Hay más de 500 círculos de trata en Rumanía. Las zonas de influencia están claramente definidas y se conoce perfectamente a los líderes. Cubren casi cada centímetro del país. No hay un rincón que no esté explotado. A pesar de que es ilegal en Rumanía, la prostitución está prosperando. Todos sabemos que genera una ingente riqueza a los “clanes”, como orgullosamente se autodenominan los “intermediarios”. Pero la principal fuente de dinero procede de fuera del país. Al principio prometen un trabajo en el extranjero, en el campo, en la hostelería o cuidando niños pero las mujeres que caen en sus garras terminan en la prostitución. Cuando se corrió la voz y esta táctica dejó de funcionar, recurrieron al método del “amante”. Cuando esto también dejó de dar resultado, empezaron a robar niñas y jóvenes de las calles o incluso de sus casas. Han salido a la luz miles de casos como los de Alexandra y Luiza, incluido uno de seis niños, dos chicos y cuatro chicas, hijos de una madre soltera, a los que raptaron a la fuerza de su casa. Esto, a esta escala, no se puede hacer sin el acuerdo tácito y la protección real de las autoridades: policía, sistema judicial y políticos. Los clanes han crecido tanto y se han hecho tan poderosos que hasta alardean de nombrar a sus propios políticos, policías, jueces e investigadores. Eluden la justicia todo el rato. Si se captura a algún policía corrupto y de alguna manera se le lleva hasta los tribunales, utilizan su dinero e influencia para sacarlo. El dinero no proviene tanto del mercado nacional como de otros países europeos que trafican con mujeres y niños que se agencian por cualquier medio. Los destinos más importantes son los países en lo que la prostitución está legalizada, como Alemania y los Países Bajos, pero también hay otros países (entre los que figura Reino Unido) que no tienen en vigor leyes contra el proxenetismo o la trata de mujeres. Rumanía se ha convertido en el primer país europeo exportador de mujeres y niños para los burdeles de Alemania y Holanda, así como de Italia, España, Suiza, Bélgica, Grecia y Reino Unido. Aunque la población total de Rumanía es solamente de unos 19 millones, sólo en Italia hay miles [*] de mujeres y niños rumanos prostituidos en las calles, y esto sin contar las de clubes de strip tease, burdeles y prostitución de “acompañantes”. Se estima que las cifras son parecidas en España, Reino Unido, Alemania y Holanda, y no se está teniendo en cuenta las que terminan en el mundo árabe o en otros continentes. Rumanía se desangra con más de un millón de niños (chicas y chicos) y de mujeres en el comercio de la prostitución en estos países. En los países en los que la prostitución es legal, como Alemania, un porcentaje muy pequeño de las mujeres implicadas son nativas. Las alemanas no abrazan masivamente este tipo de “trabajo”. (¿Deberíamos preguntarnos por qué es tan desagradable?). Pero como la demanda es mayor se externaliza desde países como el mío. Al mismo tiempo, nuestras autoridades se quejan de que ha descendido la natalidad. En el censo de 2011 había menos mujeres de entre 15 y 55 años que hombres de la misma franja de edad. Desde entonces no pasa ni un día sin que aparezca en las noticias que una mujer (en edad reproductiva) haya sido apuñalada, estrangulada, disparada o asesinada de otra manera por la violencia doméstica de su pareja; lo que hace que la cifra oficial declarada sea, desde 2011, de unas 300 mujeres asesinadas al año (la cifra real es aún más alta). A ellas hay que sumarles el más de millón y medio de mujeres devastadas por el tráfico de personas en los últimos 15 años. Esto supone alrededor de un cuarto de la población femenina en edad reproductiva. ¿Quién se supone que va a gestar a los bebés para que crezca la natalidad? ¿Van a llegar a meter al resto de las mujeres fértiles en cubículos y a embarazarlas a la fuerza para mantener el crecimiento de la población? Porque lo que estamos presenciando en mi país raya el genocidio. El genocidio de mujeres. Y creo poder afirmarlo con bastante seguridad. Soy una mujer de 51 años. Viví los primeros 21 años de mi vida bajo el régimen comunista. He vivido el decreto 770 de Ceausescu que prohibía el aborto y cualquier medio de contracepción. Decenas de miles de mujeres murieron de forma espantosa por abortos clandestinos. Nací a la sombra de dicho decreto. Estuvo en vigor hasta 1990. No puedo ni empezar a narrar las anomalías sociales, económicas y personales que produjo ese decreto. No olvidaré jamás el trauma de ser sacada de clase en el instituto para que se nos realizaran chequeos improvisados a las chicas, alineándonos como a ganado en la oficina del director, transformada en quirófano para la ocasión, y nos hacían pruebas de embarazo. Esta práctica era común en todos los puestos de trabajo en los que había una mayoría de mujeres. En 1989 pensamos que, al menos, habíamos escapado de estos tipos de maltrato, persecución y castigo por ser mujeres. Pero no. El maltrato femenino adoptó otro registro. El que tenemos ahora, en el que el hecho de que la prostitución sea legal o esté despenalizada en muchos países tiene consecuencias directas y graves en los niños y mujeres del mío. A raíz de un escándalo que aún es de actualidad, la gente tiene miedo de dejar que sus niños vayan solos al colegio. Hay que vigilarlos como si fueran bebés. Los progenitores se aseguran de enviar a los abuelos o, si eso no es posible, cambian sus horarios, llegan tarde al trabajo, sufren las consecuencias, acumulan faltas y todo eso. Se les da a las chicas gas pimienta y navajas y se les enseña a usarlos, si tienen la oportunidad. Pero saben que todo esto no es muy efectivo y viven con miedo. ¿Qué tipo de vida es ésta? Y todo esto gracias a nuestros hombres prominentes, hombres que despachan a los progenitores que quieren encontrar a las dos niñas que siguen desaparecidas, con la frase (que pretende ser un juego de palabras) “estoy golpeando el muro”. Sí. Esto es lo que el fiscal general les dijo cuando le preguntaron por qué no estaban buscando a las chicas. “No las puedo buscar porque hay un muro que me lo impide”. La gente empezó a movilizarse por las chicas. Es terrible ver a dos madres llorando de rodillas delante del departamento de policía, suplicando a las autoridades que encuentren a sus hijas y las traigan a casa. Así que, ¿cuál es el muro? ¿Podrían ser las necesidades de los puteros de Alemania? ¿De Italia? ¿De toda Europa y algún sitio más? ¿La base militar estadounidense que hay a sólo cinco millas de la ciudad de Caracal? ¿La necesidad de los “héroes” americanos –sobrepagados e hipersexuados— de tener sexo en su tiempo libre, no vaya a ser que mueran de abstinencia? ¿Las necesidades de los “héroes” (léase “pedófilos”) de la otra base militar estadounidense, que está a 200 millas, cerca del puerto de Constanta y en la que se ha construido un pabellón especial DENTRO del campamento de la base a donde van para tener sexo y donde exigen que cada vez les traigan chicas nuevas y cada vez más jóvenes (niñas)? (En el caso de Alexandra Macesanu y Luiza Melencu, hasta el FBI intervino y “recomendó” zanjar todo el asunto, licenciando y mandando para sus casas a unos 90 soldados americanos unos días antes de que las desapariciones saliesen en las noticias.) ¿Podría ser ése el MURO? [*] En el original decía que en Italia hay “cientos de miles” de mujeres y niños rumanos prostituidos en las calles. Esto es erróneo, y se ha corregido. Ana nos envió esta historia mediante la página Share Your Story. Si has estado en el comercio sexual o te ha afectado de manera indirecta y te gustaría compartir tu historia anónimamente, estaremos encantadas de escucharte. Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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