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El consentimiento: un concepto tramposo

27/3/2018

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Traducción: Maura López
Colaboración: Maite Sorolla

Versión original: https://anti-imperialism.com/2015/07/06/lets-talk-about-consent/

Fecha: 14 julio de 2016 Autora: Sporenda
De Freya Brown
Traducido por Francine Sporenda
06/07/2015 — FREYA BROWN
 
El concepto de consentimiento, tal como se aplica a las relaciones  sexuales, fue adoptado en las legislaciones de varios países y domina completamente el discurso del feminismo liberal. En resumidas cuentas, la prueba para decidir si hubo una violación, con arreglo a la legislación vigente  y según la mayor parte del feminismo moderno, es determinar si una de las personas no consintió en tener relaciones  sexuales.
Las campañas públicas para reducir el número de violaciones y agresiones sexuales centran su enfoque en la cuestión del consentimiento. En los campus y las redes sociales podemos fácilmente encontrar eslóganes como «¿Tienes su consentimiento?» «El consentimiento es sexy » «Es mi decisión».




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Estas iniciativas buscan convencer a los hombres de que, para no violar a su “pareja”, deben contar con su consentimiento para tener relaciones sexuales. Además, estas campañas tratan de dar a las mujeres el poder de decir “no” al sexo e identificar las situaciones en las cuales  no pueden dar un consentimiento válido.
Muchos de los que promueven estas campañas tienen buenas intenciones. Sin embargo, vamos a  demostrar que centrar la cuestión de la violación en el “consentimiento” no hace más que reforzar la cultura de la violación. Los análisis que se basan en el concepto de consentimiento impiden que se cuestionen los fundamentos de las relaciones sexuales en las sociedades patriarcales. Por otra parte, con el foco de atención en el  consentimiento, es más difícil que las mujeres den a conocer  sus experiencias negativas con la sexualidad. Mientras que el consentimiento sea el marco de referencia que se utiliza para  evaluar la sexualidad en el sistema  patriarcal, no seremos capaces de comprender plenamente la dinámica sexual de  la dominación patriarcal ni construir  un movimiento que pueda eliminar la opresión de género.

Las funciones fundamentales del  consentimiento

Para cuestionar el concepto de consentimiento lo mejor es comenzar a investigar sus principales funciones en el discurso de la violación. Pero para realizar este análisis de forma apropiada debemos tener claro qué es una violación.  

La violación es un acto con sesgo de género, casi exclusivamente lo cometen hombres y la amplia mayoría de las víctimas son mujeres.

Otras personas (gays, trans, etc.) también son víctimas de violación en una  proporción anormalmente alta. Cuando los hombres son víctimas de violación, se pone en evidencia  la naturaleza “generizada” de este acto en la forma en que se trata el tema. La víctima de sexo masculino habitualmente se feminiza, tal vez  se convierta en la “puta” de alguien, o como mínimo será el blanco de los mismos ataques misóginos que padecen las mujeres cuando denuncian que fueron violadas («ella se lo buscó», «solo era sexo duro»,  etc.).

Pero ante todo, la violación es un acto “generizado” porque sirve para despojar a una persona de su calidad de sujeto y reducirla a una simple fuente de placer para otra persona. Esta situación de cosificación, el hecho de existir para otra persona (casi siempre un hombre), es EL  factor principal de la opresión de genero (1). Es así como la violación desempeña un papel  fundamental en la producción y  reproducción del género como tal (2). Teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué significa verdaderamente el concepto de consentimiento cuando se aplica a la violación?

Lo primero que puede decirse es  que el concepto de consentimiento es precisamente lo que oculta la naturaleza “generizada” de la violación. Analizada sobre la base del consentimiento, la violación no es percibida como un mecanismo fundamental mediante el cual los hombres ejercen su dominación, en especial  sobre las mujeres, sino simplemente como una relación sexual en la que una de las dos personas no consintió.

Este enfoque es típico de los ordenamientos jurídicos burgueses, porque no tiene en cuenta las relaciones de poder y de opresión en las que se produce la violación y propone, en su lugar, una definición de la sexualidad como un intercambio entre personas iguales.

Este intercambio solo se considera indebido si se vulnera la capacidad de obrar formal de una de las partes, en consecuencia, si las dos personas dan su consentimiento entonces la crítica de las relaciones sexuales patriarcales no va más allá.  Muchas feministas han intentado apropiarse del modelo de consentimiento para alcanzar sus propios objetivos, argumentando que los hombres utilizan su poder sobre las mujeres para tener relaciones sexuales sin su consentimiento, pero que eso no cambia nada al hecho que el término mismo de consentimiento define la violación como de género neutro. En otras palabras, el marco de referencia basado en el consentimiento, solo puede proporcionar una comprensión pobre y superficial de la violación porque oculta el núcleo central de su definición.

Al mismo tiempo que el modelo de consentimiento oculta la naturaleza “generizada” de la violación, este contiene en sí mismo una legitimación de la jerarquía de géneros. Dicha jerarquía se hace visible mediante el mero uso del término «consentimiento». ¿Por qué se eligió esa palabra en particular para analizar las relaciones sexuales? A primera vista, su etimología parece inocente. Aparece por primera vez en inglés en el siglo XIII. Deriva del  francés antiguo «consente» que significa « acuerdo» o «permiso» (3). Sin embargo, esta palabra adquirió una interesante nueva acepción cuando entró en la filosofía liberal occidental. Los pensadores liberales del siglo XVIII como Hobbes, Locke y Rousseau integraron la palabra  «consent» en sus teorías del «contrato social» (4).

Para estos pensadores, el consentimiento era la base de la legitimidad de los gobiernos, es decir: la base del poder político legítimo, para los filósofos liberales, era que el pueblo consintiera en ser gobernado. Principalmente, en la tradición liberal, el concepto de «consentimiento» acabó designando la aceptación de la dominación. Formalmente conservó su sentido de acuerdo establecido entre partes aparentemente iguales, pero su contenido estuvo marcado fundamentalmente por la función para la cual esos filósofos la habían adoptado: describir y legitimar las relaciones de poder. Por lo tanto, es curioso que esta palabra en particular se haya aplicado a las relaciones sexuales.

Tal vez se eligiera –consciente o inconscientemente - precisamente porque su única función, heredada de la filosofía legal de La Ilustración, sea legitimar las relaciones de opresión. De la misma manera que para los  liberales, el poder del Estado sobre el pueblo es  legítimo si el pueblo «consiente», las relaciones sexuales patriarcales que cosifican y subordinan a las mujeres son legítimas mientras las mujeres consientan. (5)

El concepto de consentimiento tiene otra importante función. Cuando hay una violación, el modelo de consentimiento centra casi totalmente el debate en lo que la víctima pensó o sintió, en vez de sobre lo que el violador hizo a la víctima.  Esto evita con eficacia que se cuestionen las prácticas sexuales de los hombres.   
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Además, para verificar si hubo violación según la noción de consentimiento, ya sea en el sistema jurídico o en nuestra propia  organización, la víctima debe ser “sometida a juicio”. Feministas bienintencionadas que combaten el “victim blaming”  (culpar a la víctima por la violación) y que alientan a creer a las sobrevivientes de violación y no a los violadores, cometen un gran error al adoptar el criterio de consentimiento.
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Juzguen a los violadores NO a las mujeres

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Adoptar el modelo de consentimiento, que se basa exclusivamente en la evaluación de los pensamientos y los sentimientos de la víctima  para que se reconozca una violación como tal, tiene como consecuencia, poner en tela de juicio esos pensamientos y sentimientos. Por lo tanto, no es sorprendente que sean muchos los discursos misóginos sobre lo que la víctima quería verdaderamente y sobre el mensaje que en realidad transmitía, cuando el consentimiento se utiliza como criterio. Este cuestionamiento que se le hace a la víctima es el núcleo central del  modelo de  consentimiento.
 
Y especialmente, el último punto que señalaremos  aquí, es que se puede consentir en hacer cosas que nos causan daño. Las mujeres consienten en  tener relaciones sexuales por diversos motivos. 




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Podemos querer sentirnos queridas y querer expresar amor. Podemos estar condicionadas, como las mujeres lo están especialmente, a pensar que nuestro valor depende de nuestra capacidad de ser deseadas por los hombres, y por ende las relaciones sexuales con un hombre se perciben como valorizantes. Podemos también tener relaciones sexuales porque sentimos presiones sociales, como en el caso en el que creemos que debemos cumplir una obligación. Si mantenemos una relación estable, podemos tener la impresión de que las relaciones sexuales son una obligación que forma parte de las condiciones del contrato tácito de la misma. Podemos simplemente desear las sensaciones de una relación sexual. Pero nada de todo esto nos garantiza que lo que nos suceda realmente en una relación sexual no nos degrade, no refuerce nuestra subordinación, no nos genere  efectos negativos duraderos. Lo que el consentimiento en tener  relaciones sexuales significa verdaderamente es que las mujeres y los “no-hombres” aceptan ser dominados/as, porque es la única forma de obtener lo que se quiere (amor, placer, etc.)– en el  contexto del sistema actual, en el que la dominación está tan estrechamente asociada al amor y al placer, que en cierta medida podemos desear ser dominadas para obtenerlo.  
 
Nuestro objetivo es demostrar que no solamente  las personas pueden consentir en tener relaciones sexuales que les perjudican sino que, en realidad, ocurre a menudo. En nuestra opinión, el obstáculo más importante que representa el modelo de consentimiento, es que impide que una gran parte de esas relaciones sexuales negativas se reconozcan y se cuestionen como tales,  y hace muy difícil que las mujeres sean sinceras con respecto a su relación con la sexualidad (….).
  
 
Notas :
  1. Para profundizar sobre el debate, véase : Catharine MacKinnon, “Feminism, Marxism, Method, and the State: An Agenda for Theory,”Signs 7, no. 3 (1982): 515-544. (En inglés)
http://www2.law.columbia.edu/faculty_franke/Certification%20Readings/catherine-mackinnon-feminism-marxism-method-and-the-state-an-agenda-for-theory1.pdf&#160
  1. La opresión forma parte integrante del género. Ya no es posible separar al género de la opresión de género al igual que la «raza» no puede abstraerse de la opresión racial, o la clase de la opresión de clase (este tema se aborda en el texto de Alyx Mayer, The Eroticization of Gender, en inglés). En consecuencia, la violación en tanto que mecanismo por el que se convierte a la víctima en objeto, transformada por los hombres, forma parte integrante de la naturaleza del género
  2. “consent »– Online Etymology Dictionary,”Online Etymology Dictionary, consultado el 6/12/2015: 
http://www.etymonline.com/index.php?term=consent.&#160
  1. Véase: Thomas Hobbes, Leviatán; John Locke, Dos tratados sobre el gobierno civil; Jean-Jacques Rousseau, El contrato social
  2. MacKinnon propone una tesis similar en el Nordiskt Forum de 2014.
https://www.youtube.com/watch?v=Rrijeaqc04A&#160
Publicado con la autorización de Anti-imperialism.com
 
 


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