El barrio rojo de Ámsterdam pronto podría quedar en un recuerdo lejano. He aquí el porqué

13 de febrero 2018, por JULIE BINDEL (Ámsterdam) 


Traducción: Maura López

Colaboración: Olga Baselga
Original: The red light district of Ámsterdam could soon be a distant memory – here's why

Lo que alguna vez pudo parecer un enfoque revolucionario de la prostitución, hoy todos lo consideran claramente un desastre, salvo aquéllos que buscan sacar provecho de la prostitución.

De Wallen, el abominable "distrito rojo" de Ámsterdam (Holanda) está bajo amenaza. Muchos de sus burdeles-escaparate en los que las mujeres están expuestas como cadáveres para la diversión de los turistas sexuales están cerrando. La mayor parte de las zonas de prostitución callejera en todo el país han cerrado y pronto dejarán de operar. Algunos políticos y funcionarios de justicia comienzan a darse cuenta de que la legalización de la prostitución ha sido un verdadero desastre. Actualmente se está estudiando una ley en el Senado holandés que, de ser aprobada, sancionaría a los puteros que paguen por sexo con mujeres víctimas de trata, de proxenetismo, o coaccionadas de cualquier otro modo. Estos cambios son el resultado de un intenso movimiento abolicionista del comercio sexual que está surgiendo en Holanda.



Holanda legalizó la industria prostibularia en el año 2000. El gobierno prometió que esto tendría como resultado mayor seguridad para las mujeres y que se terminaría la trata de personas. Afirmaban que todo sería legítimo, seguro y sin problemas. Sucedió todo lo contrario. El turismo sexual se convirtió en una industria muy importante, los hombres británicos integran uno de los grupos de europeos que visitan la ciudad para pagar por sexo. Muchos puteros que entrevisté me dijeron que no hubieran soñado con usar prostituidas en sus países, pero que estar en Holanda les había dado el permiso para hacerlo.


El comercio sexual ilegal y no autorizado prosperó con la legalización, la trata de mujeres se disparó, la demanda ha ido en aumento y sin duda las mujeres no están más seguras que cuando el proxenetismo era ilegal.


A lo largo de quince años viajé por Holanda investigando las consecuencias de la legalización. Entrevisté a compradores de sexo (incluyendo uno que me dijo que tenía 12 años la primera vez que pagó por sexo), mujeres en burdeles, proxenetas y lobbistas pro-legalización que se lucran a costa de las mujeres prostituidas.


Xaviera Hollander forma parte de la maquinaria propagandística que promueve la idea de que las mujeres prostituidas lo están pasando muy bien con la legalización. Hollander es conocida por su libro, The Happy Hooker: My Own Story, que vendió millones de ejemplares. La visité en su casa de Ámsterdam para preguntarle si pensaba que las mujeres eran felices con la legalización. Admitió que la trata de personas iba en aumento y que la legalización estaba lejos de ser eficaz a la hora de eliminar la criminalidad del comercio sexual. Dicho por una ex-proxeneta, es muy significativo.


Hay numerosos recorridos turísticos que ofrecen paseos por las áreas del barrio rojo de Ámsterdam. Yo hice uno de éstos el año pasado. Me contaron que la legalización era un modelo perfecto, que las mujeres estaban felices y seguras, y que la gente aceptaba que los burdeles-escaparate formaran parte del paisaje urbano. Le pregunté al guía de donde había obtenido esa información, y me dijo que el Prostitution Information Centre (PIC) (Centro de Información sobre Prostitución) proporcionaba, a cambio de una tarifa, información para todas las empresas de turismo. Mujeres que afirman ser “trabajadoras sexuales” llevan el PIC como una empresa pero parece que no son nada de eso y que, en realidad, forman parte de una empresa que cobra por su asesoramiento, y por lo tanto obtiene beneficios de la prostitución.


Lo que alguna vez pudo parecer un enfoque revolucionario de la prostitución, hoy todos lo consideran claramente un desastre, salvo aquéllos que buscan sacar provecho de la prostitución.


Jolanda Boer es una experimentada fiscal que se ha especializado en trata de personas. Durante la última década se ocupó de más de cien casos de trata en Ámsterdam. “Había casos en que la joven había sido raptada por sus proxenetas y amenazada para que trabajara en los escaparates. Las mujeres no están en situación de decir libremente que algo anda mal. Pero claro que sonríen, porque si no lo hacen no van a atraer clientes”, dice Boer.


El sábado hablé, en una sala repleta, de mi libro sobre el comercio internacional del sexo. El evento se realizó en el distrito rojo, en un edificio que había sido anteriormente un salón de masajes chino que ofrecía “finales felices”. Pensé que iba a encontrar algún tipo de protesta o infiltración del lobby pro-prostitución, pero todas las personas en la sala estaban allí porque reconocían que la prostitución violaba los derechos humanos, que era nociva para las mujeres afectadas y que la legalización había sido calamitosa.



Al día siguiente estuve en La Haya, sede del Parlamento holandés, presentando mi nuevo libro frente a decenas de ciudadanos preocupados, todos ellos hartos de ver que se considere a Holanda como un modelo perfecto en el abordaje de la prostitución. Después de la presentación, docenas de personas fuimos a manifestarnos por el distrito rojo local, con carteles y pancartas que decían “Basta de comercio sexual” y “Basta ya”. Fue la primera protesta pública contra los burdeles legales.


El imperio holandés se está desmoronando. Más de la tercera parte de los burdeles-escaparate ya cerraron y otros pronto perderán sus licencias. Actualmente están juzgando en La Haya a un grupo de diez traficantes húngaros, y muchas de las declaraciones del proceso vinculan la trata de mujeres con el régimen de legalización. Aún queda mucho camino por delante, pero ahora que las feministas se atreven a alzar la voz contra el nefasto modelo de legalización holandés, no hay vuelta atrás.



Julie Bindel es la autora de The Pimping of Prostitution: Abolishing the Sex Work Myth (Palgrave McMillan, 2017)