Por Robert Jensen De Culture Reframed 24 de agosto de 2017 Texto original: https://www.truthdig.com/articles/what-is-sex-for/ Traducción: Analía Pelle En mi nuevo libro, The End of Patriarchy: Radical Feminism for Men, sostengo que es imposible imaginar una sociedad que alcance un nivel significativo de justicia si las personas de un determinado sexo/género pueden ser compradas y vendidas, de manera cotidiana, para servicios sexuales por personas de otro sexo/género. Si una determinada clase puede ser definida como “disponible para la compra y venta de servicios sexuales”, ¿hay manera de que esa clase no tenga un estatus de subordinación respecto de la clase dominante que compra? ¿Es posible que haya justicia cuando los espacios más íntimos de los cuerpos de las personas de un determinado grupo pueden ser comprados por las personas de otro grupo? La misma idea planteada de otro modo: si viviéramos en una sociedad igualitaria con justicia de sexo/género, ¿sería posible que surgiera la idea de comprar y vender personas para servicios sexuales? Si viviéramos en una sociedad que pusiera la dignidad de las personas en el corazón de su misión, ¿alguien imaginaría la existencia del “trabajo sexual”? Me siento seguro al afirmar que las mujeres son seres humanos plenos y que las industrias de explotación sexual se oponen a la dignidad humana, y por más complicadas que sean las opciones de las mujeres dentro del patriarcado, deberíamos concentrarnos primero en las decisiones de los hombres de participar en la compra y venta de mujeres por sexo. Pero respecto de la compleja cuestión de: “¿Para qué está el sexo?”, me cuesta más afirmar algo de modo definitivo. Creo que en una sociedad sana, el sexo no debería reducirse a la reproducción o a la adquisición de placer. Sino que el sexo puede jugar, y de hecho lo hace, una variedad de roles en nuestras vidas, que pueden cambiar a lo largo de la vida de cada persona y variar entre los individuos y las culturas. Cualquier respuesta será específica al tiempo y al espacio. Cuando somos jóvenes, por ejemplo, el sexo puede ser principalmente un modo de explorarnos a nosotros mismos mientras nos desarrollamos emocionalmente. Cuando somos adultos maduros, el sexo puede ser principalmente un modo de establecer vínculos estables con un compañero/a. En este momento de la historia, en la cultura contemporánea estadounidense, me preocupa cuánto de la vida se convirtió en mercancía y en algo atravesado por los medios masivos, así como la obsesión del capitalismo contemporáneo por llevar cada aspecto de la vida humana al mercado y la colonización de nuestras experiencias a través de las pantallas por parte de la tecnología de avanzada. Al combinar esas preocupaciones con una crítica al patriarcado, regreso al poder de la sexualidad para ayudarnos a conectarnos de modos significativos con otra persona, a la sexualidad como forma de comunicación, como parte de la búsqueda constante de tocar y ser tocados, de estar realmente vivos. James Baldwin llegó al corazón de esto: “Creo que la incapacidad de amar es el problema central, porque la incapacidad enmascara un terror determinado y ese terror es el terror a ser tocado. Y si no puedes ser tocado, no puedes ser modificado. Y si no puedes ser modificado, no puedes estar vivo”. Afirmar que la sexualidad tiene que ver centralmente con el amor no significa limitar nuestras conexiones sexuales a una noción de matrimonio heterosexual aprobado por una divinidad o al romance según la definición de Hollywood. Sugerir que el rol central de la conexión sexual en la sociedad humana tiene que ver con el amor, implica abrir nuestra exploración, para superar nuestro terror a ser tocados. Si bien el amor no es fácil de definir, sí es fácil identificar la respuesta de las industrias de explotación sexual a la pregunta “¿Qué tiene que ver el amor con esto?”: Nada. Hace más de dos décadas, cuando comencé a pensar en esta cuestión, no dejaba de remitirme a la frase utilizada para describir un argumento que es intenso, pero que no representa un avance para el entendimiento. En ese caso se dice que es algo que “generó más calor que luz”. Gran parte del discurso sobre la sexualidad en la cultura contemporánea se presenta en términos de calor: “¿El sexo que tienes es caliente?” ¿Y si nuestras conversaciones sobre la actividad sexual -nuestras conexiones corporizadas con otra persona- tuvieran menos que ver con el calor y más con la luz? ¿Y si en lugar de buscar desesperadamente sexo caliente, buscáramos un modo de producir luz cuando nos tocamos? ¿Y si ese tacto tuviera que ver con encontrar la manera de crear luz entre las personas para vernos mejor a nosotros mismos y al otro? Si la meta fuera conocernos a nosotros mismos y al otro de esa manera, entonces lo que necesitamos no es calor, sino luz para iluminar el camino. ¿Cómo nos tocamos y nos hablamos para hacer que esa luz brille? Si bien no hay ningún manual de instrucciones sexual que nos diga cómo generar esa luz, yo no dudo en sugerir que las industrias de explotación sexual nos dejan en la oscuridad. _______________________________________________________ Robert Jensen es profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Texas en Austin. Este ensayo pertenece a su libro The End of Patriarchy: Radical Feminism for Men, publicado por Spinifex Press. Es posible contactarlo por correo electrónico: [email protected] o a través de su sitio web: http://robertwjensen.org/ Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
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