Por: Julie Bindel Traducción: Joan Marco Perales Colaboración: Adriana Zaborskyj Artículo original: https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/oct/11/prostitution-legalised-sex-trade-pimps-women La descriminalización del “comercio sexual” beneficia a proxenetas y a los propietarios de prostíbulos, no a las mujeres. La abolición es la única solución progresista. Pregunte en cualquier lugar «¿Qué deberíamos hacer con la prostitución?», y cada vez le será más habitual obtener la siguiente respuesta: «Legalizarla». Esta visión se basa en la creencia de que siempre habrá hombres que paguen a cambio de sexo y mujeres que lo vendan. Según este argumento, descriminalizar todos los aspectos de la prostitución (también ser propietario de prostíbulos y comprar sexo) facilitará la vida a estas mujeres y erradicará el abuso.
Los que están a favor de la descriminalización, entre los que se encuentran muchos liberales y algunas feministas, consideran que la prostitución es un trabajo y argumentan que sindicatos y diferentes medidas sanitarias y de seguridad pueden proteger a las “trabajadoras sexuales”. Descriminalizar la venta de sexo --para que solo sean los puteros los que quebrantan la ley— significa que no se penaliza a las prostituidas. Pero incluso donde solo comprar sexo es un delito penal, se argumenta que las mujeres se ven obligadas a correr riesgos. En los últimos años esta posición ha ido ganando un peso notable. En el año 2000, Holanda hizo realidad aquello que ya se veía como algo aceptable durante algunos años, y levantó la prohibición a los prostíbulos. Es decir, legalizó el tráfico sexual. Tres años después, el gobierno de Nueva Zelanda aprobó, por un voto, la New Zealand Prostitution Reform Act, una ley que descriminalizaba la prostitución de calle y el hecho de poseer prostíbulos. La posición contraria, la abolicionista, --preferida por feministas como yo y cada una de las supervivientes que he entrevistado-- defiende que la prostitución es inherentemente abusiva, además de ser causa y consecuencia de la desigualdad de la mujer. No hay ninguna manera de que la prostitución sea segura, y debería ser posible erradicarla. Las abolicionistas rechazamos la descripción depuradora de “trabajadora sexual”, y vemos la prostitución como una forma de violencia en un mundo neoliberal en el que la carne humana se ve como un producto, como una hamburguesa. Las abolicionistas no consideran que la prostitución se trate de sexo o de identidad sexual, sino de un intercambio unilateral de explotación que radica en el poder masculino. Creen que la solución progresista a la trata es ayudar a las mujeres para que salgan de ella y penalizar a aquellos que impulsan la demanda. En Suecia, país en el que la ley de 1999 penaliza la demanda y despenaliza a aquellas que venden sexo, ha habido un gran cambio en las actitudes de sus ciudadanos, con alrededor del 80% de estos a favor de la posición de su gobierno. Mientras investigaba campañas para la legalización o descriminalización de la prostitución en Holanda, Irlanda y Reino Unido, he descubierto que los jefes de la “industria del sexo” tienen mucha influencia en este tipo de campañas, a veces incluso financiándolas. Estos grupos que dicen representar a las “trabajadoras sexuales” pueden perfectamente estar dando voz a los proxenetas a la vez que representan a las mujeres que se ganan la vida vendiendo sexo. Si se considera la prostitución un trabajo, es razonable que se pidan derechos. El problema es que el término “trabajadora sexual”, acuñado en los ochenta, utilizado cada vez más por parte de la policía, personal médico y los medios de comunicación, incluye tanto a pornógrafos, strippers y proxenetas, como a aquellas personas que están vendiendo sexo de manera directa. En Nevada, donde los prostíbulos son legales, tuve la ocasión de entrevistar al propietario de un prostíbulo donde estaba explotando a una mujer discapacitada que le había sido vendida por el padre de su novio. El prostíbulo en el que vendían a la mujer tenía los permisos legales y se consideraba un negocio como cualquier restaurante. Esto significa que el proxeneta podía presumir de que le estaba haciendo un favor a la mujer porque le estaba dando un trabajo. En Reino Unido el argumento a favor de la descriminalización ha conseguido el apoyo de los sindicatos. En 2002 el sindicato general de Gran Bretaña estableció una rama para el entretenimiento para adultos; el cual realizó charlas en las conferencias de los distintos partidos políticos, en el Royal College of Nursing, el sindicato del personal de enfermería, y en el Instituto de la Mujer. En 2010, tras observar cómo crecía la influencia del Sindicato Internacional de las Trabajadoras Sexuales, decidí investigar su pasado y a sus miembros. Fundado en Londres en el año 2000, el sindicato se considera a sí mismo una “organización de bases” que defiende los derechos de todos los que trabajan en el comercio del sexo. Descubrí que su membresía, muy modesta, consistía en profesores universitarios que estudiaban el "comercio sexual", hombres que compran sexo y un perfil que no encaja: el de la persona que dirige los servicios especializados. Ellos dificilmente representan la "industria sexual" en Reino Unido. Douglas Fox, miembro y portavoz del sindicato, ha sido militante en el partido conservador y en Amnistía Internacional Reino Unido, y es el copropietario de una enorme agencia de escorts. Fox propuso una moción para la descriminalización total del comercio sexual en el congreso general anual de 2008 de Amnistía Internacional. Siete años después, esta moción pasó a ser la política de Amnistía. En otros lugares podemos observar un patrón similar. Inmediatamente después de que se formara Turn Off the Red Light, un movimiento irlandés para coordinar la lucha por la criminalización de la compra de sexo, se fundó una campaña contraria, Turn Off the Blue Light, que sigue en marcha. Resultó que un proxeneta que había sido condenado, Peter McCormick, la estaba financiando. Otro activista es John Davies, que hoy cumple una condena de 12 años de prisión por fraude en organizaciones benéficas. Antes de que le condenaran por estafar 5,5 millones de libras a los contribuyentes británicos, Davies viajó por todo el mundo dando conferencias donde argumentaba que la trata de personas es un mito que crearon las feministas, y que la descriminalización es la única opción. El caso de Holanda refleja qué ha ocurrido durante la última década en el país, después de que ganase la posición de la legalización. Solo tres años después de que se cambiara la ley, el gobierno empezó a cerrar aquellas zonas donde se ejercía la prostitución en la calle y a disminuir las licencias de los prostíbulos-escaparate del barrio rojo. En 2004 entrevisté a la líder de Red Thread, un sindicato financiado por el gobierno, y me dijo que tan solo tenía 100 miembros. La mayoría eran “bailarinas eróticas”, y no estaban metidas de pleno en la prostitución. Karina Schaapman, concejala en Ámsterdam y sobreviviente de trata, dijo en 2005 que la legalización era el resultado de la idea de que las mujeres elegían de manera voluntaria ser prostitutas. «Pero esa imagen es incorrecta» dijo Schaapman. «Dos tercios de las mujeres prostituidas son extranjeras, la mayoría a menudo no tienen papeles y nadie las está registrando». Job Cohen, exalcalde de Ámsterdam, dijo que la legalización había fallado a la hora de acabar con el crimen organizado de la trata, y que esperaba que la legislación “se revertiese de manera parcial.” Mientras tanto, los vínculos entre el crimen organizado, la violencia y la prostitución en Nueva Zelanda no se han roto. Hay distintas opiniones sobre si la descriminalización ha empeorado o mejorado la situación. Un informe, que se publicó cinco años después de la descriminalización, afirmaba que la ley había tenido muy poco impacto en el número de personas involucradas en la trata, pero había ofrecido resguardo a niños y a otras personas. No obstante, los testimonios personales de las mujeres que han sido prostituidas demuestran que los propietarios de los burdeles y los puteros se han beneficiado más que ellas. La buena noticia es que los proxenetas no siempre salen ganando. En 2015, Irlanda del Norte aprobó unas leyes que criminalizaban comprar sexo y despenalizaban venderlo, y la República de Irlanda lo ha hecho este año. Uno de los mayores obstáculos de la ley de Irlanda del Norte lo pone Laura Lee, activista por los derechos de las “trabajadoras sexuales”. Entre sus patrocinadores está el proxeneta Peter McCormick. Espero que Lee pierda. Entiendo perfectamente por qué algunas personas defienden la descriminalización cuando se les dice que, en cierta medida, esta ofrece protección para las mujeres prostituidas. Sin embargo, casi nadie, y eso incluye a las abolicionistas, defiende que las mujeres y hombres prostituidos deban ser tratados como criminales. Nuestra posición es que son los proxenetas y los puteros los que definitivamente deberían ser tratados como tal. Los que se oponen a nosotras no se dan cuenta de que la descriminalización, tal y como se usa y se entiende comúnmente, también significa permitir el proxenetismo, comprar sexo y tener burdeles. Y esto no es el camino hacia adelante, a no ser que queramos facilitarles las cosas a los hombres que dirigen la trata global de personas para ganar dinero a costa de los cuerpos de las mujeres.
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1 Comentario
Flopi
18/11/2018 10:08:17 am
que lindo ver como se ponen en una posicion etico/moral/cristiana para bardear el trabajo sexual. siga asi chicas, asi van a lograr que nunca salgamos del medioevo.
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